Entrevistamos a Loreto Gala, autora de Austeridad, el valor de la sencillez (Ciudadela, 2024). Loreto nos ha dejado echarle un vistazo al interior de su familia, de su mente y de su corazón. y en cada uno de estos rincones que la conforman encontramos las premisas que ha descubierto en su recorrido vital y que comparte con todos nosotros: la sostenibilidad, la austeridad y el valor de la familia.
Algo que te caracteriza es tu compromiso con la sostenibilidad, algo que muestras con tu marca de moda y el compromiso de esta con el medioambiente sabiendo que es uno de los sectores que más contamina. ¿De dónde surge esta necesidad?
El haber fundado una marca de moda sostenible nos llevó de lleno a este campo hasta hacernos «expertos» y esto nos movió a vivir en coherencia con lo que comunicamos. La moda es, efectivamente, una de las principales causas en el mundo de contaminación, extracción de recursos y desigualdad social. Esto no es una invención, sino que una realidad que, además, tiene hechos que la evidencian.
El problema está en la falta de conocimiento. Cuanto más conocimiento o información sobre algo, más responsabilidad tenemos. Quizás por eso, muchas personas no quieren entrar en el tema de la sostenibilidad porque luego les exige tener una responsabilidad ante ello.
¿Cómo comprometernos con la sostenibilidad desde casa?
Comunicando con naturalidad y siendo coherentes. Explicarles a nuestros niños nuestros conocimientos sobre el tema, por eso es tan importante que estemos informados y educarlos en el amor al prójimo y al mundo. En este discurso es muy importante la coherencia, por eso no podemos vivir de espaldas a la realidad que conlleva una vida no sostenible, que provoca sufrimiento en la sociedad y en el planeta.
De la misma manera que de pequeños nos decían que nos comiéramos toda la comida, porque había tanta hambruna en el mundo, también podemos explicarles a nuestros hijos el impacto social que tiene una camiseta barata hecha en China o qué ocurre con los micro plásticos en el océano o dónde acaba toda la basura del mundo. Para los niños es fácil de entender y lo integran rápidamente en sus valores, porque son conceptos alineados a ellos: el cuidado de otro, «hacer el bien» y «evitar el mal».
¿Crees que hay facilidades para llevar una vida sostenible o todavía encontramos baches en el camino que nos impiden ejercer completamente en el día a día?
Llevar una vida sostenible es muchísimo más fácil de lo que parece. Sólo hay que poner interés y voluntad. Interés por conocer qué impacto produce nuestro consumo, interés en leer las etiquetas o una página web de la marca que queremos comprar, interés en saber de dónde provienen sus productos, cómo están fabricados. Interés en leer evidencias científicas sobre el cambio climático, interés en revertir el problema.
Es decir, vivir de cara al problema y querer ser parte de la solución. Voluntad porque significa también renunciar a un estilo de vida consumista, de satisfacción inmediata, de materialismo y esto se consigue con auto exigencia. Pero al final, esa exigencia es maravillosa, es la que nos permite evolucionar como seres humanos porque la vida y el cuidado de la vida (entiéndase el planeta y todos los seres vivos) está en el centro. Nos hace más altruistas y menos egoístas. Y nos libera. Porque al final, el consumismo nos puede conducir a una esclavitud de nuestro espíritu disfrazada de felicidad.
¿Hay enseñanzas o prácticas en las que hayas educado a tus hijos que choquen con lo que está establecido en cierta manera ahora? Por ejemplo, tu hija mayor es la única de su clase sin móvil.
El consumo digital es parte de este materialismo y consumismo del que hablo, que nos distrae de las verdaderas necesidades del ser humano y que nos aleja de nosotros mismos. Educar personas «austeristas» es difícil en un mundo consumista, pero no imposible, porque esas personas se ven felices, conectadas, aliviadas. Una persona que es feliz puede despertar el interés en los demás para contagiarse de su modo de vida. Una persona que sufre tendrá el efecto contrario.
Ser austeristas nos hace más felices, nos da paz interior y esto se lleva a todos lados. Por lo que educar esta filosofía de vida en realidad no va en contra de nada, sino que en búsqueda de la felicidad. La misma persona empieza a entender su modo de vida. La «renuncia» o la «abstención» del consumo nos da satisfacción, nos hace sentir que evolucionamos espiritualmente porque reducimos el materialismo en nuestras vidas, somos más libres.
Hay que remarcar que las necesidades básicas de cualquier ser humano y en especial los niños, es sentirse amados y amar, sentirse acompañados y acompañar en su proceso de crecimiento personal. Si esto está cubierto, no será necesario pedir cosas materiales. Y de la misma manera, somos los padres los que educamos con el ejemplo, con la coherencia.
Para ti, ¿cuál es la mejor manera de pasar tiempo en familia?
En casa o fuera de casa, pero todos juntos, incluyendo perro, y patinetes. Cuando vamos en modo «procesión» a cualquier lugar y nos pasan cosas divertidas, porque siempre nos pasan cosas. Nos reímos mucho. Cuando en casa sacamos las guitarras y nos ponemos a cantar, improvisando. O cuando nos sentamos mi marido y yo en la terraza para ver a nuestras hijas hacer la voltereta, el pino puente o morirse de la risa con el hermano pequeño.
Cuando nos ponemos a cocinar o dejamos a las niñas hornear sus galletas. Y también nos encantan las «pelis» familiares el fin de semana, vale decir: colocarnos todos apretadísimos en un sofá con un proyector de películas y verlas hasta el final, aunque más de alguno cae dormido.
Y tú, ¿qué has aprendido de ellos? ¿Qué te ha aportado la maternidad?
Supongo que esta pregunta la podré contestar cuando me llegue el día de abandonar este mundo, porque creo que ser madre es un aprendizaje constante, infinito. No llegamos a saberlo todo nunca.
La maternidad me aporta cada año algo nuevo porque cada etapa que vive cada uno de mis hijos es diferente, la vivo yo de manera diferente y eso me hace aprender algo nuevo.
Quizás sí hay una cosa que me llevo cada noche conmigo y es mi anhelo de ser mejor persona, el mejor ejemplo de mujer para mis hijas para que el día que yo falte ellas tengan una referencia de cómo seguir su camino. ¿Qué hubiera dicho o hecho mamá en este caso? Ser esa guía espiritual y de conocimiento para prepararles a enfrentarse al mundo.
¿Crees que a las familias nos cuesta disfrutar del presente y atesorar los momentos más pequeños con nuestros hijos debido al ritmo que llevamos a cuestas?
Creo que ocurren las dos cosas. Precisamente el ritmo frenético que llevamos nos permite disfrutar de las pequeñas cosas si dejamos una apertura en nuestro corazón para que esto ocurra. La pandemia nos llevó a detenernos y volver hacia nosotros, a valorar un paseo por la calle, el aire que se respira en una terraza, la luz del sol, la oportunidad de tomarnos un café con alguien que queremos, la posibilidad de despertarnos sin prisas
Pero también, el ritmo frenético y sobre todo el uso de pantallas nos está distanciando del verdadero encuentro entre personas, especialmente padres e hijos, aunque me mantengo con esperanzas de que la familia no cambia y que sea donde sea que estemos existe el deseo de atesorar momentos y vivencias para toda la vida. Creo que esto no ha cambiado y está presente en todas las familias del mundo.
Ana Cemborain Pérez