Es la peor pesadilla de unos padres: que sus hijos no consigan entenderse. Puede que no logren congeniar o no sean capaces de compartir juegos, pero la situación empeora aún más si los hermanos se pelean, se pegan o se insultan constantemente. ¿Por qué ocurre esto? ¿Y cómo podemos evitarlo?
La familia es lo más importante. Los adultos lo entendemos a la perfección. Sabemos que el apoyo de los hermanos es crucial en la vida. Pero nuestros hijos no siempre lo ven tan claro y ven en sus hermanos a un enemigo a batir. No paran de pelearse, de insultarse, de denigrarse en público y en privado e incluso llegan a las manos para desesperación de unos padres impotentes que solo aciertan a castigarlos a cada uno por su lado y a rogarles que se traten mejor.
Pero lo que más nos sorprende es que nuestros hijos no son así con otros niños. Solo sacan ese mal genio cuando están con sus hermanos.
El problema es que los hermanos no siempre encajan bien por su temperamento, por sus aficiones, por su edad… Son factores sobre los que resulta muy complejo incidir. Quizá detrás de los malos comportamientos se esconde un problema de celos.
Esta circunstancia es relativamente habitual. Si excluimos casos extremos de violencia entre hermanos y de hijos a padres, que suelen esconder problemas mayores en el entorno familiar, en la mayoría de los casos se trata de familias en las que ha predominado el ejemplo de la armonía entre sus miembros.
¿Por qué se pelean los hermanos?
Los padres han tratado de dar una buena educación pero algo no ha funcionado. Estos son algunos de los motivos que se pueden esconder detrás de los malos comportamientos entre los hijos:
– Búsqueda de atención. Uno de los motivos por los que nuestros hijos pueden esterar teniendo un mal comportamiento es que lo utilicen como una forma de llamar la atención sobre los padres. Eso no significa que los padres se estén ocupando de manera inadecuada de ese hijo. Quizá solo sea una percepción del menor que se compara sin objetividad suficiente con el trato recibido por sus hermanos.
– Castigos «por culpa» de otros. Un niño puede tener la percepción de que sus padres lo regalan constantemente por circunstancias que no entiende como su responsabilidad, sino de algún otro hermano. Eso generará un enorme grado de animadversión entre ellos porque sentirán que ‘la culpa’ de lo que les ocurre es de otros.
– Etiquetas. Cuando repetimos constantemente un defecto de nuestros hijos estamos poniéndoles una etiqueta que ellos harán suya. Lo más probable es que, lejos de considerarlo un punto de lucha en el que tiene que mejorar, se acomoden en ese comportamiento y lo justifiquen con el argumento de que ellos son así y no pueden cambiar.
– Comparaciones. Los padres sabemos que las comparaciones son terreno prohibido en la educación en una familia con varios hermanos. Pero a veces lo olvidamos y ese minuto basta. A veces sencillamente alabamos más a uno que a otro y, sin darnos cuenta, establecemos también una comparación.
– Diferencias de edad y madurez. Cuando tenemos hijos con edades muy dispares, con procesos madurativos diferentes o, sencillamente, con una madurez distinta aunque tengan una edad próxima, pueden no llevarse bien porque ven en el otro una molestia.
Lo que está en nuestra mano
Nuestro reto como padres no es pequeño. Podemos comprender que un niño no se lleve bien con determinado compañero de clase y que evite las situaciones en las que tenga que compartir tiempo y espacio con él. Pero no podemos consentir esta circunstancia entre hermanos porque están ‘obligados’ a entenderse puesto que comparten lo más importante que tienen la familia.
Cómo limar asperezas entre hermanos
Aportamos algunas claves que pueden servir para limar asperezas entre los hermanos:
1. Fomentar actividades que generen momentos divertidos en común. Si generamos en nuestros hijos un recuerdo positivo de sus vivencias con los hermanos, habremos conseguido que inicien el acercamiento y que sus puntos de conexión sean más fuertes que los que les separan.
2. Generar un frente común. En ocasiones, una manera de unir a los hermanos es que se vean obligados a enfrentarse a un reto común que requiere de su mutuo apoyo. Por ejemplo, si van juntos a un campamento, les puede servir para valorar más el que se tengan cerca uno al otro.
3. Propiciar que unos cuiden de los otros. Para conseguir que los hermanos se lleven bien es importante que aprendan a hacer cosas por los demás. Por eso, entre los encargos que realicemos habitualmente a nuestros hijos, parte pueden estar destinados a ayudar a otro en algo. Acabarán por acostumbrarse a cuidar los unos de los otros. El hábito hace virtud. A veces olvidamos que la mejor manera de afianzar un comportamiento es repitiéndolo.
4. Plantear la buena relación en positivo. Un error común de los padres es plantear la vida de dos hijos que no se llevan bien como una constante lucha que siempre acaba en castigo por separado, a amabas partes o a una de las dos en liza. Pero ese enfrentamiento se debe ir planteando en positivo, con un ‘tenéis que llevaros bien’ o un ‘debéis respetaros’ en lugar de un ‘no os insultéis’.
El problema del respeto
En pocos hogares descubriremos verdaderas peleas físicas entre hermanos, más allá de los juegos habituales. Sin embargo, es cada vez más frecuente que las agresiones sean de carácter verbal. En efecto, uno de los problemas que se está detectando en las nuevas generaciones es la tendencia a faltar al respeto.
Se han banalizado el insulto y la palabrota, posiblemente como consecuencia de la permeabilidad de las series infantiles y juveniles, de los youtubers y los gamers. Por eso es tan importante que los padres inculquen en sus hijos el valor del respeto al prójimo, la sensibilidad y la prudencia al expresar opiniones.
Silvia García Paniagua
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