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Cuidar de los abuelos: cómo prepararse para atenderles mejor

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Cuidar de los abuelos es una labor que hacemos por amor, sobre todo cuando se trata de una persona mayor que, anteriormente, se ha encargado de cuidarnos a nosotros. Sin embargo, la dependencia puede generar ciertos estados de ansiedad y aislamiento en los cuidadores, por lo que no debemos olvidarnos de nuestro propio bienestar para estar en el mejor estado para atender a los abuelos.

Las personas que cuidan de un familiar dependiente se ven sometidos a notables niveles de estrés porque el cuidado implica una sobrecarga significativa de tareas y servicios al enfermo, que suponen una considerable cantidad de tiempo y esfuerzo, y que pueden tener importantes repercusiones en el bienestar físico, psicológico y social del cuidador. A pesar de las implicaciones que puede tener, muy pocos cuidadores dedican tiempo a ocuparse de sí mismos.

Con la entrada del nuevo año, muchas personas siguen la tradición de escribir una lista de propósitos a cumplir, y los cuidadores no deben ser menos. Diversos estudios encuentran como causa del abandono de los propósitos el hecho de que éstos sean numerosos, globales y poco específicos. Por ello, ¿por qué no reducir la lista a un único propósito?: «cuidarse para cuidar mejor».

8 consejos para cuidarnos y atender mejor a los abuelos

Este objetivo puede desglosarse en los siguientes más concretos y alcanzables:

1. Reflexionar sobre la importancia de cuidarse. Si ha cogido alguna vez un avión, le habrán explicado qué hacer en caso de despresurización de la cabina. ¿Cuál es el primer paso a realizar cuando las mascarillas de oxígeno saltan? La respuesta es sencilla: ponerse primero la mascarilla a uno mismo antes de ayudar a otra persona. De lo contrario, podemos marearnos y al final ninguno de los dos llegará a buen puerto. Entonces, ¿por qué muchos cuidadores se olvidan de cuidarse? Una persona que se cuida y se siente bien afrontará mejor las dificultades, tomará mejores decisiones, tendrá más energía y, como resultado, cuidará mejor al enfermo.

2. Ser conscientes de las limitaciones y aprender a poner límites. Nadie es un superman o una superwoman. El asumir una carga excesiva de responsabilidades puede producir efectos negativos en la salud física y psicológica. Si el cuidador enferma, ¿cómo va a poder cuidar? Es importante conocer las limitaciones de cada uno y ser capaz de decir «no» a las demandas excesivas. Ello no implica evitar sus responsabilidades o dejar de atender al familiar enfermo, sino tomar conciencia de las propias necesidades y establecer unos límites saludables que no comprometan el bienestar.

3. Reducir los niveles de exigencia con uno mismo. En muchas ocasiones, la sobrecarga surge por demandas autoimpuestas (por ejemplo, «es mi obligación cuidar», «si me separo del enfermo no soy un buen hijo/padre», «debería ser el cuidador perfecto»). Reducir las exigencias autoimpuestas y modificar estos pensamientos erróneos por otros más funcionales puede ser de ayuda para disminuir los sentimientos de culpa y malestar.

4. Pedir ayuda y apoyo al entorno. ¿Por qué los cuidadores no suelen pedir ayuda? O, si se le ofrece ayuda a un cuidador y su respuesta es «no es necesario, gracias». ¿Eso quiere decir que el cuidador no necesita ayuda? Los conflictos surgen, muchas veces, porque no se ve por parte del entorno la necesidad de un cuidado sustitutivo. Todo ello genera en el cuidador principal un sentimiento profundo de soledad e incomprensión. En otras ocasiones, son los propios cuidadores los que no piden ayuda porque no quieren molestar, para evitar discutir o por la creencia basada en que los otros familiares no lo van a hacer tan bien como ellos. Es importante que los cuidadores comuniquen sus necesidades y sentimientos a su entorno y pidan ayuda. Incluso delegar tareas y responsabilidades, haciendo partícipe al resto de familiares.

5. Solicitar información sobre la enfermedad y recursos disponibles. Conocer la enfermedad y su posible evolución puede ayudar a tomar decisiones oportunas. Muchas veces genera más ansiedad el no saber qué le pasa el enfermo que la propia enfermedad. Del mismo modo, existen numerosos recursos que pueden ser de apoyo para el cuidador y a los que no recurren por puro desconocimiento. Entre ellos se pueden destacar los apoyos formales de respiro (centros de día, servicios de ayuda a domicilio, residencias nocturnas, estancias temporales en residencia), programas de apoyo mutuo (grupos de encuentro), programas psicoeducativos (donde se brinda información sobre la enfermedad y el manejo de diversas situaciones problemáticas) e intervenciones psicoterapeúticas.

6. Realización de actividades agradables. El cuidador debe permitirse alejarse del enfermo y construir un espacio propio. A veces el cuidado puede llegar a ocupar todas las horas del día, provocando un aislamiento del cuidador con respecto a su entorno social. Realizar actividades agradables que permitan ‘desconectar’ y estar en contacto con otras personas puede ayudar a mantener unos niveles adecuados de bienestar social y personal. No tienen por qué realizarse actividades complejas, a veces con un simple paseo o tomar un café con un amigo, es suficiente.

7. Reconocer y aceptar las propias emociones. El cuidado puede generar una serie de emociones que deben ser reconocidas y aceptadas. Aunque algunas pueden ser vividas como negativas (rabia, irritabilidad, cansancio, tristeza, culpa…), es importante no negar las emociones ante la enfermedad o el enfermo. La expresión de las emociones puede ayudar a entender cómo nos sentimos, a identificar fuentes de tensión y a sentirse mejor. Es conveniente hablar acerca de los sentimientos con otras personas y buscar las razones de tales sentimientos, ya que esto ayudará a valorar la forma sentir e interpretar la situación de diferentes maneras.

8. Atención a salud física y mental. Parece que los cuidadores no se conceden descanso ni siquiera para ir al médico a tratar sus propios problemas de salud. Es importante estar atento a posibles síntomas asociados a problemas de salud mental o física y no dejar de lado las revisiones médicas o con otros profesionales de la salud. Del mismo modo, desarrollar rutinas básicas para cuidar la salud y mantener hábitos saludables de alimentación, sueño y ejercicio son principios básicos.

9. Focalización en aspectos positivos del cuidado. La experiencia de cuidar puede aportar numerosos aspectos positivos para el desarrollo personal del cuidador. El encontrar sentido ayuda a aceptar la situación, lo que a su vez se asocia con un mayor bienestar emocional global, menores niveles de depresión y sobrecarga y mayores niveles de autoestima. Ya lo decía Nietzsche: «quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo».

Cristina Noriega García. Profesora del Departamento de Psicología y PedagogíaTerapeuta familiar Instituto de Estudios de la Familia. Universidad CEU San Pablo

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