La vida familiar está llena de riqueza y momentos especiales, pero para mantener el equilibrio y el orden en el hogar hace falta establecer una rutina familiar que nos permita atender las necesidades de todos los miembros, aprovechar el tiempo y fortalecer la educación en virtudes.
La rutina, muchas veces, es vista como un obstáculo para la felicidad ya que se asocia con monotonía o falta de entusiasmo; sin embargo, cuando queremos lograr una vida familiar armónica es necesario establecer ciertas normas o costumbres que faciliten la convivencia y que ayuden a todos a saber cuál es su rol y en qué deben estar.
Buscamos equilibrio, no rigidez
Uno de los aspectos más importantes que debemos tomar en cuenta al establecer una rutina familiar es que nuestro hogar no es un cuartel militar, ni debe parecerse. Buscamos el orden, el aprovechamiento del tiempo y la puntualidad, no porque sean fines en sí mismos, sino porque nos ayudan a ser mejores. Si tenemos esto claro, sabemos que hay que ser firmes y no rígidos. Por ejemplo: el horario de dormir se cumple todos los días en la casa, pero si está la abuela de visita, pues podemos extender un rato la visita y hacerles entender a ellos que primero están las personas.
La firmeza radica en saber valorar los acontecimientos en su justa medida y reconocer lo importante. Así, sin convertir la vida familiar en pura improvisación, enseñaremos a nuestros hijos que la virtud se logra en el justo medio, y que no somos ordenados o puntuales por manía, sino que reconocemos la importancia que tienen el orden y la puntualidad para hacernos mejores personas.
Rutina orientada a la generosidad
Al pensar en nuestra rutina familiar, tenemos que saber que debe estar diseñada para una familia, y lo que la diferencia de otras rutinas escolares o laborales, es que en la familia nos queremos y queremos el bien de los otros. No sirve de nada establecer un horario en el que todos busquen su propio bien sin pensar en los demás, estaremos enseñando a nuestros hijos que la vida familiar es un mero convivir de personas individuales que solo pasan momentos de compañía.
Nuestra rutina familiar debe incluir momentos de compartir, de ayuda mutua y de servicio a los demás. Sólo así lograremos vivir verdaderamente lo que es una familia: un lugar en el que todos nos cuidamos y estamos pendientes los unos de los otros.
La identidad familiar
La rutina familiar también nos ayuda a lograr nuestra identidad familiar, que reune aquellos elementos que nos hacen únicos y nos diferencian de otras familias. Debemos incluir en la rutina algunas costumbres o tradiciones que sean típicas de nuestra familia y que sean disfrutadas y esperadas por todos.
Estas pequeñas tradiciones ayudan a renovar la vida familiar y aumentan el sentido de pertenencia, que es un sentimiento vital en el crecimiento y desarrollo de niños y adolescentes, y que ayuda a fortalecer su autoestima y seguridad porque los ayuda a sentirse parte de algo más grande que ellos.
¿Qué no debe faltar en nuestra rutina familiar?
Es importante destacar que la rutina es una gran aliada en la educación en virtudes. No deben faltar elementos de orden, puntualidad, generosidad y diligencia. Las herramientas como el calendario, el horario o la lista de encargos son esenciales para visualizar los elementos de nuestra rutina y para tener recordatorios visuales de lo que se debe hacer en cada momento, sin que lo padres tengan que decirlo.
Como en todo proceso educativo, el ejemplo es lo más eficaz. Si los padres sabemos ajustar nuestra vida a la rutina familiar, sin cortar los momentos de espontaneidad y creatividad, pero reconociendo la importancia que tiene ésta en el desarrollo de las virtudes; los hijos aprenderán de esta conducta y les será más fácil adaptarse a la rutinyu reconocer sus beneficios.
María Verónica Degwitz. Magister en Ciencias de la Familia y autora del blog En la sala de mi casa.
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