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Mantener la calma en las discusiones con hijos, cómo conseguirlo

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Cómo mantener la calma en las discusiones con los niños

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Criar a un hijo es una experiencia maravillosa y que marca para toda la vida, generando recuerdos para siempre. Pero, ¿quién dijo que fuera fácil? Los padres muchas veces se tienen que enfrentar a la rebeldía de sus hijos, quienes manifiestan su disconformismo con la decisión de sus padres y actúan de forma contraria. Todo esto termina derivando en discusiones que ponen a prueba la paciencia de los padres.

Pero no hay que olvidar que estos diálogos y discusiones también forman parte de la educación de los más pequeños. Hay que mantener la calma y recordar que la forma de llevar estas situaciones puede suponer la diferencia entre enseñar una importante lección o enrarecer todavía más el ambiente en casa. Algo que puede afectar al vinculo entre padres e hijos.

Nada de gritos

En estas situaciones hay que tener cierta empatía con el hijo. Hay que pensar que este se encuentra encerrado en su mundo, en donde tiene razón y de la que no quiere salir para no dar su brazo a torcer. Tal y como se explica en Psicología Santa Coloma, en estos momentos el joven o el pequeño se vuelve ‘sordo’, una situación que empeorará más si escucha algún grito.

Gritar no conseguirá que el niño se abra al diálogo, como mucho solo lo asustará y creará un mayor rechazo hacia el padre. Por muy fea que se vuelva la situación, hay que respirar hondo y mantener un tono serio de cara a los más pequeños. Los padres son los adultos y los niños son solo eso, niños. Se comportan como tal.

Esperar un comportamiento de adulto en niño es un imposible, por lo que no se puede esperar ese mismo nivel de debate. Esto siempre debe tenerse en cuenta para no perder los nervios. Los padres han de mentalizarse y tener presente que en más de una ocasión habrá que repetir las cosas mil veces antes de que calen en los pequeños, ni tan siquiera así se asegura que el mensaje les llegue.



Los hijos merecen respeto

En algunas ocasiones la autoridad se puede confundir con total libertad. Es decir, la tensión de la discusión puede provocar que los padres olviden el respeto que merecen los hijos. Los pequeños también deben ser tratados con tacto y aunque un padre siempre tenga la última palabra, esto no significa que se deban silenciar las de los más pequeños con voces y gritos.

Si uno siente que los nervios comienzan a aparecer en él, lo mejor es pausar la discusión en ese momento. Pararse y respirar antes de que los nervios hagan aparecer las voces y gritos en mitad de este diálogo y uno diga o haga algo de lo que posteriormente se arrepienta. Una vez el adulto se haya calmado, es el momento de retomar la conversación para tratar de alcanzar un acuerdo.

Siempre es aconsejable analizar la situación de manera objetiva. El adulto debe pensar qué se quiere conseguir y cuál es la mejor manera de hacerlo. Si el objetivo es que un hijo obedezca, se ha de apostar por la paciencia y no por los impulsos. Repetir la norma las veces que hagan falta.

Para que un niño aprenda respeto, hay que predicar con el ejemplo. En definitiva, fijar los objetivos y los pasos a seguir. Los aprendizajes requieren tiempo y paciencia, no se puede aprender todo a la primera, más bien es al contrario.

Damián Montero

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