El acoso escolar se ha convertido en un problema que se ha centrado en una gran preocupación entre padres, educadores y las mismas víctimas del bullying: los estudiantes. Por este motivo día tras día se trata de encontrar la solución que ponga fin a este asunto dentro de las aulas, incluso hay quien incita a responder con violencia a estos ataques.
Pero no, la violencia no es la respuesta a la violencia. Por mucho que el niño pueda sentirse estresado y agobiado por esta situación, hay que enseñarle a mantener las distancias y a pedir ayuda en lugar de contestar de igual modo al acosador. Esta forma de actuar únicamente puede desembocar en un empeoramiento de la situación que nunca la resolverá.
Enseñar a controlar las emociones
Desde la Fundación Nemorus se advierte que a menudo la respuesta violenta por parte de los niños acosados se debe a una ‘explosión emocional’ después de verse meses y meses como víctimas de sus compañeros. Después de tanto tiempo siendo hostigados al final deciden responder de forma violenta para canalizar toda la ira y frustración que se han guardado.
Al niño, desde pequeño, se le ha de enseñar a controlar estas emociones a no dejarse llevar por ellas y reaccionar de forma racional a estas situaciones. Al pequeño se le debe enseñar que antes de enfrentarse de manera violenta a su agresor, debe pedir ayuda a profesores a adultos. Una pelea puede parecer la única vía de escape, pero esto solo va a empeorar la situación ya que probablemente el acosador contestará el golpe dando lugar a un clima constante de violencia.
Una buena manera de inculcar esta enseñanza es hacer ver la valentía que supone enfrentarse a este problema de forma adulta. Con una pelea no va a resolver nada, pero si lo pone en conocimiento de los profesores, estos podrán hacer mucho e incluso tomar medidas contra el acosador para que tanto él como sus compañeros dejen de ser víctimas del mismo.
Detectar el acoso
Quizás por temor a represalias los niños no comuniquen su situación a los adultos. Por ello, tanto padres como educadores, deben estar atentos a posibles señales de este problema para actuar por ellos:
– Lesiones inexplicables. Constantes heridas y niños que no quieren hablar del tema.
– Pérdida o rotura de ropa y otros objetos, especialmente aquellos considerados como ‘valiosos’ por parte de los hijos.
– Dolores de cabeza o estómago frecuentes, sensación de malestar o simulación de enfermedad constante para evitar ir al colegio.
– Cambios en los hábitos alimentarios, como saltarse horarios de comidas o atracarse como respuesta a su nerviosismo.
– Dificultad para conciliar el sueño o pesadillas frecuentea. Bajada en las calificaciones, pérdida de interés en las tareas escolares. El niño niega manifiesta a cualquier asunto relacionado con la escuela.
– Pérdida repentina de amigos o deseo de evitar situaciones sociales.
Damián Montero
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