Cuando vemos a unos niños bien educados, nos preguntamos «¿cómo lo habrán hecho?». Sin duda, esto no sucede de la noche a la mañana, y lo cierto es que esos padres «algo habrán hecho bien». Y es que para formar bien a los hijos, los padres tienen que trabajar y aprender mucho, pero el resultado merece la pena. Pilar Utrera Villalba, más conocida como Kiruca, bien lo sabe.
Esta malagueña, casada y madre de 4 hijos, licenciada en Ciencias de la Educación y Psicopedagogía por la Universidad de Navarra, que desde hace más de 15 años trabaja como orientadora en un centro escolar madrileño, acaba de publicar Lo que no te han contado sobre tu hijo y te gustaría saber (Palabra), un libro de ideas claras sobre lo hay que hacer para educar a los hijos con una pedagogía de vida nueva. Con ejemplos prácticos y concretos, Kiruca te invita a que descubras lo que nadie te ha contado sobre tu hijo y te gustaría saber.
Todo lo que nos encantaría saber sobre nuestros hijos
¿Qué debemos aprender los padres para educar a nuestros hijos y sentir que realmente lo estamos haciendo bien?
Lo primero demostrarles lo mucho que les queremos a pesar de que se equivoquen y de que hagan las cosas mal para fomentar precisamente esa confianza de que puedan venir a nosotros hagan lo que hagan y lo segundo, pase lo que pase, nunca sentirnos culpables.
¿Qué nos pueden contar sobre nuestros hijos y nos encantaría saber?
Muchas experiencias y anécdotas. El porqué de contarte algo que no sabes quizá es porque cuando nosotros dejamos a nuestros niños y niñas en la puerta del colegio, llega un momento en el que, pasado ese umbral, ocurren muchas cosas que a veces no sabemos. Y luego, cuando nuestros hijos llegan a casa, muchas veces no hay tiempo para que realmente puedan manifestar todo lo que ha pasado en un día de colegio. Pues imagínate todo lo que puede pasar en un año de colegio o en 17 años en total. Por eso, lo que he contado es todo eso que se ve desde el otro lado, para que tengáis más contexto a la hora de educar a vuestros hijos, con esa información que también se puede ir atesorando año tras año desde la perspectiva de la orientadora de un colegio.
Sin embargo, también hay cosas que no nos gustaría no saber…
Bueno, creo que lo peor es precisamente no enterarse o no enterarse a tiempo. Es lo que yo llamo el síndrome de «a mí no me va a pasar». Cuando uno se cree esto para sí mismo, toda esa curiosidad intelectual que traemos de fábrica se cierra. Entonces a lo mejor hay una determinada charla a la que ya no vas, hay un determinado evento en el que a lo mejor desconectas y pierde totalmente la atención para ti determinado tema. Y entonces creo que lo peor que nos puede pasar es precisamente creer que a nosotros no nos va a pasar porque entonces no podremos formarnos para educar en prevención. En los más de 15 años que llevo en la docencia, sé por experiencia que hay muchas sorpresas y tenemos que estar preparados.
¿Hasta qué punto crees que es importante tener paciencia para educar a nuestros hijos?
Hasta el infinito y más allá, para que no eduquen nuestros nervios, sino que eduquemos nosotros. Paciencia para que no eduque nuestra prisa o la vergüenza que tenemos cuando está montando un número en un lugar público, porque tenemos que educar nosotros, porque luego las personas que están en ese lugar se van a su casa, pero no se van con tu hijo. Quiero decir que la reacción en ese momento queda tanto en tu mente y en tu corazón como en la de tu hijo. Esas personas se han ido a su casa y con quien tú te vuelves a casa es con tu hijo: entonces paciencia infinita y prudencia, si se puede también. Y si no se puede porque hemos sido imprudentes o impacientes, entonces en el momento en que ya ha pasado la tormenta y llega la calma tener una conversación en donde se le explique a ese niño el por qué de nuestra reacción: «mira he reaccionado así porque teníamos prisa o porque me estaba poniendo nerviosa» para que este momento educativo sirva también a posteriori para que ellos nos conozcan y sobre todo para ayudarles a interpretar esa realidad. De esta manera podrán aprender a interpretarla en positivo.
¿Cómo deberíamos educar a nuestros niños para que sean felices?
Aunque a priori pueda parecer complicado, en la práctica me he dado cuenta de que si educamos para que no se aferren a su plan A y educamos para que tengan herramientas para afrontar lo que ocurra o lo que ellos no esperan, estaremos educando en felicidad. Les estaremos dando una de las mejores herramientas para ver la oportunidad donde otros ven un problema.
Los padres debemos de dar ejemplo, pero ¿cómo hacerlo cuando quieres ofrecer la mejor versión de ti mismo para generar optimismo y felicidad?
Con nuestro ejemplo, podemos enseñarles e inmunizar su corazón frente al pesimismo. Un niño, sobre todo cuando es pequeñito, si te fijas, cuando ocurre cualquier cosa, ¿qué es lo primero que hace? Mira a su padre, a su madre o al adulto de referencia que tiene más cerca. En función de cómo reaccione esa persona, él está aprendiendo a interpretar la vida. Entonces a mí me gusta mucho pensar que los padres, dando nuestro ejemplo, lo que estamos haciendo es acompañar a nuestro hijo en la vida como si fuera como una partitura musical: nosotros estaríamos poniendo la clave.
¿Por qué consideras importante aprender a sufrir lo justo para superar obstáculos?
Muchas veces los niños y las niñas sufren más precisamente porque nosotros hacemos esos obstáculos más grandes de lo que son. Entonces si nosotros no hacemos castillos de un granito de arena, los niños sufrirán lo justo por lo que venga, pero no por lo que nosotros agrandemos y amplifiquemos los problemas por nuestra percepción personal. No es que les tengamos que ahorrar el sufrimiento, porque el sufrimiento va a venir solo, con los obstáculos. Si les enseñamos a ver en los obstáculos, sufrimientos grandes porque los interpretamos como dramas, les costará mucho más tener éxito académico o éxito en las tareas que se propongan, porque muchos directamente ni lo intentarán. Verán el muro tan alto que dirán, yo por aquí no paso. Yo creo que, si aprendemos a sufrir lo justo, los obstáculos no los vamos a ver tan grandes.
Enfocas el tema de la obediencia desde una perspectiva completamente nueva. Dices que aprender a pensar diferente es darles motivación para obedecer. ¿Cómo explicas esto y por qué funciona?
La obediencia tiene un mayor contenido emotivo y un mayor contenido afectivo si les enseñamos a pensar diferente, interpretando esa norma como un «te lo digo porque es por tu bien y yo lo que quiero es que me hagas caso». Les pido a las familias que piensen en que a todos nos gusta que nos hagan caso y cuando un niño te obedece significa que te hace caso. Entonces, ya ahí le estamos enseñando a pensar diferente porque ellos perciben que «lo que quieren mi mamá y mi papá es que yo les haga caso».
En el tema de la obediencia, el que nosotros les hayamos enseñado a pensar diferente les ayuda, por ejemplo, a interpretar en positivo una orden.
No es lo mismo pedir de una manera que pedir de otra, es decir, como se dice en mi tierra, se puede «pedir con gracia», de manera que al pedir parece que estás dando. Pues lo mismo, pero aplicado al terreno educativo. Una de las cosas que digo es poner siempre el nombre por delante, «Eva, Gonzalo, Pablo, puedes por favor, o me haces un favor…». Y entonces el niño, por supuesto, que quiere hacer un favor a su padre o a su madre. Así, de entrada, ya estamos predisponiendo a los niños a que nos obedezcan. De esta manera, enseñándoles a pensar diferente, conseguimos que vean la orden no como una imposición sino como una muestra de cariño incluso.
También tratas de una manera diferente el tema de la empatía y la amistad. ¿Qué debemos tener claro los padres para no confundir empatía con hacernos amigos de nuestros hijos?
Realmente, para todo en la vida, creo que la empatía es una habilidad muy útil. Nosotros podemos ponernos en la mente de nuestro hijo, porque hemos tenido también 7 o 15 años como ellos, y esto nos va a ayudar mucho a comprenderlos y a sopesar muy bien cuándo les estamos llamando la atención, por qué y en qué grado. ¿Ser amigos de ellos? Pues es que no somos sus iguales, ni creo que tengamos que pretender serlo. Otra cosa es que entendamos mal que la confianza se consigue siendo sus amigos. Creo que debemos enseñarles a que tienen que tener amigos y buenos amigos, personas en las que puedan confiar. Y ellos están ahí, en su grupo de iguales, pero en otro grupo bastante más cercano y bastante más incondicional, por encima de todos, están sus padres. Hagan lo que hagan, pase el tiempo que pase. A través de la empatía podemos llegar mucho más lejos en la amistad de un hijo que un igual, porque además tenemos la ventaja de que lo conocemos muy bien. Y entonces se puede desarrollar un vínculo mucho mayor que el que pueda tener tu hijo con un amigo, con un igual.
¿Cuáles son los efectos colaterales de criar a los niños con pantallas?
Ya los estamos viendo. La sobreestimulación no es positiva. Estamos viendo aulas llenas de niños y adolescentes con trastorno por déficit de atención. Vemos niños y niñas con muchas dificultades para concentrarse en una sesión académica de más de 40 minutos. Estamos viendo niños que no son capaces de aguantar más de 20 minutos prestando atención a un largometraje. Como consecuencia, estos niños tienen que hacer varias cosas a la vez. Están con el álbum de cromos, y además con la pantalla y, con suerte, con el libro de Naturales abierto. Con esta sobreestimulación no estamos haciendo niños más inteligentes, más capaces, sino niños cada vez más dispersos, que no realizan ninguna tarea en profundidad y por tanto no disfrutan de ninguna. Tenemos que enseñar a nuestros niños y niñas a disfrutar de lo que hacen y a centrarse en una cosa. Esto les va a dar también un orden mental que les va a venir muy bien a la hora de enfrentarse a los estudios con éxito.
Siguiendo con el tema de los estudios, me ha sorprendido el nombre de tu método: MyWay. ¿En qué consiste y cuál es el secreto para tener éxito en los estudios?
Quise buscar un término llamativo, que a la gente se le quede grabado, porque métodos y técnicas de estudio hay un montón, pero cada uno, conociéndose, tiene que tener su propio método. Eso sí, mi método de estudio está basado en técnicas de estudio y motivación.
Porque cuando te enfrentas al estudio, si tienes unas buenísimas técnicas de estudio, pero no tienes ganas, no tienes nada que hacer. Y si tienes muchísimas ganas, pero no tienes unas buenas técnicas, tampoco.
Entonces, la primera premisa es esa, que son técnicas de estudio y de motivación, y que van, en mi método, totalmente unidas. Y luego, como todo método, tiene unos pasos, que voy desgranando en el libro, poco a poco, para que el lector los vaya trabajando con sus conocimientos, con su bagaje y con su pasado.
¿Y esto qué quiere decir?
Pues que si uno de los pasos del método de estudio es que tenemos que comprender lo que leemos, debes utilizar las técnicas de estudio que yo propongo, pero adaptadas a tu forma de ser, a tu bagaje y a tu vocabulario. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que si el que te enseña a estudiar te da esas herramientas con su bagaje y con su vocabulario, cuando llegues al examen, te pasará lo típico: «se me ha olvidado, ayer me acordaba y hoy no me acuerdo» y se acordará el que te ha dado esas herramientas. Entonces por eso insisto mucho en que las asociaciones de ideas y el vocabulario para realizar las palabras clave deben ser propias para que nos ayuden a memorizar grandes cantidades de contenido: tienen que salir de nuestra propia creatividad y de nuestro propio vocabulario. Como esa asociación nos sale sin querer, la enganchamos al contenido que queremos aprender, y luego en el momento que queremos recordar el contenido, va todo el recuerdo en cadena. Funciona muy bien, la verdad. Pero bueno, es muy complicado explicarlo así, y lo tenéis más detallado todo en el último capítulo del libro.
Marisol Nuevo Espín
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