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De torpe y patoso en el deporte a habilidoso

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Durante la infancia, entre los 7 y 12 años, suele haber mucha diferencia en la habilidad deportiva de los chicos. Dentro de una misma clase, o grupo de amigos, siempre hay algunos que destacan por lo bien que juegan a todo y otros porque no dan pie con bola a nada. Sin embargo, estos chicos o chicas patosos, con unas actuaciones adecuadas, pueden convertirse en unos buenos deportistas.

En los colegios, en los equipos, al hacer deporte o educación física, chicos y chicas están agrupados por la edad cronológica. Pero ocurre que, muchas veces, el desarrollo físico y psicomotriz no se corresponde con esa edad. Aparece entonces el problema de los chicos patosos o torpes.

Causas de la torpeza en el deporte

Las causas de la torpeza de los chicos para los deportes podrían resumirse en dos tipos. Unas son causas genéticas y biológicas, por las que un chico es más maduro que otro y más coordinado.

Otras son causas más sociales, como por ejemplo, un chico que no haya tenido demasiadas posibilidades de jugar y correr en espacios abiertos (porque no los hay en su barrio o porque la calle no es un buen lugar); quizá no haya tenido medios económicos suficientes para practicar desde pequeño deportes muy completos como la natación; o quizá se le haya creado un complejo (en casa, en la calle, en el colegio) y haya aceptado que él es y será siempre un torpe.

Un deporte individualizado 

Los chicos y las chicas algo patosos necesitan un deporte o actividad física algo individualizado y ajustado a sus características. La clase de educación física o la actividad deportiva que se realice tendrá que ser adaptada al máximo a las habilidades del chaval.

Por ejemplo, se utilizan alturas distintas de salto según el nivel de cada alumno. Mientras unos saltan el potro, otros saltan un banco. O, tanto en clase como en los juegos, se pueden agrupar los chicos por parejas del mismo nivel de habilidad. También pueden realizase ejercicios abiertos, es decir, aquellos en los que el resultado depende del participante en vez de poner una meta a la que hay que llegar. Se produce aprendizaje y mejora cuando el estímulo es adecuado a sus capacidades.

Por ejemplo, en las familias, los hermanos de distintas edades siempre han jugado entre ellos. Y son ellos mismos quienes establecen ciertos criterios y reglas para que todos puedan participar y lo hagan de acuerdo a sus posibilidades. Esta es la idea que debe primar en el trato con los chicos un poco más torpes.

La pericia del profesor de Educación Física

La actuación de los padres junto al profesor de educación física es muy importante en cuanto se detecte la torpeza del chico o chica. Existen casos concretos en los que las causas de la torpeza se deben a unos problemas más serios, psicológicos, físicos, de aprendizaje, etc. que requieren ayuda más experta que la del profesor.

En otros casos, pueden realizarse baterías de tests para establecer la edad psicomotriz del hijo y plantearse a continuación acciones coordinadas en el colegio, en la familia y en sus juegos. Hay muchas baterías de tests como, por ejemplo, los tests de Ozeretzki y las adaptaciones de Guilmain. Se basan en que un chico, a una determinada edad, debería ser capaz de realizar determinados ejercicios: equilibrio, coordinación óculo-manual, etc.

Cómo dar con el deporte que más le conviene

Deportes: elige el que más te conviene

Es muy difícil que un chico o chica lo haga mal todo. Las posibilidades de movimiento (y por tanto las habilidades motrices) son amplísimas. Así que hay que buscar y destacar cuál es su punto fuerte, dentro de las actividades deportivas. Por ejemplo, si es un chaval con obesidad, tendrá más posibilidades en los ejercicios de lanzamiento o en los juegos de lucha. El chico más enclenque probablemente destaque más en los juegos de flexibilidad.

Existen muchos casos de chicos que se negaban a correr o a hacer deporte hasta que encontraron una actividad en la que destacaban. A partir de entonces, les da igual ser patosos en otros deportes y los practicaban. El resultado final es que acaban por mejorar bastante, llegando a sobrepasar a muchos compañeros. Muchas veces, el niño torpe a los siete años es un buen deportista a los doce.

Motivaciones para practicar deporte

Hay dos tipos de chicos patosos: unos que no lo asumen y se inhiben y se muestran apáticos; y otros más sociales que, a pesar de todo, intentan jugar a todo. Cuando un chico acepta su limitación y se esfuerza, hemos dado un paso de gigante para tratar su torpeza. Existen casos de chicos con una pierna ortopédica que juegan al fútbol, como uno más, con sus amigos.

El chico patoso motivado avanza muchísimo. Partiendo de su nivel (muy bajo) mejora más fácilmente que aquel chico que tiene unas habilidades muy desarrolladas. Además, los compañeros y amigos también valoran esta mejora y le animan si ven que acepta sus limitaciones y lucha por superarlas. Casi puede decirse que le admiran. Este tipo de motivaciones entre amigos y compañeros son las que dan mejor resultado.

Por ejemplo, un chico o chica que saca sobresalientes en gimnasia, puede llegar a admirar a su compañero más torpe, ya que en flexibilidad, por ejemplo, le supera y obtiene más puntos. Si encontramos su punto fuerte, el chico torpe se motiva y comienza a mejorar más rápidamente que sus compañeros. Es un hecho que alrededor de los doce o trece años, las diferencias tan grandes se han minimizado muchísimo.

Premiar el esfuerzo

Para un chico torpe es importante que tanto sus padres como los profesores destaquen sobre todo su mejora personal, su esfuerzo. Para ellos es más fácil mejorar. Quizá sea más difícil premiar el esfuerzo en otras asignaturas o actividades, pero no en las físicas o deportivas.

Hay chicos más o menos hábiles lo mismo que hay chicos más o menos inteligentes. Pero en la clase de educación física o al realizar alguna actividad deportiva podemos valorar el esfuerzo, el interés, y exigir individualizadamente. Esta forma de actuar tiene unos efectos sorprendentes en la superación de los niños torpes. Con el paso de los años sorprende comprobar que cada vez son más escasos este tipo de chicos.

El deber de jugar

Los niños a estas edades deben jugar, con toda la fuerza que tiene el verbo deber. Es una edad importantísima en la adquisición de habilidades motrices. Existe el problema real de que en las ciudades y en determinados barrios, el ambiente de la calle no es el más propicio: falta de campo de juegos, tráfico, inseguridad…

Habrá que suplir estas carencias con ingenio, pero debemos facilitar a nuestros hijos que jueguen. Podemos utilizar material muy variado que existe en el mercado, como, por ejemplo, raquetas, discos planeadores, «indiacas», cometas, boomerangs… La importancia de la familia es mayúscula: los fines de semana pueden aprovecharse para salir al aire libre o espacios abiertos, o para practicar deportes, o para jugar con los hijos. Otra posibilidad son los clubes deportivos.

Ricardo Regidor
Asesoramiento: Juan Manuel Gómez. Diplomado por el INEF. Profesor de Educación Física en Primaria y Secundaria.

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