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Claves para mejorar en autoridad
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Los profesores y educadores saben por experiencia que una autoridad bien entendida obtiene el respeto del niño y es la piedra angular para desarrollar personas equilibradas y felices. Pero, para crear un clima de respeto en la familia, ¿cuáles son las claves para mejorar en autoridad?

Hay personas a quienes les sale sólo; tienen la autoridad como por naturaleza. No tienen necesidad de enfadarse, les basta con decirlo una vez para ser obedecidos... Personas que con unas instrucciones, claras y sencillas, al momento consiguen que por unanimidad le obedezcan decenas de voluntades que parecían desmandadas.

Pero esto no tiene porque ser lo normal; siempre hay personas especialmente dotadas en todas las cualidades humanas y en la autoridad no iba a ser menos. Lo normal será, por tanto, que la autoridad se consiga a base de esfuerzo.

Padres con autoridad: entre la teoría y la práctica

Los padres deben hacer uso de su autoridad para organizar su familia de forma sensata, coordinada y fructífera, de acuerdo al proyecto con el que supuestamente ellos han fundado su hogar.

Padres con autoridad

A diferencia de los directivos de empresa, los padres, no cuentan a su servicio con empleados a sueldo para sacar su proyecto familiar, sino que mandan a sus hijos a los que no pueden despedir. Una característica de la autoridad paterna es su cubierta motivacional. Los hijos ven en la autoridad de sus padres un motivo para la acción.

En teoría, los padres sabemos cómo hacerlo, pero luego en la práctica es más difícil, ya que un día vale pero todos los días, acabas cediendo y te ganan la batalla... Es razonable que se desinflen en el día a día por falta de tiempo, de ideas, por exceso de cansancio, de dificultades..., acabando todo ello en la falta de motivación para los asuntos del hogar.

Claves para mejorar en autoridad

No hace falta señalar que lo primero y más importante, común a todos, son las propias cualidades personales y la ejemplaridad en aquello sobre lo que se quiere ser autoridad.

1.   Esfuerzo. De entrada, para ostentar autoridad es necesario ir por delante en el esfuerzo, compaginando la dedicación a la familia con el trasiego diario por lograr los objetivos profesionales. Si otras tareas entorpecen la necesaria dedicación al hogar, el padre o la madre, con humildad, deben reconocerlo, decirlo y buscar un remedio conjunto cuanto antes.

2.   Anticipación. Habitualmente, la falta de tiempo suele ser algo previsible y por tanto,  no puede servir de excusa; hay que anticiparse. El padre (y en menos proporción, la madre) debe garantizar que sus funciones principales se realicen. Si no tiene el tiempo necesario deberá buscar la fórmula para lograr que funcione el hogar mediante el reparto de tareas. Existen trabajos que los padres pueden delegar, teniendo en cuenta siempre que se delega la ejecución pero no la responsabilidad.

3.   Capacidad de escucha. Para mejorar en autoridad el padre y la madre deben desarrollar su capacidad de escuchar. Es más, les interesa positivamente contar con hijos más valiosos que ellos, para de ese modo aprender y que toda la familia mejore. Que los hijos sean mejores en ciertas destrezas o conocimientos no disminuye en nada el valor de la autoridad de los padres.

Escuchar a los hijos o a la pareja no es meramente oírles, supone aceptar sus puntos de vista más valiosos, reconocer que cada uno contempla la realidad de forma parcial -también él- y que precisamente por eso, al hacer cabeza ha de ser capaz de sumar complementarios, que enriquezcan el todo.

4.   Búsqueda del bien común. Los padres deben combinar el deseo de lograr progreso de la familia con buscar el bien particular de cada uno de los hijos. A largo plazo, estos dos objetivos se alimentan mutuamente.

Los padres que buscan ciegamente que sus hijos les obedezcan, pueden entrar fácilmente en un estado de victimismo al comprobar que los hijos no responden al proyecto que ellos soñaban. Esta actitud emponzoña el ambiente familiar y contrarresta autoridad porque los padres sólo ven aspectos negativos en sus hijos y estos no se sienten valorados por sus padres.

En estos casos, sin quitar ni poner la razón, lo más efectivo es descubrir lo positivo de cada uno. Ni los padres son los buenos, ni los hijos son los malos. Ni al contrario. Sucesos en apariencia nimios pueden hacer cambiar el estado de ánimo e incluso la consideración de uno mismo o de los otros. Debemos estar prevenidos para no hacer valoraciones radicales de acciones aislados.

Cuestiones para la autoevaluación

1.   ¿Evitáis dar órdenes bajo los efectos de la precipitación, el orgullo o la furia?

2.   Antes de dar una orden, ¿os aseguráis a) de que es necesaria (y compatible con el resto de sus obligaciones) b) de que es realizable por el hijo que ha de ejecutarla?

3.   ¿Sabéis guardar la justa medida entre evitar dar órdenes o encargas asuntos y la manía de darlas compulsivamente?

4.   ¿Cuándo pedís algo a vuestros hijos "casi le pedís perdón", le dais muchas explicaciones?  ¿O mandáis con arrogancia?

5.   ¿Evitáis mandar por capricho? Pero a su vez, ¿exigís que lo que se manda se cumple, sin que se queden asuntos sin resolver?

Consejos para mejorar en autoridad

-   Pensar antes de hablar y dar las órdenes con la mayor precisión posible.

-   Pedir cuenta de lo que se encarga. Llevar un control de los encargos más significativos para que no queden en el olvido.

Luis Manuel Martínez. Doctor en Pedagogía

Asesoramiento: Cristina Gil Gil, maestra y autora del libro La profe responde. Consejos para las inquietudes educativas de los padres.

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