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Jaime Sanz Santacruz: «En una familia, donde se escuchan los unos a los otros, hay cariño»

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Normalmente, parece que siempre estamos escuchando, pero en realidad oímos y solo escuchamos activamente cuando prestamos atención a lo que nos esstán diciendo. Por eso, escuchar es mucho más que oir, es respetar a los demás, comunicar y amar.

Este es el mensaje de don Jaime Sanz Santacruz, que es capellán de la sede de posgrado de la Universidad de Navarra en el Campus de Madrid y acaba de publicar El valor de la escucha para el buen gobierno (Editorial Palabra), donde defiende que la escucha solo conlleva beneficios.

Tratar con las personas enriquece nuestro conocimiento de la realidad y mejora nuestros propios puntos de vista con lo que aprendemos de los demás. Tras la lectura de estas páginas este autor desea que «aprendas más de lo que escuches, escuches más y preguntes la opinión a los demás».

¡Te escucho!

¿Cuál es la diferencia entre escuchar y simplemente oír? ¿Por qué es importante hacer esta distinción?
Cuando uno escucha siempre se interesa por lo que le están diciendo, en cambio uno puede oír sin atender, e incluso pareciendo que muestra atención a lo que el otro le dice, pero no es así. Es lo que suelen preguntar las madres al hijo que no les hace caso. «Pero, ¿me estás escuchando?». No solo es una diferencia que podríamos llamar auditiva, sino que en el fondo cuando uno muestra interés por lo que le dicen desea aprender del otro, con lo que demuestra una actitud humilde, que busca aprender. En una familia, en cualquier organización es esencial la buena comunicación. Que los padres a los hijos, los esposos entre ellos o los miembros de un colectivo se puedan decir las cosas unos a otros, con respeto y con cariño, lo que hace que mejore la convivencia, y el trabajo sea más eficaz. Una familia en la que se escuchan unos a otros, muestran interés unos por otros, es una gozada, porque se nota allí hay cariño.

¿Cree que, si comunicáramos mejor, nos escucharían de forma activa?
Es cierto lo que dices que muchas veces la clave para instaurar esta cultura de la escucha está en una buena comunicación. Para comunicar mejor hay que ser concreto en los mensajes, comprensivo con la capacidad de entender del interlocutor -que quizá no tiene el mismo conocimiento del asunto que puedo tener yo – y abierto a una respuesta contraria, estando dispuesto a cambiar la propia opinión. Comunicar no es sólo transmitir el mensaje que quiero hacer llegar al otro, sino estar abierto a cambiar el mío con lo que el otro me diga. Esta apertura forma parte de lo que llamaríamos una escucha activa

¿Por qué es importante practicar la escucha activa en nuestras relaciones personales y profesionales?
Es evidente que cuando nos escuchamos unos a otros, como antes decía, mejora la convivencia y las relaciones personales se convierten en fluidas y auténticas. Poderse decir las cosas porque sabes que los demás las van a escuchar con interés (esto en realidad es una tautología), hace agradable las relaciones personales, enriquece una barbaridad a las personas que se enriquecen con los conocimientos y maneras de pensar del otro, y crea un clima de serenidad en los ambientes en los que uno se desenvuelve. Es muy triste llega a un sitio con ganas de contar algo que te ha sucedido y no tener a quién podérselo contar. Y esto por desgracia, pasa más de lo que pensamos. Basta con que uno haga un poco de examen personal*

¿Qué papel desempeña la empatía en el acto de escuchar y comprender las necesidades de los demás?
La empatía es un elemento esencial porque cuando te pones en el lugar del otro, entiendes mucho más lo que te dice y quiere transmitirte. Muchas veces cuando no nos situamos en las circunstancias de la persona que nos habla, no acabamos de entender por qué piensa así, o tiene una determinada opinión. La comunicación se entorpece y las personas no se acaban de entender, porque falta comprensión. Las personas empáticas tienen un don excepcional para comunicarse con los demás; te entiendes mucho mejor con ellas porque dicen lo que piensan, y no tienen recovecos en su mente, con lo que transmiten mucho mejor las ideas y te entiendes con ellas. Escuchar mejor supone hacer un mayor esfuerzo por ser más empáticos.

¿Qué beneficios tiene escuchar con atención en el ámbito laboral? ¿Cómo influye en el liderazgo?
Un buen líder -en el libro hablo del valor de la escucha para el buen gobierno-, es abierto y comunicativo, accesible y cercano, y no se rodea de un halo de infalibilidad en sus decisiones, que siempre le alejará de la realidad y es fuente de errores mayúsculos. Cuando en una empresa o en una organización, los que la dirigen son cercanos, piden opiniones a los que forman parte del grupo, y cuentan con ellas a la hora de tomar las decisiones, los que trabajan allí se sienten a gusto y se identifican con el propósito de la organización, porque la ven como algo suyo, en la que pueden intervenir. La confianza siempre es bidireccional. Los padres se ganan la confianza de sus hijos con la cercanía y los hijos confían en sus padres porque siempre muestran interés por lo que les pasa. En una organización sucede exactamente lo mismo con el clima de confianza. Mejora el ambiente y cuando las cosas vienen mal dadas, todos se implican en resolver los problemas y salir adelante.

¿Cómo puede la escucha influir en nuestra capacidad para aprender y crecer tanto a nivel personal como profesional?
Cuando escribí este libro, lo hice porque me daba cuenta de que me costaba escuchar. No digo que ahora escuche a todo el mundo con el mismo interés, pero como los amigos que conocían este proyecto me decían en broma que no escuchaba, me apliqué el cuento, y creo que desde que hago este esfuerzo aprendo mucho más de los demás. Me he dado cuenta de que hay gente que sabe mucho, y cuando los escuchas con interés y hasta el final, tus opiniones muchas veces cambian y siempre se enriquecen. La escucha es una fuente impresionante de conocimientos.

¿Cree que si escucháramos más y mejor resolveríamos positivamente la mayoría de los conflictos?
No tengo la menor duda. A mí me ha pasado, en un ámbito más reducido, evidentemente, pero estoy convencido de que, en la vida política, donde vemos por desgracia que la escucha está desaparecida, la convivencia mejoraría muchísimo si atendiéramos los argumentos del otro, en este caso oponente, con la intención de mejorar los nuestros. Sucede en el ámbito de la política local, que no está tan contaminada como la política general y la gente es mucho más cercana. Los políticos se llevan bien entre ellos, se conocen, y hablan mucho más de los problemas y cómo resolverlos. Hay escucha y por tanto hay más diálogo.

¿Qué estrategias y consejos son importantes para mejorar nuestras habilidades de escucha desde la infancia?
Lo primero es escuchar y atender lo que nos dicen. A los niños les encanta que la persona mayor se ponga a su altura, hasta físicamente. Para hablar con un niño hay que agacharse. Cuando lo hacemos, notas que el niño o la niña atiende mucho mejor -de igual a igual-, lo que le dices. Además, cuando uno se siente escuchado, se siente querido, lo que es esencial en la educación de los más pequeños. Veo cada vez más gente que tiene heridas afectivas en ese sentido, porque cuando eran chicos sus padres no les atendieron lo suficiente. Escuchar es querer. Y, por último, cuando uno incorpora argumentos del otro a su propia opinión o razonamiento el interlocutor los hace propios, porque en realidad lo son; has participado en la resolución final porque han tenido en cuenta tus argumentos. Esa decisión, en parte, podríamos decir, es también mía.

¿Cómo afecta la falta de escucha a las relaciones interpersonales y a la productividad en equipos de trabajo? ¿Por qué nos cuesta tanto escuchar?
Trabajar en equipo es algo que ahora es mucho más frecuente. En las organizaciones que funcionan bien, nadie va por libre ni toma decisiones por su cuenta. Las decisiones horizontales, cuando se toman por un grupo, no diluyen la responsabilidad personal, porque colectivamente también nos podemos equivocar, pero tenemos más garantías de que han sido pensadas, y hemos tenido en cuenta otras opiniones distintas a la nuestra Hay un capítulo en mi libro que se titula precisamente así, Por qué nos cuesta tanto escuchar, y ahí señalo algunas razones que te resumo brevemente: porque estamos habituados a no hacerlo; porque pensamos que escuchar es un requisito meramente formal, para acabar al final imponiendo nuestras ideas; por la propia inercia de las cosas: es más cómodo no preguntar y tirar por la calle de en medio, fiándose de la propia opinión o experiencia. Con ello aumentamos la distancia entre las personas, la indiferencia ante la organización o en la propia familia, y perdemos una ocasión de enriquecernos con las opiniones de los demás.

¿Qué impacto puede tener la falta de escucha en la comunicación familiar y en la crianza de los hijos?
Muchísimo. Se nota en las familias en las que hay esta cultura de la escucha, en las que todo les interesa a todos, que hay más cariño, un ambiente más sano, y que cuando surge una dificultad entre ellos, saben apoyarse unos en otros y salir adelante. No se escucha cuando cada uno va a lo suyo, cuando dejamos que el egoísmo o los problemas personales nos absorban, y cuando damos menos importancia a los otros que a nosotros mismos. Escuchar a los demás supone admirarles, descubrir sus cualidades y su ciencia, su sabiduría, y fomentar el deseo de aprender de ellos. En el fondo, escuchar supone quererles más, reírse y sufrir con ellos, compartir tantas cosas que en una familia nos llevan a pasárnoslo en grande con los nuestros. ¡Qué bonita es esta expresión: los nuestros! Escuchar en definitiva es una forma de amar.

Marisol Nuevo Espín

Más información en el libro:

El valor de la escucha para el buen gobierno,de Jaime Sanz Santacruz.

El valor de la escucha para el buen gobierno

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