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Trucos para ayudar a tus hijos a ayudar a los demás

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De la misma manera que los hábitos que adquieren nuestros hijos para ocuparse de su higiene, de su mochila o de sus deberes se logran por repetición y refuerzo positivo, podemos inculcarles la costumbre de ayudar a los demás, a los que tienen más cerca: su familia y sus amigos.

Desde muy pequeños hemos trabajado con ellos nociones como el orden, les hemos enseñado a cuidar su higiene personal, les hemos guiado para preparar su ropa cada día, les hemos animado a que se ocupen de la mochila del colegio y terminen sus deberes en tiempo y forma.

En las tareas domésticas, ya son capaces de hacerse la cama y se ocupan de llevar a su sitio la ropa sucia. Incluso hemos trabajado con algunas encomiendas repartidas entre los miembros de la familia, como poner y quitar la mesa, encargarse de servir el agua o de dar de comer a un animal de compañía.

Ver la responsabilidad de nuestros hijos tanto con sus cosas como con tareas colectivas nos hace sentir orgullosos. Pero aún nos falta un reto que es el más difícil: el escalón de ayudar, es decir, de pensar en los demás sin que uno mismo reciba beneficio inmediato.

Ayudar a los demás, una idea para poner en práctica

Se trata de conseguir que nuestros hijos ayuden en situaciones de las que no son responsables. Pero, ¿cómo le explicamos a un niño que, después de haber terminado correctamente sus deberes del colegio, sería muy bonito que dedicase un rato a ayudar a su hermano pequeño en lugar de estar jugando? ¿Cómo conseguimos que, además de recoger su ropa sucia, recoja la de su hermana que está justo al lado? ¿Cómo logramos que salga de ellos no solo hacer su cama sino, por ejemplo, hacer una mañana la de sus padres mientras ellos preparan el desayuno?

Los niños interiorizan bastante rápido el concepto de responsabilidad respecto de aquello que les compete. Desde muy pequeños, con la gran ayuda del colegio, se les inculca la idea de que tienen que cuidar el material escolar que se les entrega y son los responsables de no olvidar su ropa o dejarse un juguete en el patio del recreo. Saben que los deberes que se les mandan para casa son suyos y que no deben solicitar ayuda a los padres, porque los profesores se lo han dicho en reiteradas ocasiones. Ellos intentarán conseguir ayuda, pero si no se la prestamos, aprenderán a hacerse responsables.

Son capaces de resolver sus propias dudas, de anotar los ejercicios que les han encargado o la fecha de los exámenes. Pueden preparar sin problemas la equipación deportiva y hace mucho que no necesitan ayuda para vestirse solos. Pero siguen considerando que las atribuciones de cada uno son compartimentos estrictamente estancos. De modo que esos espacios entre responsabilidades son terreno de nadie.

Ideas para que descubran que ayudar a los demás es maravilloso

Desde luego ‘no son su problema’, para utilizar el término que nuestros hijos suelen emplear. Si algo no es ‘su culpa’ o no entra dentro del ámbito de su responsabilidad, no tienen por qué hacerlo. Por eso nuestro reto es buscar soluciones ocurrentes que les hagan ir modificando esta idea preconcebida y descubrir que ayudar a los demás no solo es precioso, sino que les hará sentir especialmente felices.

Idea 1. La lista de tareas
Hay tareas que son personales e intransferibles: no vamos a lavarle los dientes a otro y tampoco es muy lógico que le preparemos los libros del día siguiente porque es muy probable que lo hagamos mal. Pero hay muchas actividades en la vida cotidiana de la casa que se pueden compartir y repartir.

Podemos elaborar con nuestros hijos una lista de las tareas habituales que hay que hacer en la casa: recoger la ropa sucia, poner la lavadora, tender, planchar, repartir la ropa limpia, cocinar, hacer la compra, vaciar las papeleras, limpiar… Una vez que hayamos confeccionado el cuadro, quizá en una pizarra grande, iremos atribuyendo cometidos en función de la edad y de las circunstancias de cada miembro de la familia.

Si tenemos varios hijos, es buena idea que hagamos turnos rotatorios para evitar que empiecen a comparar unas atribuciones con otras. La lista de tareas nos permite acabar con esa perspectiva de que no nos ocupamos de lo de los demás. Si a un hijo le toca hacer una ronda por la casa para recoger la ropa sucia, recogerá la de todos. Como todos pasarán por esa tarea, valorarán el esfuerzo que hace aquel al que le corresponde cada día y le facilitarán el trabajo.

Idea 2. Colaborar con nuestro «punto fuerte»
No todos los niños son iguales y no todos apuntan maneras en los mismos talentos. Si potenciamos que ayuden a otros miembros de la familia en aquellas habilidades que tienen más desarrolladas, estarán aprendiendo una bonita lección de generosidad al mismo tiempo que fomentamos su autoestima.

Hay muchos terrenos para poder colaborar entre hermanos o amigos. Quizá el más obvio es el de los deberes, pero hay otras áreas donde puede resultar muy fructífero este aprendizaje: manualidades, juegos de mesa, videojuegos, la práctica de algún deporte… Para que se sientan aún más orgullosos de su colaboración, los padres podemos dejarnos enseñar en algún aspecto. Por ejemplo, es fácil que nos superen en conocimientos digitales. Podemos pedirles que nos ayuden a buscar una aplicación, a localizar un vídeo de YouTube, o que nos enseñen a grabar un pequeño vídeo.

Idea 3. El ‘día de los demás’
Esta iniciativa suele ilusionar mucho a los niños y, una vez que hayan adquirido el hábito, no les resultará tan difícil mantenerlo en la adolescencia. Como si de un sorteo a ciegas se tratara, se rifan en familia unos papelitos con los nombres de cada uno de los miembros y se establece una fecha para celebrar el ‘día de los demás’. En esa jornada, cada uno tiene que hacer algo especial por la persona que le ha tocado.

Se trata de un detalle que no requiera dinero, es decir, no puede ser un regalo que cueste, aunque quizá sí uno que no cueste, como desprenderse de un juguete, de un libro o de una prenda de ropa que sabemos le entusiasma al otro. Puede ser un pequeño detalle como prepararle un postre que le guste especialmente o que se encuentre con la cama abierta y el pijama listo cuando se vaya a ir a dormir. Un niño muy pequeño puede hacerle un dibujo al hermano que le ha correspondido ese día. Consiste, simplemente, en hacer un poco más fácil el día del otro.

Todo tiene que ser sorpresa y nadie puede decir lo que está haciendo, porque el reto es doble: no solo consiste en pensar en los demás sino en que cada uno se dé cuenta de lo que los demás están haciendo por él. Al día siguiente habrá puesta en común y agradecimiento por todo lo vivido. Y ya podemos poner fecha para el siguiente ‘día de los demás’.

Idea 4. Padrinos de lectura
Esta iniciativa, que se está poniendo en marcha en algunos colegios, se puede aplicar también en la casa, con la familia extendida o con el grupo de amigos. Consiste en que los niños mayores, en los últimos cursos de la educación Primaria o en Secundaria, dediquen un rato a leer y recomendar libros a sus ‘ahijados de lectura’.

Esto les llevará a tener que pensar en sus gustos y aficiones, a esforzarse por localizar títulos diferentes y a comprenderse mejor. Los ‘ahijados’ aprenderán a ser ‘padrinos’ y se esforzarán para leer cada vez mejor y poder ocuparse ellos de un pequeño lector.

Victoria Molina

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