La familia es considerada el espacio más adecuado para el crecimiento y desarrollo de los niños a nivel personal. Las relaciones que se dan dentro de la familia van moldeando su forma. Se estructuran de diferentes maneras y muchas veces, van cambiando con el paso del tiempo y de los acontecimientos. Observando las relaciones entre los miembros de la familia, se pueden describir distintos patrones conductuales a los que llamamos modelos de familia.
6 modelos de familia y sus efectos en los niños
1. Modelo autoritario. Donde uno de los padres o ambos, aunque con mayor frecuencia el padre, intentan ejercer el poder sobre los hijos o hijas. La vida en la familia está marcada por el sentido de la disciplina y del deber, así como por el control de las propias necesidades o deseos, y los hijos tienen poca voz. La atmósfera familiar es, por lo general, más bien tensa; el padre es dominante y los otros son los súbditos. La madre, en la mayoría de los casos, ejerce el papel de mediadora en caso de posturas divergentes.
El modelo autoritario es origen de graves problemas por el choque cultural que impacta en la sociedad actual.
2. Modelo hiperprotector. Es el modelo más predominante en nuestra sociedad, modelo que puede desembocar en hijos con intolerancia a la frustración. Estos hijos e hijas que se han criado con el modelo de la hiperpaternidad no han tenido que enfrentarse por sí solos a una vida real, no han experimentado la frustración, el caerse y levantarse por sí solos. Cuando esto sucede en la edad adulta se frustran, se bloquean y no encuentran la manera de canalizar el problema.
Los adultos asumen la misión de hacer la vida de sus hijos lo menos complicada posible, de modo que llegan incluso a hacer las cosas en su lugar. Las palabras clave son «acogida», «protección», «amor» y el posible control está orientado a prevenir o anticipar posibles dificultades por miedo. El lema es: «Dinos lo que necesitas que nosotros te ayudamos».
Aunque aparentemente suena como un mensaje de amor, esconde una descalificación sutil, es decir: «lo hago todo por ti porque tú solo no lo conseguirías», convirtiéndose en una realidad.
3. Modelo democrático-permisivo. En este caso domina la ausencia de jerarquías, la familia se caracteriza por el diálogo y la igualdad de todos sus miembros. Padres e hijos consideran que son amigos. Los fines que hay que perseguir son la armonía y la ausencia de conflicto, el bien supremo es la paz. Las reglas se concuerdan entre padres e hijos y pueden ser negociadas; no se imponen castigos, sino que se intenta razonar conjuntamente sobre la actitud que hay que adoptar.
En estas familias, el progenitor no representa el papel de guía, de soporte estable y seguridad, sino que se convierte en un amigo al que el hijo, por lo general, no se dirige en los momentos de crisis.
4. Modelo sacrificante. Los padres creen que tienen el deber de sacrificarse para promover el placer y la satisfacción de los hijos, que quedan libres de cualquier obligación. Los padres dan sin que a los hijos se les exija nada, con la esperanza no declarada de que algún día los recompensarán, ya sea alcanzando el éxito en la vida, o bien consiguiendo todo aquello que ellos no lograron conquistar. Para garantizar a los hijos un nivel de vida elevado, a menudo los padres realizan sacrificios y renuncias.
5. Modelo intermitente. Se caracteriza por una fuerte ambivalencia: las posturas adoptadas por los miembros de la familia cambian continuamente, especialmente en el caso de los padres. Se alternan, sin previsión alguna, rigidez y flexibilidad, posturas que revalorizan o descalifican a los hijos, que a su vez envían mensajes inevitablemente contradictorios. La constante es el continuo cambio ante la ausencia de puntos de referencia y de bases seguras.
Todos los miembros de la familia manifiestan una clara incapacidad, no sólo para tomar decisiones o descubrir las estrategias más adecuadas para la resolución de problemas o conflictos, sino también para mantenerlas.
6. Modelo delegante. Este modelo, típico de familias recién formadas que se incorporan a una familia extensa y ya estructurada, crea una dinámica de competición entre las distintas generaciones que se ocupan de los niños, los cuales aprenden a identificar las estrategias más favorables para obtener lo que desean. Las reglas se discuten con modalidades diferentes, debido al exceso de figuras de referencia. Los padres ya no son puntos de referencia autorizados; los abuelos son intermediarios eficaces para conseguir lo que interesa, pero en los momentos difíciles no representan una guía, la cual en realidad no existe.
El que predomine más un modelo que otro no es en sí ni bueno ni malo. Lo que ocurre es que muchas veces estos modelos se vuelven rígidos y aun sintiendo que la familia no se conduce adecuadamente, siguen insistiendo en el mismo modelo, pero con más énfasis provocando que problemas se acentúen.
Jorge López Vallejo. Psicólogo de López Vallejo Psicología
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