El mal comportamiento se premia, pero, ¿qué hay del malo? Si de alguna forma hay que hacer ver a un hijo que esa es la conducta que se espera, ¿cómo se le demuestra que no es el camino a seguir? En ocasiones puede que se pierdan los estribos y es posible que los padres terminen por gritar o hablar en un tono elevado a los niños, dando lugar a una discusión.
Pero, la ciencia advierte, este no es el camino a seguir. Gritar a los hijos es, cuanto menos, contraproducente. Así lo indica un estudio publicado en Development and Psychology en donde se demuestra que enfadarse o gritar a los niños tras observar un mal comportamiento, se relaciona con la aparición de determinadas estructuras cerebrales en la adolescencia.
¿Cuál es tu rutina educativa?
La doctora Sabrina Suffreen, autora de esta investigación, señala que la familia es el primer elemento en el desarrollo y emocional de los más pequeños. «Lo fundamental es que padres y sociedad entiendan que el uso frecuente de algunas prácticas duras en la crianza puede ser perjudiciales para los niños», concluye la investigadora.
Otros trabajos identificaban la existencia de maltrato en la infancia con un menor desarrollo de los córtex prefrontales y amígdalas, estructuras con una gran importancia en la regulación emocional de los más pequeños. Pero, los datos de este estudio, indican que no es necesario llegar a un escenario de violencia y que el simple hecho de imponer una educación estricta, da lugar a resultados similares.
«Estos hallazgos son significativos y nuevos. Es la primera vez que las prácticas de crianza duras, que no llegan a ser un abuso grave, se han relacionado con la disminución del tamaño de la estructura cerebral, similar a lo que vemos en las víctimas de violencia», concluye Sufreen, quien señala, a raíz de otras actividades, que «el estilo de crianza podría causar cambios en el funcionamiento cerebral de los niños, afectando a la estructura del cerebro infantil».
Mejorar la comunicación en familia
Como queda demostrado en el estudio mencionado, los gritos son una mala opción. Siempre es mejor apostar por una buena comunicación en familia. Estos son algunos de los consejos que brindan desde la Academia Americana de Pediatría para alcanzar estos niveles:
– Estar disponible. Siempre se debe encontrar un momento en la agenda de cada día hablar de las cosas con tranquilidad. Tener, aunque sea 10 minutos por día, sin distracciones, para que padres e hijos se comuniquen.
– Ser una persona que sabe escuchar: Al escuchar a los hijos, los padres ayudan a que ese se sienta valorado.
– Demostrar empatía: Esto significa sintonizar con los sentimientos de los hijos y hacerles saber que comprende la situación. Si los niños están tristes o disgustados, una caricia suave o un abrazo pueden hacerles saber que sus padres comprenden esos sentimientos tristes o negativos.
– Ser un buen ejemplo a seguir: Recordar que los niños aprenden a través de ejemplos. Usar las palabras y los tonos de voz que propios para la comunicación con los hijos.
Damián Montero
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