Un hogar no es solo una vivienda, es un núcleo familiar forjado a través de un vínculo de amor, afecto y entendimiento. Sin embargo, no se puede negar la interacción de todos estos miembros con el entorno y los lazos que terminan por unir a estos individuos con otras personas. Un ejemplo es la amistad que generan muchos niños con sus compañeros de colegio.
Por ello, cuando esta situación cambia, los niños pueden sentir miedo por perder todo esto que han construido en sus pocos años de vida. En casos como mudanzas, los más pequeños se pueden ver sobrepasados por la situación y sentir tristeza por lo que dejan atrás y el miedo a comenzar todo de nuevo, a abandonar este espacio de confort que han conocido. En estas situaciones toca a los padres preparar a sus hijos antes de iniciarse este proceso.
Hablar de los motivos
Desde la Fundación Nemours se aconseja a los padres hablar en primer lugar de los motivos que hacen que la familia tenga que cambiar de vivienda. El niño, como parte de este núcleo, debe saber lo que está ocurriendo en esta situación. Un ascenso en alguno de los padres, la localización de una casa con mejores características o cualquiera otro asunto que haya motivado la mudanza.
Aunque a los padres puede que tampoco les haga ilusión la mudanza, deben mostrar en este primer momento una actitud positiva y hacer que sus hijos se ilusionen ante estos cambios. Tratar de que el menor se emocione ante esta nueva etapa y que comprenda todas las posibilidades que se le abren por delante. La actitud de los progenitores jugará un papel importante ya que si estos se muestran nerviosos o tristes, esta será la actitud que asumirán los más pequeños.
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Mudanza con niños
Cuando la mudanza sucede durante los primeros años de la etapa escolar, los niños pueden ser más tolerantes ante la idea de un cambio de residencia. Pese a ello, su hijo seguirá necesitando de su consideración, su guía y su ayuda durante todo el proceso de transición.
Algunos expertos sugieren que es mejor realizar el cambio de residencia durante el verano, pues así se evita interrumpir el curso escolar. Otros afirman que la mitad del año es una opción más recomendada, ya que así los niños pueden hacer amistades con otros de sus edades al poco tiempo de llegar al lugar de destino.
Para evitar añadir más motivos de estrés al proceso de transición, es una buena idea recopilar toda la información que se puede sobre el nuevo colegio donde acudirá el niño necesitará para poder matricularlo.
Mudanzas con adolescentes
En el caso del adolescente, hay una mayor probabilidad de que este se rebele y se oponga abiertamente al traslado. A estas edades, los hijos ya están bastante integrados en a un grupo social. Además, el traslado podría suponer para su el joven pueda que perderse un acontecimiento muy esperado, como la fiesta de fin de curso o acudir a un evento como un partido de fútbol.
Es especialmente importante crear un ambiente de conversación donde el adolescente hable sobre lo que le preocupa. El padre debe dar importancia a esta información y respeta sus miedos y preocupaciones. Se le puede ayudar explicándole que el cambio de residencia será una especie de ensayo o preparación para futuros cambios, como ir a la universidad o cambiar de trabajo.
En el caso de que el adolescente continúe mostrándose reacio a la mudanza, se puede plantear la posibilidad de permitir quedarse en el lugar donde han residido hasta ahora en casa de algún familiar, si existe esa opción. Una medida temporal y que sirva al hijo para ganar algo más de tiempo de cara a este importante cambio que se avecina y pueda despedirse como corresponde de sus amigos.
Damián Montero
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