Tras el generoso acto de adoptar a un hijo al que se recibe como propio, nos queda el reto de explicarle esta situación. Aunque nos genere miedos por la respuesta, se puede explicar.
El proceso previo a la decisión de adoptar a un niño conlleva la realización de una serie de preguntas de gran alcance sobre las razones y motivaciones subyacentes, la capacidad emocional, psicológica, económica, familiar, etc. para realizar la adopción, así como sobre sus posibles consecuencias.
Es normal que, con independencia de las grandes dosis de valentía y amor que son necesarias, los padres sientan un cierto vértigo ante la decisión tomada, que involucra totalmente a cada uno de los cónyuges y a su matrimonio.
El matrimonio y la adopción de un hijo
Todo matrimonio que ha meditado profundamente sobre las razones, motivaciones y consecuencias de la adopción llega al menos a las siguientes conclusiones.
En primer lugar, que adoptar es recibir como verdadero hijo a una persona que no lo es desde el punto de vista biológico, y todos los hijos nacen para ser amados incondicionalmente.
En segundo, que el vínculo más fuerte que genera la adopción es el amor de los padres adoptivos hacia el hijo, que es total y absoluto, y por tanto para toda la vida. El amor incondicional y para siempre plantea la pregunta sobre su origen. Mientras que el amor de unos padres hacia sus hijos biológicos se da por hecho de manera natural y, por tanto no requiere de ninguna explicación, el origen del amor hacia los hijos adoptados no es tan obvio.
Por ello, uno de los momentos más complicados para unos padres adoptivos es precisamente aquel en el que se plantean cómo explicar a su hijo adoptado tanto sus orígenes y su historia como el origen y la historia de su amor hacia él.
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¿A partir de cuándo debe saber mi hijo que es adoptado?
La principal causa del miedo y la inseguridad que suele caracterizar estas situaciones es la posibilidad de que el hijo se sienta poco deseado. Aún más difícil que buscar y encontrar el momento de contar es el acertar con la manera de hacerlo. Aunque no existe una fórmula mágica para contarle a un hijo que es adoptado y mucho dependerá de la edad y grado de madurez, es importante tener en cuenta que una sola conversación no es suficiente y que lo normal es que el tema se trate con frecuencia a lo largo de los años.
Por ello, lo más recomendable es comenzar a tocar el asunto con naturalidad y delicadeza, tanto por los padres como por los hijos biológicos de estos si los tuvieran, desde que el hijo llega a su nuevo hogar.
1. Antes de los 3 años. Es recomendable que el niño conozca parte de su historia antes de entrar en el colegio a los tres años, y siempre mejor por boca de sus padres y no por otras personas. En esa etapa de la vida del niño conviene explicar la adopción con ideas sencillas y con mucho cariño, ampliando la información a medida que la vaya reclamando. Hasta los seis u ocho años el niño no tiene la madurez suficiente para entender el término adopción. La adolescencia es un periodo particularmente delicado, pues a las dificultades propias de esa etapa se añade el deseo de los hijos de conocer su pasado y aceptarlo, algo clave para que puedan desarrollar adecuadamente su personalidad. Por parte de los padres es necesaria una actitud de apoyo, comprensión y una buena dosis de paciencia.
2. Decírselo juntos. Es bueno que ambos padres, de forma conjunta, transmitan la noticia al niño. Pueden ayudarse para ello de fotografías, cuentos y enseres que el niño trajera consigo al entrar en su nueva familia.
3. Una decisión nuestra. Cuando el niño pregunte por las razones que llevaron a sus padres biológicos a darle en adopción, o si los padres adoptivos deciden tratar ese asunto por propia iniciativa, es fundamental que estos dejen claro al niño que él no tuvo ninguna responsabilidad ni culpa alguna por la decisión que tomaron sus padres biológicos.
4. Para siempre. Es necesario y tranquilizador para el hijo que sus padres adoptivos le hagan ver la irreversibilidad de la adopción y que al hijo le quede claro que esta es para siempre.
5. Sin retrasos. Muchos padres adoptivos tienen miedo a dar la noticia y van retrasando el momento de hacerlo porque temen -erróneamente- que la verdad pueda romper el vínculo afectivo que se ha creado. Aquellos que sientan este miedo deben ser conscientes de que al dar esa ‘noticia’ actúan como los padres que dan el nombre a un hijo y así le introducen en el mundo, otorgándole su lugar y promoviendo su identidad personal. A la par que le introducen en la verdad, han de acoger amorosamente al niño con todas sus dudas, miedos e inseguridades, fomentando la comunicación e intentando comprenderle.
El hecho de ser un niño adoptado supone un conocimiento y un proceso que necesita tiempo, paciencia y mucho amor. Los padres tienen que ser capaces de conocer y reconocer el miedo y el dolor de su hijo, ayudándole a la vez a crecer desde él.
No hay que tener miedo ante las consecuencias de la adopción, pues es un gesto de amor enorme y un signo de esperanza y confianza en el futuro que marca de manera positiva e indeleble tanto la vida de los padres como la del hijo. No hay fuente de alegría más viva y caudalosa que la de saberse amado incondicionalmente y para siempre.
La paternidad adoptiva abre un horizonte inmenso de felicidad tanto para el hijo que es recibido y amado por sí mismo como para los padres que le acogen. Como en todo, hay mucha más alegría en dar que en recibir, y los padres pueden y deben sentirse legítimamente orgullosos de su decisión así como apoyados por la sociedad.
Paloma De Cendra. Psicóloga y terapeuta
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