La crianza de un niño define el tipo de persona en el que se convertirá el día de mañana. Si bien otros elementos influyen en el desarrollo de su personalidad, estas bases serán las que asienten el resto de cimientos. Por ejemplo, si el hijo, durante su infancia, ve ternura y amor en su hogar, será más probable que muestre más comportamientos generosos y empáticos con el resto.
Así lo indica un estudio de la revista Frontiers in Psychology, en donde se expone que los niños criados junto a madres amorosas, tienden a ser más generosos con aquellos que los rodean. Un trabajo en el que se ha tenido en cuenta la situación de 74 menores en edad preescolar y el tipo de crianza que han recibido en su casa. Un análisis en el que se tuvieron en cuenta dos test realizados lo largo del tiempo.
Un espejo en el que mirarse
En el primer test se pidió a los más pequeños que realizaran una actividad tras la que, como recompensa, recibían unas fichas. Ellos decidían si quedárselas o donarlas (en su totalidad, o en parte) a otros compañeros que no habían podido asistir a este evento por enfermedad. Al mismo tiempo los investigadores analizaron la frecuencia cardíaca de los menores.
La segunda prueba consistía en una encuesta a las madres para que contestasen sobre el amor que demostraban hacia sus hijos y hacia los demás. Para ello debían seleccionar diversas frases en función de su nivel de acuerdo y que desvelaban, también, el nivel de empatía. Al poner en común los datos se comprobó que los niños que más habían decidido donar fichas tenían dos elementos similares en todos los casos.
Por un lado, si su crianza había sido positiva y con amor, presentaban una mayor generosidad y voluntad de compartir. Por el otro, también aquellos que habían demostrado un cambio en su frecuencia cardiaca al enterarse de que tenían esta posibilidad. De esta forma se determinó que ambos casos sirven de «apoyos internos y externos» para desarrollar su capacidad empática.
Educar en el ejemplo
No es la primera vez que se destaca que educar en el ejemplo es una de las mejores herramientas para inculcar valores en los más pequeños. Los padres deben ser muy conscientes del poder que tienen sobre sus hijos y que sus actitudes repercuten en la educación de los mismos. Hay que tener cuidado con los ejemplos que se les da y cómo se trata la comunicación con los mismos.
Por ello, en primer lugar, hay que ser coherente con la actitud que se le está exigiendo a los hijos y en primer lugar asegurar este comportamiento en ellos mismos. El comportamiento de los padres debe ser ejemplarizantes. Si las palabras sirven de instrucciones, las actitudes de los mayores servirán de espejo para que los niños se miren (más si tenemos en cuenta que en la mayoría de los casos los adultos son una persona a la que admirar.
Los niños aprenden a enfrentarse a diversas situaciones a partir de cómo lo hacen sus padres. Observar estas actitudes les brinda instrucciones al respecto. De estas enseñanzas sustraen métodos que aplicarán en su presente y construirán las bases sobre las que desarrollar comportamientos en la vida adulta.
Damián Montero
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