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Leticia Garcés: «Un niño bien tratado es un adulto ‘bientratante’ y ese el futuro que queremos»

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Pedagoga incansable, Leticia Garcés destaca por participar en numerosos proyectos rela cionados con la Educación Emocional y la Parentalidad positiva. Es coautora de los cuentos y del disco Emociónate y autora del libro Padres formados, hijos educados y de la guía descargable Educar sin miedo. Ahora acaba de publicar Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada (Desclée De Brouwer), sobre la importancia de invertir en la educación de los niños.

Desde que fundó el centro de Orientación familiar Padres Formados, ha trabajado de manera incansable en la formación de padres y madres, porque considera que es la clave para proteger los derechos de la infancia.

Empatizar con nuestros hijos

¿Cuáles son los aspectos fundamentales para que los padres estén bien formados para criar a sus hijos?
Sin duda considero que es imprescindible que los padres y las madres entremos en la maternidad con una sana autoestima, esto nos permite ser más conscientes de nuestras emociones, identificar cómo nos estamos sintiendo y cómo nos estamos gestionando. Cuando contamos con competencias emocionales como la conciencia emocional, la regulación emocional, la automotivación y la capacidad para reconocer que necesitamos ayuda porque tan importante es empatizar con los demás cómo identificar nuestras necesidades, será más fácil tener relaciones saludables. Ver más allá de la conducta y poder detectar lo que necesitan es fundamental.

Con dos grandes guerras en desarrollo en el mundo, ¿qué podemos hacer como sociedad para proteger los derechos de los niños más vulnerables?
Hace tiempo leí la leyenda del colibrí que la considero patrimonio de la humanidad. Es esa historia que cuenta que hay un incendio en el bosque y todos los animales huyen despavoridos del fuego sin embargo el colibrí hace muchos viajes al río para poder echar agua con su pequeño pico. El jaguar le pregunta sorprendido por qué hace tantos viajes si no podrá con el fuego y éste le contesta que al menos hará su parte. Creo que la infancia del mundo está sufriendo como el bosque en llamas, pero si cada adulto comprometido con los buenos tratos extiende sus brazos y su mirada hacia los niños que tiene cerca, ya estamos haciendo nuestra parte y muchas partes llegan a mucha infancia. Un niño bien tratado, es un adulto bientratante, ese es el futuro que queremos.

¿Cómo influye la inteligencia emocional de los padres en la calidad de la educación que brindan a sus hijos desde la infancia hasta la adolescencia?
Precisamente la inteligencia es la clave porque lo que necesitamos los padres es saber regularnos emocionalmente, autocontrol, poder observar qué nos están diciendo nuestros hijos con su comportamiento, interpretar bien las señales de socorro y sobre todo saber comunicar lo que queremos. Creo que muchas veces nos fallan las formas, el humor es un acto de amor, la ironía puede ser humillante.

Un NO a tiempo puede ser una gran ayuda, pero la exigencia excesiva y demasiada presión puede dañar los vínculos afectivos.

Encontrar el equilibrio en las relaciones es la clave, cuánto exigir sin dañar, cuánto motivar sin sobreproteger, cuánto acompañar sin generar dependencia. Lo cierto es que el amor nunca daña, no hay exceso de amor que pueda hacer daño, en todo caso hay conductas permisivas o sobreprotectoras que creyendo que cuidan y protegen, también pueden perjudicar el proceso madurativo de un niño porque si no le permiten frustrarse, no favorecen su autonomía y no le dejan equivocarse, la adolescencia puede que sea más difícil transitarla.

Entrevista Leticia Garcés

¿Cuáles son las claves necesarias para sembrar en la infancia y recoger buenos frutos en la adolescencia?
Sin lugar a duda las competencias emocionales, según Rafael Bisquerra, el que consideramos el padre de la Educación Emocional a nivel internacional, saber escuchar es una de las competencias más necesarias, pero la asertividad, la resiliencia, la capacidad de generarse bienestar emocional, la conciencia emocional, etc. son otras importantes. Quizás lo que más necesita desarrollar un niño en la infancia es tolerancia a la frustración, autocontrol emocional, conciencia emocional y capacidad de esfuerzo. Un cerebro bien estimulado, con ricas experiencia, bien tratado y acompañado, es más fácil que tenga iniciativa, confianza en sí mismo, que se sienta seguro y con capacidad de enfrentarse a las pequeñas dificultades del día a día que desde luego nunca son «cosas de niños», sino los recuerdos implícitos con los que contará durante la vida adulta.

¿En qué medida la coherencia entre pensamientos, palabras y acciones de los padres impacta en el desarrollo emocional y conductual de los hijos?
Para mí es muy importante cómo comunicamos nuestra peticiones a los hijos, no es lo mismo decir «me tienes harta», «no puedo contigo», «eres un torpe» que decir, «me siento mal con lo que ha pasado», «no te has organizado con los estudios» o «necesito tiempo para tranquilizarme y tomar una decisión». Siempre que culpamos a los hijos de nuestra emoción, por ejemplo, les culpamos de nuestro disgusto por su desobediencia, no nos hacemos cargo de nuestras emociones y les enviamos el mensaje erróneo de que tienen poder sobre nosotros. La mejor herencia que puede recibir un niño es ver que sus padres se hacen cargo de su mundo emocional, que cuidan su salud mental y que saben comunicar sus necesidades de forma regulada y asertiva.

¿Qué papel desempeñan los valores como el respeto, la responsabilidad y el autocuidado en la formación integral de los niños y adolescentes?
Cuando un padre o una madre prioriza su salud emocional, cuida su cuerpo y su mente, sabrá priorizar bien y dar un buen ejemplo a sus hijos. Las emociones cumplen una función, la tristeza nos ayuda a transitar duelos, la rabia nos permite reivindicar un derecho que consideramos que está siendo vulnerado, el miedo nos protege en situaciones de riesgo y la alegría nos permite celebrar los logros. Todas ellas son necesarias, no se trata de eliminar las que consideramos displacenteras sino darles su lugar. Respetarnos precisamente es hacernos cargo de nuestras emociones para poder adaptarnos mejor a las distintas situaciones, si nuestros hijos ven que procuramos tener una buena relación con todas ellas, será más fácil para ellos hablar de ellas, regularse y pedir ayuda cuando algunas sean insoportables.

¿Cómo podemos fomentar un ambiente sano y equilibrado en el hogar para favorecer una buena salud mental en la crianza?
Yo suelo contar en clave de humor que sería fantástico tener un felpudo en la puerta que detectara nuestro nivel de estrés y que directamente nos bloqueará el acceso si superamos el 50% de nuestra capacidad de regulación. El estrés no es malo, pero cuando lo vamos acumulando y supera nuestros recursos para regularlo podemos ser un peligro para nuestros hijos porque cualquier pequeño estímulo nos puede sobrepasar.

No gritamos porque tenemos mucho carácter sino porque estamos sobrepasados de estrés.

No gritamos porque nuestros hijos no hagan caso y solo con el grito obedezcan sino porque nos hemos acostumbrado a vivir con altos niveles de estrés y por eso conviene parar y reflexionar sobre ello, ¿cómo me quiero comunicar con mis hijos?

¿Qué consejos darías para generar confianza entre padres e hijos durante la infancia para no enfrentarnos a mentiras en la adolescencia?
Si partimos de la realidad de que lo normal es que todos los niños mientan hasta los cinco o seis años, también tenemos que decir que, si hemos construido unas relaciones saludables, una relación de confianza y de amor incondicional, será muy difícil que nuestros hijos adolescente nos mientan porque su primera reacción será confiar, pedir ayuda y no temer nuestra reacción. Cuando un hijo miente el problema es que no ha aprendido valores, sino que ha vivido experiencias previas que le llevan a valorar que no le conviene confiar porque teme la posible reacción de sus padres.

¿Cómo podemos ver las dificultades cotidianas como oportunidades para el crecimiento personal y familiar?
Los conflictos, los problemas o las dificultades, aunque no son agradables, siempre nos permite aprender qué recursos tenemos, cómo los estamos empleando y nuestro margen de mejora. Un conflicto nos permite poner en marcha nuestra funciones ejecutivas, hacer una lluvia de ideas, valorar las mejores opciones, hacer una toma de decisiones, valorar el resultado y proponer mejoras. Todo este proceso bien acompañado puede permitir que maduremos a nivel celebrar, mejorar las competencias emocionales y sobre todo la confianza en uno mismo. Necesitamos mejorar la autoestima para mejorar las relaciones.

Si los niños recibieran formación, ¿a qué edad podrían utilizar un teléfono móvil? ¿Deberían recibir esta formación en el colegio?
Aunque la recomendación de los expertos es que lo reciban a los 16 años, yo considero que es mejor asegurarnos de que ese menor antes de recibir un teléfono móvil tiene la madurez para recibirlo. Quizás antes deberíamos plantearnos el debate de si es necesario estudiar en los colegios con ordenadores, si los padres tienen formación en educación emocional para ejercer los buenos tratos en los hogares y si saben acompañar sus frustraciones. Es decir, más que la edad para recibir un móvil, considero que hay que preguntarse si los padres tienen la formación suficiente para favorecer el desarrollo emocional de sus hijos.

Marisol Nuevo Espín

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