La llegada de un niño lo cambia todo. No solo la rutina del hogar y la estructura del mismo, también los padres dejan de ser los mismos más allá de adaptar sus vidas al cuidado de los más pequeños. Varios estudios han detectado alteraciones en el cerebro de la mujer, encaminados a asegurar un mejor cuidado de los pequeños una vez que nacen. Sin embargo, esta no es la única estructura neurológica que varía.
También el cerebro de los padres cambia tal y como indica la neuróloga María José Mas. Una prueba de cómo la biológia del ser humano nos prepara para aceptar el reto de la paternidad de una manera más efectiva. Porque el cuerpo de la mujer no es el único que experimenta variaciones durante los nueve meses que tarda ese pequeño en sumarse a la familia.
Cambios en el cerebro del padre
Si bien el cerebro del padre cambia, este no lo hace a la misma velocidad que el de la madre. Las alteraciones en la estructura neurológica se producen a medida que pasa más tiempo un padre con su hijo y a medida que la implicación en sus cuidados son mayores. María José Mas indica que la oxitocina tiene también un papel relevante en el vínculo entre padre e hijo.
Cuanto más tiempo invierte un padre en su hijo más, oxitocina produce. Si el hombre tiene una implicación menor en la atención a los niños, se activan y desarrollan sobre todo las redes de los lóbulos frontales y temporales relacionadas con la interacción social y la empatía.
Cuanto más se implica en la crianza de su hijo, pasando más tiempo con él, más oxitocina produce y más fácilmente se activa la amígdala y se fortalece el vínculo emocional.
La neuróloga también advierte que el cerebro adulto humano está preparado para hacerse cargo y cuidar de un bebé al mismo nivel que una madre, independientemente del sexo de la persona. Esto se cebe a la capacidad de desarrollar una red de circuitos especializados en el cuidado de los niños. Una estructura que está formada por una configuración en las que están implicadas funciones de vigilancia, de establecimiento de prioridades, de recompensa, motivación, interacción social y empatía.
Todas estas estructuras responden y se activan con la oxitocina, la hormona implicada en la formación de vínculos humanos, y con el repertorio específicamente humano de comportamiento paternal (en alusión tanto al de la madre o al del padre).
Cambios en el cerebro de la madre
Tal y como se ha dicho antes, el cerebro de la madre también cambia con la llegada de un niño. En este caso la estructura neurológica de la mujer experimenta un mayor desarrollo y activación de los circuitos socio-cognitivos. Es decir, de las redes emocionales, de la atención, de la recompensa y la motivación por el cuidado de su bebé que están involucradas en la creación del vínculo con su pequeño.
Cambios relacionados con la oxitocina. Esta hormona se libera en pequeñas cantidades a lo largo del embarazo, y de manera masiva durante el parto produciendo las contracciones uterinas. También el bebé la segrega durante el parto, contribuyendo así a su éxito. Además, la lactancia materna también favorece este vínculo.
La oxitocina es imprescindible para la secreción de leche materna. Y a su vez, la succión del pezón materno es lo que estimula la producción de oxitocina. Ya durante el embarazo y gracias a la acción de esta hormona, empiezan a modificarse y a aumentar de tamaño las estructuras cerebrales maternas relacionadas con el procesamiento de las emociones (amígdala cerebral), la interacción social y la empatía -áreas de la corteza frontal y temporal-, y el aprendizajes y la memoria -el hipocampo-. Así, cuando nace el niño, estos circuitos están ya formados y más consolidados y se activan fácilmente.
Damián Montero
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