¿Te has preguntado alguna vez cuántos conflictos surgen en casa a raíz de malos entendidos? ¿Te has parado a pensar cuántas discusiones se siguen arrastrando por no haberse sentado a hablar? Junto a otros muchos valores, el diálogo debe ser un pilar fundamental en la convivencia familiar. Sin este todos los miembros del hogar terminarán por ser desconocidos que no saben qué piensan los otros ni de qué manera ven la vida.
Una solución que desde el equipo de profesionales del Ayuntamiento de Leioa quieren brindar para que las familias aprendan el valor de la comunicación, convirtiéndose en hogares dialogantes y en donde impere una convivencia positiva entre las distintas partes. De esta manera, los más pequeños también irán aprendiendo fórmulas que podrán aplicar una vez que alcancen la vida adulta y en donde los padres juegan un papel fundamental.
¿Qué origina un conflicto?
A menudo discutimos, los miembros de una familia. Pero, ¿sabemos por qué? Algunos de los más comunes son, por parte de los adultos, el orden y la limpieza del hogar, modales y respeto de los hijos, horarios, comida, ropa o higiene personal, resultados en los exámenes, uso de televisión y otras pantallas, o los caprichos de los hijos. Por su parte, los más pequeños originan un conflicto a raíz de su experiencia en juegos, uso sin permiso de sus pertenencias, apodos impuestos, etc.
Identificar estos orígenes ayudará en su solución ya que en muchas casos, aunque la familia se siente a hablar, no se termina por decir nada o la conversación deriva en otros asuntos. Es muy importante no perder este hilo para ver con claridad qué sucede y qué se puede hacer para solucionarlo. Una vez identificada la causa que ha dado lugar a la riña, hay que tener en cuenta el ciclo del conflicto.
Este surge a raíz de un intercambio de mensajes. Hay que entender que en toca relación son inevitables, un fenómeno natural en toda interacción humana y que surge cuando se contraponen dos puntos de vista. Es en la tercera fase cuando hay que comenzar a actuar ofreciendo una respuesta encaminada a su resolución, no a incrementar la bola de nieve en la que puede convertirse esta discusión. No queda otra, hay que enterarse de qué sucede y ofrecer contestación desde la empatía y no desde la agresividad.
Por último, tras la fase de respuesta, habrá que ver el resultado. Si se resolvió bien la anterior fase, el conflicto habrá concluido. Eso sí, hay que tener en cuenta que se trata de momentos de tensión y que cualquier caso, hay que evitar volver a abrir el origen de la discusión y tratar de comprometerse a respetar la solución aportada. Todos debemos estar dispuestos a hacer cambios e intentar acercar posturas, tomando nota de lo que sirve o no sirve para la convivencia.
Colaboración para resolver un conflicto
Existen varias maneras con las que afrontar un conflicto, desde la confrontación y la pelea, dejándose llevar por los nervios, hasta la evitación (huir del origen de esta riña). Sin embargo, existe otra vía: la colaboración, en donde todos deben ser capaces de manifestar sentimientos, necesidades y deseos al tiempo que escuchan los de los demás de manera eficaz y se analizan los problemas que han dado lugar a esta riña.
Para ello también es necesario controlar y encauzar bien las emociones intensas y tener capacidad de acuerdo y compromiso ante la solución adoptada. Otro beneficio de este sistema es que aporta a los hijos experiencias para que puedan aprender a dialogar y resolver conflictos, dándoles la oportunidad de experimentar sus propias carnes lo que significa hablar y un clima de convivencia. Toda una lección de aprendizaje.
De esta manera, a través de la práctica, interiorizarán el diálogo y la negociación como primera opción y un método habitual en la resolución de conflictos. Así descartarán las otras opciones para solventarlos. Al mismo tiempo se fomentará la responsabilización de los niños en sus problemas cotidianos, favoreciendo su autoestima y autonomía al ser capaces de desenvolverse en este tipo de situaciones que pueden ser realmente incómodas.
Damián Montero
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