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Cómo hacer un árbol genealógico sin andarse por las ramas

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¿Saben nuestros hijos quiénes eran sus tatarabuelos? Y, ¿nuestros primos hermanos? ¿Acaso podrían decirnos de carrerilla los apellidos completos de sus abuelos maternos?… Confeccionar el árbol genealógico familiar no sólo puede ser un entretenimiento muy divertido para toda la familia sino que, además, podría ser la excusa perfecta para estudiar nuestro linaje. La sangre de Duques, Marqueses o incluso -por qué no- de los mismísimos Reyes Católicos podría correr por nuestras venas.

A la hora de definir «genealogía» encontramos dos acepciones. La primera es la que se atribuye a la serie de ascendientes de cada individuo. Según este significado todo el mundo tenemos nuestra propia genealogía, seamos conscientes de ello o no.

Un segundo sentido sería el que hace mención a la rama o ciencia auxiliar de la Historia que estudia la serie de los ascendientes de cada persona y familia, y busca la manera más técnica de representar dicha serie. La expresión técnica de los datos de nuestros antepasados es la que se representa a través del llamado «árbol genealógico«.

Los inicios del árbol genealógico: ¡abuelo, cuéntame…!

Si hemos decidido iniciarnos en este atractivo mundo descubriremos que existen dos formas de encontrar información sobre la historia familiar. Una de ellas es la tradición oral. Este suele ser el método más sencillo y natural de conseguir ciertos datos, sobre todo para los más pequeños de la casa. Preguntando a los abuelos, a los bisabuelos (si aún viviesen), a los tíos… se pueden recoger sus datos y los datos de los padres y abuelos de cada uno de ellos. De esta sencilla forma se puede llegar a conocer sin excesiva dificultad los datos más relevantes de hasta cinco generaciones, contando nuestra propia generación claro está.

Estas charlas con la familia nos permitirán conocer, además, las líneas familiares más longevas (esa tía-abuela de mamá, por ejemplo que vivió 99 años) o, por qué no, algunas curiosidades sobre nuestros antepasados más recientes (todos somos pelirrojos en casa porque nuestra tatarabuela, sin ir más lejos, se casó con un gran hombre con ese color de pelo).

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Documentos para crear el árbol genealógico

Cómo crear un árbol genealógico

Pero no debemos darnos por satisfechos con los datos que hayamos obtenido a través de nuestros familiares más directos, aunque éstos sean muchos. Y es que existe otra vía que también podría proporcionarnos una gran cantidad de información: la vía documental.

Dicho procedimiento suele ser variadísimo e, incluso, ilimitado. Para dar el primer paso lo usual es comenzar a trabajar con las partidas de nacimiento, de casamiento y de defunción. A partir del 1 de enero de 1870, en todos los ayuntamientos de España se crearon una serie de Registros Civiles. Gracias a ellos podremos obtener tantas partidas de nacimiento, casamiento y defunción como necesitemos. Siempre eso sí, que las personas a las que estemos intentando localizar se encuentren inscritas allí.

En las ciudades, este tipo de archivos suelen encontrarse en los Juzgados. Como en esos documentos se hace referencia a los padres y abuelos de quien es la partida, con este sencillo mecanismo conseguiremos obtener los datos de dos generaciones más.

Archivos eclesiásticos: otra fuente del árbol genealógico

Para los datos anteriores a 1870 tendremos que recurrir a una fuente diferente: los archivos eclesiásticos. En cada parroquia existe un archivo de estas características y en él los libros sacramentales. Los más importantes son tres: de bautismo, de matrimonio y de defunción.

Estos registros se crearon a partir de la ley eclesiástica del Concilio de Trento. Comienzan, en algunos casos, en la segunda mitad del siglo XVI, aunque en nuestro país ya existían libros con este tipo de características mucho antes de que fuesen obligatorios por ley conciliar.

En algunas parroquias de nuestro territorio podemos encontrar libros sacramentales que datan, incluso, del siglo XV. Desgraciadamente muchos de estos archivos desaparecieron presa del fuego, sobre todo en Andalucía donde en el año 1936 se quemaron multitud de libros eclesiásticos.

Los Archivos Diocesanos pueden ser también de utilidad. Sobre todo en los casos en los que las decisiones superaban las atribuciones de los párrocos, como en los matrimonios con cierto grado de consanguinidad.

Toda la vida en el árbol genealógico

Todo este trabajo es bueno que lo hagamos lentamente. De tal modo que podríamos convertir esta labor investigadora en una afición familiar para toda la vida. Cuando solicitemos una partida de bautismo o de otro tipo debemos ser conscientes de que existen de dos clases: literales y extractadas.

Las primeras son las más útiles para la ejecución de nuestro Árbol Genealógico pues en ellas se pueden encontrar más datos .Además, de los archivos que hemos mencionado, en España encontraremos otras fuentes de gran valor histórico: el archivo Histórico Nacional, en Madrid (1866), el Archivo de Simancas (1540), el Archivo de Indias, en Sevilla, el Archivo de la Corona de Aragón, iniciado en el siglo IX… son algunas de ellas.También existen registros particulares de valioso interés a los que, si así lo deseamos, podremos recurrir (como los del Duque de Veragua, de Alba, de Medinasidonia, etc).

Método y orden

A medida que vayamos recopilando nuestros datos familiares tendremos que desarrollar ciertos hábitos de método y orden. Sin ellos, las partidas se irían acumulando con el consiguiente peligro de que se llegasen a perder.

Para evitar que ocurra algo similar procuraremos realizar un esquema para la obtención de la mayor cantidad de datos posibles de cada antepasado. Después, intentaremos archivar los documentos y recuerdos en su correspondiente carpeta. Esta es una labor de la que se pueden encargar perfectamente los niños ya que les permitirá adiestrarse en esta labor tan necesaria de cara al futuro.

Los árboles genealógicos y su representación 

Árboles genealógicos ascendentes y descendentes

Una vez que tengamos todos los datos en nuestro poder podremos proceder a la realización del árbol genealógico. A través de él representaremos a cada uno de nuestros ancestros junto a su descendencia. Para hacerlo tendremos que decantarnos por un modelo u otro de árbol pues existen varios: el árbol genealógico circular, en abanico, de cuatro generaciones desarrollado sobre un cuadrado…

Por lo general, este tipo de representaciones se suelen clasificar en ascendentes y descendentes. Los primeros son aquellos que partiendo de una persona, se confeccionan poniendo sus antepasados: primero, los padres y después, los padres de éstos y así unos detrás de otros.

Los segundos, los descendentes, suelen definirse como la representación gráfica de todos los descendientes de un sujeto. Así si se tratase de nuestro propio árbol genealógico primero nos situaríamos nosotros. Después pondríamos a nuestros hijos y así sucesivamente.

Árboles genealógicos ascendentes o descendentes

Los más sencillos de elaborar suelen ser los árboles genealógicos ascendentes. Así si nos decantamos por un modelo de estas características proporcionaremos a cada miembro de nuestra estirpe un número. El número 1, por ejemplo, seremos nosotros mismos. A continuación de este número escribiremos nuestro nombre y apellidos. Debajo de estos datos tendremos que indicar otras informaciones adicionales mediante una serie de signos. Mediante el símbolo = indicaremos matrimonio, con el + determinaremos una defunción, el asterisco es el signo universal del nacimiento…

Los números 2 y 3 son la segunda generación, nuestros padres. Primero pondremos al varón y después a la mujer. De este modo siempre sabremos que los números pares son varones mientras que los impares son mujeres.

Los números del 4 al 7 son la tercera generación, los abuelos primeros y así sucesivamente. A este método, quizá el más sencillo de todos, se le suele denominar Sousa, ya que ha recibido el nombre del famoso genealogista portugués.

Irene Gutiérrez
Fuente: Hermenegildo de la Campa. «Cómo hacer un Árbol Genealógico». Narcea, S.A. Ediciones

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