¿Por qué algunos chicos -no importa cuánto le demos- gastan absolutamente todo lo que tienen en el bolsillo? ¿Por qué otros no sueñan más que con la nueva sudadera Nike, o con las zapatillas más modernas? ¿Por qué es tan normal ver a chicos y chicas adolescentes con bolsas de chucherías: nubes, pica-pica, chicles, monedas…?
En una sociedad que promueve el consumo acelerado, y a veces compulsivo, es necesario educar a los hijos en la sobriedad; enseñarles a usar el dinero puede convertirse en uno de los mejores instrumentos educativos que los padres podemos dejarles para el día de mañana. Y en situaciones de crisis económica, hablarles de nuestra situación familiar, puede ayudar a hacer equipo y dar valor a su sentido de la responsabilidad.
El dinero no es lo primero en esta vida, dicen algunos, pero sí lo segundo. Ni una cosa ni otra, el dinero, al igual que los bienes que se compran con él, no son ni buenos ni malos, sino sólo medios. Y, como tales, pueden convertirse en grandes instrumentos educativos (o deformativos) según el uso que les demos.
Inmersos en una sociedad consumista
Ante la presión consumista y frívola de la sociedad no hay que situarse en una actitud defensiva y medrosa. En la medida que nuestro hijo vaya creciendo comienza a entrar más de lleno en este ambiente y nosotros podemos servirnos entonces de estas nuevas situaciones con sentido positivo, descubriendo nuevos panoramas.
Un ejemplo: un chico o chica quizá puede estar empeñado en comprarse una raqueta de marca, porque ha visto que otro compañero suyo ha adquirido una mejor o porque la ha visto anunciada, etc.: es una ocasión ideal para hacerle ver lo que cuesta, para involucrarle en la compra de esa raqueta mediante el ahorro… Y así, al final, a lo que parecía un capricho le hemos dado la vuelta y lo hemos convertido en un aliado.
El dinero como instrumento educativo
A través del uso del dinero pueden vivirse otras virtudes:
El orden: si uno de nuestros hijos quiere ahorrar para irse de campamento tendrá que disminuir sus pequeños gastos. Es decir, se comporta de forma lógica para lograr un objetivo y ejercita la virtud del orden.
La generosidad: si otro de nuestros hijos observa lo que le gusta a su hermano para poder hacerle un regalo en su fiesta, da a entender que piensa en los demás y actúa en su favor generosamente.
La fortaleza: cada vez que se resiste a adquirir alguna cosa, por la sola razón de que los demás lo tienen, está ejercitando la fortaleza.
La perseverancia: si es capaz de ahorrar unas pesetas cada semana porque se ha marcado ese objetivo, está demostrando que cuando toma una decisión la cumple aunque cueste trabajo y por lo tanto sabe ser perseverante.
Y así muchas más.
El uso del dinero: cómo ganarlo, gastarlo y ahorrarlo
En el proceso de madurez de nuestros hijos hay un momento en el que se produce el salto cualitativo que consiste en pasar de tener cosas a tener dinero. Al descubrir la capacidad potencial del dinero se le ha abierto en la mano un pozo que puede no tener final si no actuamos. El deseo-necesidad de dinero no tiene límite. Estamos en esa edad: hasta ahora hemos podido actuar sobre el cuidado de sus pertenencias, de cuidar la ropa, etc. Ahora, podemos servirnos de las mayores posibilidades que nos permite el uso del dinero.
Parece razonable que los hijos se inicien en el uso del dinero cuando sean capaces de no perderlo y sepan lo que le tienen que devolver al hacer una compra. Hasta los diez años, las cantidades que pueden manejar son bastante pequeñas (veinte duros, por ejemplo); pero a partir de esta fecha y hasta los doce ya cuentan con la capacidad de disponer de cantidades más elevadas.
Educar con la paga semanal
De modo genérico, resulta muy interesante y educativo que los chicos de estas edades puedan administrarse una paga semanal. Se trata de una medida preventiva, porque crea en los hijos unos buenos hábitos antes de la adolescencia. Entre los 7 y los 12 es conveniente que la asignación contemple sobre todo los gastos discrecionales, es decir los que utilicen libremente (chucherías, bollos, cromos, bono transporte si lo cogen esporádicamente…, más un margen suficiente que les permita ahorrar) para que aprenda a administrar esas pequeñas cantidades.
Sin embargo, los obligatorios como el abono transporte, las comidas, etc. deberán ser soportados por los padres. No ocurrirá lo mismo en la adolescencia: entonces, la asignación deberá incluir los dos tipos de gasto.
Conviene darles una autonomía progresiva, para que aprendan a ajustar sus aficiones, los regalos que han de hacer y sus gastos ordinarios a un presupuesto. Poco a poco, para aprender a tener dinero de bolsillo, se pueden ir distanciando más las pagas, incluyendo otro tipo de gastos. A veces, en la adolescencia, pueden interesar más las pagas mensuales. De todas formas, es conveniente enseñar a los pequeños a llevar una contabilidad sencilla: tener una hoja pegada en la hucha donde apuntan lo que meten, etc. Ser consciente de cuánto y en qué gastan les ayudará a responsabilizarse.
Cortos de dinero
Tras décadas de crisis económicas encadenadas, de la precariedad que nos ha traído la pandemia y ahora la situación convulsa internacional marcada por la guerra de Ucrania que desemboca en una subida espectacular de la energía y los combustibles, que se traducirá en un aumento de precios generalizado, las familias tenemos que volver a apretarnos el cinturón.
¿Cómo explicar a los niños que estamos cortos de dinero? Conviene adaptar la situación a la edad de los niños, y decirles cuáles son a partir de ahora nuestras prioridades, es decir, en qué sí y en qué no, nos vamos a gastar ahora el dinero. Pero lo más importante, es hacerles partícipes de la situación colaborando en el ahorro para que ellos mismos se sientan útiles prescindiendo de algunas cosas por el bien común.
De todas maneras, y aunque resulta difícil dar cifras, la experiencia de muchas familias y educadores es clara: hay que tener a los hijos cortos de dinero. Se podrían contar por centenares los casos de chicos que se han «reblandecido» hasta límites llamativos por haber manejado demasiado dinero. Un chico tiene que saber por experiencia propia que el dinero es limitado, y los límites para un chico de diez o doce años son muy distintos que los de un adulto, por ejemplo.
Por el mismo motivo, es muy conveniente enseñar a chicos y chicas a ahorrar para otros gastos como excursiones que tengan que hacer, ropa… Y no sólo se puede ahorrar para uno mismo, también han de hacerlo para poder realizar un pequeño regalo a sus padres o hermanos, o para practicar la limosna, modos muy prácticos de ejercitar la generosidad.
Marisol Nuevo Espín
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