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El estrés se ‘hereda’

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Como padres, en más de una ocasión nos hemos sorprendido con la cantidad de cosas de las que se enteran los niños, aunque pensemos que han pasado desapercibidas: «Papá, ¿por qué estas enfadado con mamá? ¿Por qué la abuela ya no viene por casa? ¿Por qué ya no compramos ese jamón tan bueno como antes?».

Es natural pensar que intentamos proteger a nuestros hijos de los problemas complejos de adultos, pero los niños son instintivamente curiosos e intuitivos. Y nuestro nivel de estrés no se queda fuera.

El estrés y la ansiedad son naturales en nuestras vidas. Todas las familias los experimentan en mayor o menor grado a lo largo de los años por una variedad de motivos. Es importante saber cuáles son nuestros gatillos de estrés para estar preparados y enfrentarnos a ellos.

Los gatillos más comunes son la falta de tiempo, el estrés financiero (problemas económicos), el estrés debido al ámbito laboral, la relación marital, preocupaciones de salud, balance de responsabilidades parentales, las dudas personales o la incertidumbre. Saber cómo se manifiesta el estrés es una buena manera de estar listos para detectarlo, no solo en nosotros mismos, sino también en nuestra pareja o hijos (ver recuadro Síntomas del estrés).

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Respuestas emocionales al estrés

Es natural que cuando las personas están estresadas sus respuestas emocionales no sean las más apropiadas. De hecho, incluso cuando un padre se esfuerza mucho por no gritar a sus hijos en un momento agobiante, los niños son capaces de captar la tensión en el hogar y esto puede repercutir en emociones negativas y ansiedad.

Pensad en cuando erais niños: ¿recordáis esa paz y felicidad interior al ver a nuestros padres felices y la frustración y tristeza cuando captabais que algo no iba bien? Todos sabemos que el estrés puede ser perjudicial. Hay que recordar que, más que el estrés en sí, lo negativo es cómo reaccionamos a él.

Esto se debe a que el estrés puede jugar más que un simple papel ambiental en nuestros hijos. Un interesantísimo estudio de epigenética (ciencia que estudia de qué forma los factores ambientales modifican la activación/supresión de ciertos genes) encontró una influencia en la codificación genética de un niño al estar expuesto a padres significativamente estresados durante sus primeros años de vida.

Hay una extensa lista de estudios científicos que analiza el efecto del estrés y del amor en una serie de mamíferos. Todos concluyen en que abrazar y demostrar amor a nuestros hijos, no es solo beneficioso para el afecto en sí, sino también lo es el sentimiento de paz y seguridad característico del apego que produce. De hecho, varios científicos argumentan que este sentido de paz y seguridad es más importante que el afecto.

Cómo crear un ambiente familiar con poco estrés

Muchos expertos argumentan que es más importante, para el desarrollo sano de un niño, transmitir que «el hogar es un espacio tranquilo y protegido con tiempo para ser cariñosos sin miedo a predadores» más que darle besos, abrazos o decirle múltiples veces al día las palabras «te quiero».

Crear un ambiente de poco estrés empieza con los padres, la relación entre ellos, la familia y los amigos. El estrés de los padres es, al mismo tiempo, un antecedente y una consecuencia de mal comportamiento en sus hijos. El círculo vicioso se prolonga ya que los problemas comportamentales son también antecedentes y consecuencias del estrés de los padres.

Se estima que uno de cada cuatro niños tiene preocupaciones que culminan en ansiedad intensa durante su infancia. Estas ansiedades suelen ser específicas de algo que han vivido y temen volver a vivir (por ejemplo, no poder respirar en la bañera una vez al usar demasiada agua al aclararles el pelo, esa rodaja de aceituna que picaba muchísimo, no tocar cosas afiladas que cortan, etc).

Alrededor de los ocho años, los niños empiezan a llevar sus ansiedades a niveles catastróficos. Ya no se trata de evitar algo que han vivido, sino evitar consecuencias mucho más graves que pueden, incluso, ser inverosímiles (si me corto el dedo me voy a desangrar y morir, si me tropiezo con una piedra me voy a quedar paralitico, etc.)

Para cuando cumplen los doce, las ansiedades adquieren un sentido más emocional y empiezan a mezclarse con sentimientos de culpa y vergüenza (si me pongo ese jersey todo el colegio se va a burlar de mí, si mi madre me da un beso enfrente de mis amigos van a pensar que soy un bebe, etc.). Las cosas por la que los niños se preocupan se van modificando según su desarrollo cognitivo y emocional.Se suele tener la percepción de que la ansiedad va por familias. No obstante, no hay suficiente evidencia para argumentar esto. Por el contrario, hay amplia evidencia que la ansiedad y el estrés son muy susceptibles a factores ambientales.

Un ambiente de paz y amor en casa

Como padres, siempre tenemos las mejores intenciones, pero a veces nuestros comportamientos no sirven para lograr esos objetivos. Los padres ansiosos suelen ser más intrusivos cuando sus hijos realizan una tarea. Esta intervención da a los niños la sensación de que hay algo que temer, un posible predador, por lo que estar vigilantes. Estos padres buscan intervenir a la mínima señal de que sus hijos se enfrentan a un reto o frustración.

Esta ‘hiperprotección’ suele afectar en los niveles de confianza del niño, su tendencia a preocuparse excesivamente, así como en sentimientos de incompetencia. Irónicamente lo contrario genera los mismos efectos. Padres desinteresados, hostiles, y que rechazan dedicar tiempo a sus hijos, despiertan en ellos sentimientos de incompetencia, baja autoestima y con tendencias de ansiedad.

Proporcionar un ambiente de paz y amor no significa estar encima de nuestros hijos constantemente, ni vigilar con cautela cada uno de sus pasos u ofrecerles excesivas facilidades. De hecho, hay una amplia acumulación de evidencias que señala que invertir tanta energía en nuestros hijos no solo coarta su libertad, sino que empobrece su desarrollo, e, irónicamente, genera estrés y depresión.

La mejor manera de conseguir un hogar en calma no es evitar frustraciones a nuestros hijos, sino ayudarles a que sientan que pueden valerse por sí mismos en un ambiente de aceptación y apoyo. Cuando las cigüeñas aprenden a volar, lo hacen encima de sus nidos, donde, si se caen, no corren riesgos. Asimismo, lo idóneo sería que nuestros hijos aprendan a frustrarse, agobiarse y superar retos en casa, donde pueden aprender técnicas para manejar estas situaciones y darse cuenta de que son capaces de valerse por sí mismos en estos casos. Esto se aplica tanto a un bebé que está aprendiendo a andar, un niño que persigue una mariposa en el jardín o un adolescente que nos debate un argumento conflictivo.

Cuando nuestro estrés se debe a otros factores ajenos a los niños, nuestras respuestas a estas situaciones son los principales modelos de comportamiento que nuestros hijos copian. Haz un pequeño experimento. Durante un par de días vigila con particular atención cómo responden tus hijos a una frustración y te hará gracia (o te dará miedo) ver como en más de una ocasión tus hijos dirán algo que sueles decir tú, podrán el mismo gesto que tú utilizas o incluso soltarán un gruñido semejante al que sueltas.

Síntomas del estrés

Síntomas físicos: dolores de cabeza, problemas digestivos, sensación de catarro prolongado o frecuente, taquicardia, dolores de pecho y/o mareos.Síntomas cognitivos: pensamientos intrusivos, dificultad para concentrarse y/o problemas de consolidación de recuerdos.

Síntomas emocionales: preocupación constante, irritabilidad, sentimiento de superación y/o aislamiento.Síntomas de comportamiento: cambio en hábitos alimenticios, patrones de sueño interrumpido, evasión social, procrastinación.

Cómo recuperar la paz

Si sientes que el estrés a veces saca lo peor de ti, quizá algunos de estos consejos puedan ayudarte a reaccionar mejor a las circunstancias y a devolver el sentido de paz y seguridad a tu hogar:o La vida de todos está muy ocupada, asegúrate que hay al menos un momento familiar al día, ya sea en el desayuno, la cena o una breve tertulia antes de iros a dormir.

Otorgar un momento sin móviles ni trabajo dedicado solo a la familia es esencial para restaurar el sentimiento de calma en el hogar.o Busca qué estrategia de disminución de estrés funciona para ti. Si bien seria genial poder apagar el estrés con nuestra mente, por ahora es necesario hacer algo explícitamente para disminuir la ansiedad. Unos ejemplos son hacer ejercicio diario, meditar, escuchar música, escribir en un diario, colorear o dibujar, un tiempo de lectura, andar o cuidar un jardín.

Incrementar nuestras interacciones sociales siempre es de gran beneficio. Las personas que se sienten conectadas y apoyadas suelen pedir ayuda con más frecuencia. Hablar del propio estrés con amigos y familiares hace que el también hace que este disminuya.

Dra. Maite Balda. Psicóloga y doctora en Neurociencias Cognitivas

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