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La importancia de diferenciar entre casa y hogar

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En la vorágine de la vida moderna, donde el tiempo parece esfumarse entre responsabilidades y compromisos, es crucial detenerse y reflexionar sobre la esencia de lo que llamamos hogar. Más allá de las paredes que nos resguardan, ¿realmente estamos construyendo un hogar para nuestros hijos? Hablamos de la diferencia entre casa y hogar, un sutil matiz que impacta en la construcción de la familia y en el fundamento del amor hacia nuestros hijos.

Si nos enfocamos en acciones prácticas al alcance de cualquier matrimonio, surge la pregunta fundamental: ¿nuestros hijos tienen padres y, además, una verdadera casa que llamar hogar? O, de lo contrario, ¿carecen de un entorno con ese toque acogedor?

En el panorama cotidiano, el caos matutino se mezcla con las prisas para llegar a cada destino. Las tardes, si los hijos aún están en la colegio, suelen estar plagadas de compromisos adicionales antes de reunirnos nuevamente en casa para la cena. Actividades extracurriculares, compras, y distracciones varias que pueden alejar a la familia de ese espacio que debería ser su refugio.

Incluso cuando se regresa a casa, después de largas horas de encierro, surge la necesidad de airearse. Afortunadamente, algunas urbanizaciones ofrecen entornos de juego para que los niños puedan liberar energía, brindando a los padres un respiro.

¿Qué hacemos cuando estamos todos juntos?

Ahora, vamos a entrar en el escenario ideal: los hijos están en casa a las siete de la tarde, uno de los padres está presente, y se disponen a estudiar o realizar otras actividades. Sin embargo, a las nueve, la cena demanda atención. ¿Y la televisión? Una elección que puede desviar la atención de la verdadera conexión familiar. ¿Hablamos sobre el día, compartimos experiencias o simplemente nos dejamos envolver por la «caja tonta»?

El desafío radica en aprovechar las ocasiones en las que estamos juntos, observando y apoyándonos mutuamente en los pequeños dramas diarios. Cada pregunta formulada puede ser retórica, pero la clave está en fomentar situaciones que promuevan la unidad familiar, convirtiendo el hogar en un refugio deseado por todos.

Si bien comprendemos que los mayores pueden tener dinámicas distintas, es imperativo crear un ambiente hogareño tan atractivo que la vuelta a casa sea ansiada por todos los miembros de la familia. En palabras de Chesterton, recordemos que cerrar la puerta y colocar la bandera de la familia en la sala de estar o la cocina es un acto de descubrimiento en sí mismo.

En la época actual, rodeados de entornos depredadores, es esencial nutrir ese hogar para que nuestros hijos salgan a la calle con la fortaleza necesaria. Así, en esta Navidad, propongámonos construir hogares resilientes, donde el amor y la conexión sean el cimiento sólido que prepara a nuestras familias para enfrentar cualquier vendaval del siglo presente.

Marisol Nuevo Espín

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