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La familia, un bien imprescindible para el Estado

La familia, un bien imprescindible para el Estado

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Los Estados modernos se descomponen. La posmodernidad ha conducido a sociedades individualistas y nihilistas que arrastran crisis demográficas insostenibles. A pesar de los intentos de algunos Gobiernos de acabar con la familia para conquistar con más facilidad al individuo, la realidad demuestra que solo la célula primigenia de la sociedad será capaz de revertir la situación en la que vivimos. Hemos conversado con María José Olesti, directora general de la Fundación The Family Watch, sobre el bien que supone la familia para cualquier Estado.

Si tenemos familias fuertes, tendremos sociedades fuertes

Aunque seguimos utilizando el término “pirámide de población”, lo cierto es que el panorama de los países desarrollados es desalentador y, del bulbo que vislumbramos en los años 90, hemos pasado a una forma que acabará por ser una pirámide totalmente invertida, con una población extremadamente envejecida, una capacidad productiva en constante disminución y un gasto social tan elevado que hará difícil el pago de tantos impuestos. Los Estados modernos saben que, de todos sus problemas, junto con el pago de las abultadas deudas públicas, el invierno demográfico es el que plantea una peor solución. 

Si la estructura de gasto público va a ser difícil de mantener, es necesario garantizar la permanente llegada de nuevos cotizantes que aporten el pago de los seguros sociales y de los impuestos al sistema, con un gasto desbordado. Potenciar el crecimiento de la familia sería una solución eficaz. 

“Los últimos años arrojan datos de la caída constante de las cifras de natalidad –explica María José Olesti–. España, además, se posiciona como el segundo país con la tasa más baja de la Unión Europea”. A pesar de las cifras, solo “algunos gobiernos autonómicos, como el de la Comunidad de Madrid, han elaborado estrategias para fomentar la natalidad.  Sin embargo, todavía no se han tomado medidas a nivel nacional que ayuden a revertir esta situación dando la estabilidad necesaria que requiere la decisión de formar una familia”. 

Desde The Family Watch, observatorio dedicado al análisis de los problemas y retos de las familias, ven clara esa necesaria apuesta por las familias, que reconozca “el valor que tiene la maternidad desde el ámbito laboral, político y social, para que las mujeres que libremente desean ser madres, no se vean triplemente penalizadas por ser mujer, por trabajar también fuera de casa y por querer ser madre”.

Pero, muy pocos Estados apuestan por ella y la mayoría cifra la solución en la llegada de inmigrantes. Sin embargo, Olesti explica que “los datos nos demuestran que ni siquiera la inmigración está consiguiendo paliar el bajo número de hijos por mujer y se hace, por tanto, más necesario que nunca emprender medidas de calado: un Pacto de Estado por las Familias, que esté por encima de mayorías parlamentarias, en el que se establezca la perspectiva de Familia con carácter vinculante poniendo a las Familias en el centro de la agenda política y social”.

La familia, un bien imprescindible para el Estado

Cada vez más difícil

Pero la realidad económica y social ha desalentado a los españoles, que sienten que cada vez es más difícil formar una familia. Según el Barómetro de la Familia de The Family Watch, la única encuesta que se realiza en España directamente a familias para conocer sobre sus preocupaciones, necesidades, etc., ocho de cada diez entrevistados consideran que existen más dificultades hoy a la hora de formar una familia que respecto a generaciones anteriores y tan solo la mitad de los encuestados afirman que el hecho de formar una familia está bien valorado en los planos social y laboral, especialmente entre los mayores de 45 años.

La respuesta de las personas más jóvenes es preocupante. Explica Olesti que para ellos “viajar, prosperar a nivel laboral e incluso formarse académicamente, son aspectos prioritarios en sus vidas; quedando el formar una familia en último lugar”. Este proceso está muy relacionado con el valor que el conjunto del Estado da a la familia: “Cuando las familias no están, de facto, en el centro de las decisiones políticas, cuando no se priorizan leyes que sirvan para mejorar el bienestar de estas, ayudando a dar valor al esfuerzo, el tiempo, y por qué no decirlo, también el dinero que invierten; la percepción es que no se valora a la familia como principal elemento de cohesión social y célula esencial de la sociedad”.

La familia desdibujada

El problema radica en que, para algunos Gobiernos, evitar que la familia tenga fuerza, romper los lazos internos, es una oportunidad para controlar al individuo que, desasido del entorno en el que se siente seguro, es fácilmente manipulable. “Los datos demuestran que, si tenemos familias fuertes, tendremos sociedades fuertes”, apunta María José Olesti a Hacer Familia. “Durante las distintas crisis en España pudimos constatar ese ‘efecto bunker’ que tienen las familias siendo una gran red de solidaridad. Las familias fueron entonces y siguen siendo hoy, el ‘colchón’ principal para todos sus miembros que reciben apoyo no solo económico sino también y de manera muy especial anímico y emocional”.

La parte más negativa de esta ecuación es que el panorama intrafamiliar también está cambiando y muchos hogares se han contagiado de ese nihilismo imperante: “los cambios sociales que están afectando también a las familias dejan ver cómo crecen las cifras de soledad no deseada en nuestros mayores. Y como nuestros jóvenes, y ya no tan jóvenes, priorizan su ocio y formación personal posponiendo el formar una familia o tener hijos”. 

A esta situación contribuyen numerosos aspectos. “Desde los medios de comunicación, la publicidad, las propias empresas etc., y la sociedad en general se promueve más la cultura del hedonismo, la de evitar el esfuerzo, el sacrificio y más en centrarse en la búsqueda de la felicidad personal, un individualismo, en definitiva, que también se apoya desde las leyes y los Gobiernos”.

Una inversión asegurada

Numerosos estudios demuestran que el entorno familiar proporciona mejores condiciones para el desarrollo de las personas en esferas como el éxito académico o la estabilidad emocional. Por ejemplo, como apunta Olesti, “quienes forman una familia estable tienen mayor esperanza de vida y menores índices de enfermedades mentales, alcoholismo y violencia doméstica. Los hijos de estas familias, destacan estos estudios, muestran menores índices de mortalidad infantil, menores índices de alcoholismo y drogadicción, menores índices de delincuencia a partir de la pubertad, mejores resultados académicos, menor incidencia de enfermedades mentales, etc. Incluso, desde un punto de vista económico, muestran que la familia estable es la opción que menor coste le supone, tanto para sus miembros como para el Estado”.

En sentido contrario, “existen muchos datos que cifran el coste de las rupturas familiares para el Estado en varios miles de millones de euros, teniendo en cuenta la carga que supone sus consecuencias en prestaciones sociales, seguridad social, acogida de menores, etcétera”.

La familia en positivo

María José Olesti sabe que la solución pasa por cambiar el paradigma y devolverle a la familia el papel que de verdad juega en la sociedad. “Hoy más que nunca tenemos la responsabilidad de hacer ‘pedagogía de la familia’. Esa familia que está por encima de cualquier ideología, o color político; esa familia que es el elemento fundamental de la sociedad y medio natural para el crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, cualquiera que sea su ciclo de vida. Por eso es importante recordarles a los responsables políticos, a los gobiernos y a las Administraciones Públicas, que invertir en las familias es invertir en quienes generan capital humano y en las únicas que son capaces de conseguir el progreso y la sostenibilidad de un país”.

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