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Cómo conseguir que la Navidad no acabe en Navidad: un momento para crecer en valores

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La Navidad no debe terminar el día 25 de diciembre. Ahora es el momento de vivir y enseñar a vivir lo que el Niño Jesús nos traslada con su nacimiento en Belén. Es el momento de crecer en valores.

Han pasado días de celebración, ajetreo, comida a rebosar, luces y villancicos. De pronto, llega de nuevo la calma y podemos caer en el error de perder de vista lo que acaba de suceder: el nacimiento de Jesús nos ha traído la buena nueva de nuestra salvación y eso implica que nosotros tomemos partido y apostemos por una vida de valores. Y eso hay que trasladarlo en casa. 

Hemos explicado estos días en casa cómo el Niño Dios se hizo hombre para salvarnos. Tuvo que bajar a la tierra para enseñarnos el camino hacia el cielo. Y ese camino pasa por que aprendamos a utilizar nuestra libertad, la libertad propia de la persona, para elegir siempre la opción más ética, más acorde con nuestra naturaleza, que es la que más nos acerca a Dios. 

Pero no es sencillo, porque la vida está plagada de pequeñas bifurcaciones en el camino de las que a veces no somos conscientes. Cuando pensamos en la ética en sentido amplio, tendemos a caer en el error de pensar que se circunscribe a grandes momentos de nuestra trayectoria vital. Y eso provoca que no nos demos cuenta de lo importante que es trasladar la idea de libre elección a nuestra vida cotidiana y también a la de nuestros hijos. Por eso es fundamental que enseñemos a nuestros hijos a elegir de manera adecuada en todas esas oportunidades que nos brinda cada día para definir si queremos apostar por la buena nueva que nos dieron en Navidad. Ponemos algunos ejemplos:

 

    • Ser amables con todos. Si vemos siempre en el prójimo a Jesús, no nos costará nada ser amables incluso con quienes no lo merecen tanto. Nuestros hijos tienen que adquirir ese hábito de la amabilidad con conocidos y desconocidos porque se puede hacer mucho bien con un gesto tan sencillo como sonreír a un desconocido o felicitar la navidad a las personas que nos encontramos durante el día. 

    • No quejarnos por las contrariedades de la jornada. Va avanzando el día y a todos, grandes y pequeños, nos surgen un sinfín de problemas, la mayoría irrelevantes. Corremos el riesgo de que nos amarguen y, como consecuencia, amarguemos nosotros a los demás. Aprovechemos estos días para guardarnos las quejas y poner buena cara al mal tiempo para que nuestra vida y la de los demás sea mejor. 

    • Prescindir de algo que nos cuesta y no es bueno para nosotros. Pueden ser el turrón o los polvorones, que nos vuelven locos, pero también las redes sociales o ese móvil que tenemos siempre en la mano. Nuestros hijos también sabrán encontrar muchos pequeños sacrificios que pueden ofrecer al Niño Jesús en el portal. 

    • Pensar en los demás antes que en nosotros. Este es el gran reto de todas las familias, conseguir “descentrar” a los hijos, que dejen de pensar en ellos mismos para pensar en los demás. Nosotros nos esforzamos por enseñarlo con el ejemplo pero un buen recordatorio es muy eficaz también. La destreza de pensar primero en el prójimo se adquiere con repetición. 
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    • Hacer la vida más sencilla en la familia. Eso supone mantener el orden y no dejar las cosas tiradas para que otro las recoja, ocupar el baño el mínimo tiempo posible para que otros no tengan que esperar, no hacer ruido cuando los demás duermen, sacrificarnos y no tomar nuestro yogur favorito porque sólo queda uno… pequeños detalles que podemos elegir libremente y que harán que la Navidad sea vivida con plenitud más allá del 25 de diciembre.

 
María Solano Altaba

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