La práctica habitual de ejercicio favorece un ritmo cardiaco más bajo en el bebé, signo de un corazón fetal saludable, recuerda la Fundación Española del Corazón (FEC) que recomienda realizar ejercicio aeróbico moderado y de manera constante, también durante el embarazo y bajo supervisión médica.
«Aunque todavía se desconoce la causa exacta por la que el feto adquiere los beneficios del ejercicio materno, se cree que las hormonas segregadas tras la práctica de deporte, las conocidas endorfinas, traspasan la placenta durante la actividad física favoreciendo el desarrollo del corazón del feto y haciendo, en definitiva, que el niño esté más cardioprotegido desde el momento de nacer», destaca el doctor José Luis Palma, vicepresidente de la FEC.
Los expertos creen que estas hormonas, producidas en el organismo materno, tienen la capacidad de traspasar la placenta (la barrera que existe entre los elementos del sistema cardiaco de la madre y del feto), llegando al feto y aumentando la salud de su sistema cardiovascular. De este modo, se explica que, según la actividad materna, «un feto tenga un nivel más alto de estas hormonas y esté, por tanto, mejor preparado para afrontar situaciones comprometidas», puntualiza.
A pesar de que el deporte y la práctica de actividad física son necesarios en cualquier momento de nuestra vida, la FEC recomienda a la futura madre consultar siempre con el obstetra qué ejercicios hacer y en qué intensidad puede realizarlos, ya que en el caso de aquellas mujeres que hayan sido sedentarias antes del embarazo, el aumento de actividad física durante el mismo puede ser perjudicial. Asimismo, dependiendo del estado de salud de la madre y del mes del embarazo en el que se encuentre, la actividad será más o menos recomendable.
En el caso de que el médico permita la práctica de ejercicio, las actividades más recomendadas para las mujeres embarazadas son las aeróbicas como caminar a paso ligero, practicar yoga o pilates. Además, caminar y realizar estiramientos ayuda a las mujeres a afrontar el parto en mejores condiciones, ya que mediante estos ejercicios se refuerza el suelo pélvico y la pared abdominal.
«La práctica de ejercicio aeróbico y de flexibilidad no solo disminuye esta frecuencia cardiaca, sino que también ayuda a reforzar el suelo pélvico y la pared abdominal, lo que prepara a la madre gestante a afrontar el momento del parto de manera más segura», concluye Palma.
TAMBIÉN MEJORA EL SUELO PÉLVICO
La FEC se hace eco de un estudio publicado hace unos años, llevado a cabo por investigadores de la Kansas City University of Medicine and Biosciences, y realizado en 61 mujeres embarazadas sanas de entre 20 y 35 años, de las que 26 practicaban algún ejercicio físico de manera regular, es decir, alguna actividad aeróbica durante más de 30 minutos y con una frecuencia de tres veces por semana. El resto de mujeres, por su parte, llevaban un estilo de vida activo pero sin realizar ningún tipo de ejercicio, lo que significa que no llevaban a cabo ninguna actividad física de manera constante durante los nueve meses de gestación.
A todas las mujeres se les realizó un magnetocardiograma a las 28, 32 y 36 semanas de embarazo con el objetivo de medir el ritmo cardiaco del bebé. Tras evaluar los resultados, y especialmente los correspondientes a la semana 36 de gestación, se observó que el ritmo cardiaco de los bebés cuyas madres habían realizado ejercicio era más bajo que el de los bebés cuyas madres no practicaban actividades aeróbicas constantes.
Así, el trabajo, muestra que el ejercicio físico que practica la madre afecta directamente en la salud cardiovascular del feto. «La taquicardia del bebé durante el parto es signo de sufrimiento fetal, por lo que si el ritmo cardiaco del bebé se mantiene bajo, dentro de los parámetros establecidos, el riesgo de sufrir taquicardias durante el parto es menor, lo que beneficia al recién nacido y evita complicaciones. Por esta razón, un ritmo cardiaco fetal bajo es señal de un corazón más sano», destaca Palma.
En el estudio también se observa que la variabilidad del ritmo cardiaco del feto aumenta en el primer grupo y que el beneficio que reporta el ejercicio materno en el bebé no es circunstancial, sino que se mantiene a lo largo de todo el embarazo y también durante, al menos, el primer mes desde su nacimiento. Otro aspecto observado en el estudio es que el beneficio generado en el corazón del bebé es más evidente entre aquellos cuyas madres habían llevado a cabo más actividad física durante el embarazo.