MADRID, 12 Julio
Si un aborto natural es sin duda una experiencia traumática para la madre, quizás es aún más traumatizante el llamado fallecimiento intrauterino fetal, cuando el futuro niño muere en el vientre de su madre después de la semana 14 de gestación.
Al disgusto de perder un hijo se unía hasta ahora, la incertidumbre, ya que más de la mitad de estas muertes se dan sin que se sepan las causas.
Una investigación presentada en la Reunión Anual de la Sociedad Europea de Genética Humana desvela que dos anomalías genéticas, asociadas a sendas enfermedades cardiacas -una de ellas el síndrome de Brugada, que identificó el cardiólogo español del mismo nombre- podrían explicar hasta el 8% de estas muertes inexplicables hasta ahora.
El pero de este hallazgo es que requiere de un test adicional a la autopsia que se suele practicar al feto, un análisis genético con un coste aproximado de 200 euros, según explica una de las autoras del estudio, la investigadora de la Universidad de Pavia (Italia) Alice Ghidoni.
«Cuando sucede un fallecimiento de este tipo la autopsia completa no revela las causas de la muerte, se debe realizar un test genético, primero en el feto y, a continuación, en los padres», comenta.
Los autores decidieron investigar esta posibilidad partiendo del hecho de que entre el 10% y el 15% de los bebés que fallecen por muerte súbita son portadores de variantes genéticas asociadas al síndrome del QT largo o al de Brugada, dos patologías hereditarias en las que el ritmo cardiaco es desigual.
La investigación presentada en el congreso es de esos trabajos con conclusiones prácticas de aplicación inmediata. Según los autores, realizar estos test en los fetos muertos puede implicar localizar estas patologías en la madre y administrarle el tratamiento necesario, normalmente betabloqueantes.
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