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Todos los niños pueden ser Einstein: ¿qué hace falta?

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Albert Einstein no aprendió a leer hasta los siete años, su maestra lo calificó como «mortalmente lerdo». Su propia madre decía que era retrasado mental. Hasta los nueve años no habló bien. Entonces, ¿qué le ocurrió para pasar a ser genial?

Fernando Alberca, autor del libro Todos los niños pueden ser Einstein, (Ed. Toro Mítico) cree que le pasó «lo que puede pasarle a cualquiera: motivación y método. Motivación: pese a haber suspendido, un profesor le invitó a asistir gratis a sus clases. Por primera vez, sintió que le valoraban, que creían en él. Y Método: usó el hemisferio derecho para resolver problemas del izquierdo. Visualizaba una solución, y su esposa le ayudaba a formularla matemáticamente. Pero era el hemisferio derecho, el intuitivo y creativo, el que resolvía, no el izquierdo, el matemático».

A Albert Einstein le costó mucho acceder a la Escuela Politécnica y tras finalizar su carrera, su tesis doctoral fue considerada bastante mediocre. Sin embargo, Einstein acabó convirtiéndose en uno de los científicos más geniales del mundo, y no fue el único: Thomas Alva Edison, Graham Bell, Stanley Kubrick, Federico García Lorca… son algunos de nombres que encabezan lista de genios que fueron malos estudiantes.

Motivación y método para despertar el talento

En su libro, Fernando Alberca ejemplifica las claves por las que todos podríamos sacar más brillo a nuestros talentosEste autor está convencido de que cualquier padre puede encontrar las claves que pueden llevar a sus hijos al triunfo de su capacidad.



Con la motivación es posible que cada hijo aproveche su cerebro y cualidades. Para ello es necesario que le enseñen a pensar, a adquirir habilidades para resolver problemas, a utilizar su cerebro de modo creativo, y a practicar la creatividad intelectual. Y para todo ello, precisa la suficiente motivación y confianza en sí mismo.

Lejos de lecciones magistrales o teorías inalcanzables, en la práctica Fernando Alberca sugiere cómo podemos trabajar con nuestra capacidad innata, cómo podemos mejorar en relaciones sociales, cómo motivarnos, cómo potenciar la imaginación y ser más creativos, cómo aprender a desbloquearnos, a leer, a calcular e imaginar mejor; y para todo ello necesitamos crecer en autoestima y saber cómo esquivar las trampas que nos impiden la felicidad y mejorar en el trabajo profesional, el arte, el deporte, el ocio, el esfuerzo o las metas que parecen imposibles.

En educación siempre estamos en el mejor momento para empezar

Pero, ¿cuándo empezar a motivar a los niños y a usar el método? ¿cuál etapa es más decisiva? Según el autor de Todos los niños pueden ser Einstein, «para algunos aprendizajes vitales los cinco primeros años son decisivos. Por ejemplo, el mapa amoroso de una persona se forma antes de los dos primeros años, según haya experimentado o no el amor de sus padres y antes de los siete se establece su personalidad. Así con infinidad de aspectos que luego serán cruciales. La adolescencia es una etapa extraordinariamente fecunda. En ella se manifestará la infancia que hayamos educado y pasarán de nuevo muchos trenes que no será fácil que se repitan. No obstante, como el ser humano siempre es mucho más, no existe el determinismo de ningún tipo y, por eso, en educación siempre estamos en el mejor momento de empezar a educar o re-educar».

Ahora es más difícil educar que hace años

Muchos expertos coinciden en afirmar que ahora la factura de educar mal es mayor. Fernando Alberca lo explica así: «Antes si algún padre se equivocaba con el método, la sociedad le ayudaba. Los niños escuchaban que ser honrado era un valor de prestigio, que obedecer era de hombres maduros, que hacer el bien a los demás era recompensado por la familia, el entorno próximo y la sociedad entera. Pero ahora ven demasiado a menudo exactamente lo contrario. Por ello, los padres han de acertar más, se hace preciso aprender, no basta con repetir lo visto. Hay que saber cómo acertar, porque en ello nos va mucho: la felicidad de nuestros hijos y la nuestra propia».

María Lucea

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