A los hijos, como a todos nosotros, poseer cosas les proporciona seguridad. Por ello, cuando nos vemos obligados a apretarnos el cinturón -por la pérdida del trabajo, una reducción salarial u otras razones- es lógico que nos preguntemos con inquietud como les afectará a ellos y qué podemos hacer para que lo sobrelleven de la mejor forma posible.
Quizás lo más importante en esos momentos es preguntarnos si realmente tenemos claras nuestras prioridades en la vida. ¿Qué es lo verdaderamente importante para nosotros, lo que da sentido a cada uno de nuestros días? Si no tenemos respuesta para esa pregunta, existe el riesgo de que los problemas económicos, particularmente si son graves y prolongados en el tiempo, nos superen, haciéndonos perder las riendas de nuestra vida.
Y los hijos no solo perciben nuestras luchas, sino que se ven profundamente afectados por ellas. Nuestro ejemplo es crucial en su desarrollo y por ello, de la actitud, de la reflexión que hagamos y de las decisiones posteriores que adoptemos ante la crisis depende, en buena medida, el modo en el que les impacte. En este punto es importante tener en cuenta que cada hijo es diferente, como diferentes son las crisis que cada familia padece.
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Por eso es conveniente adaptar la comunicación y las pautas a cada situación, sin olvidar el denominador común de todas las respuestas posibles: la educación en la virtud de la austeridad, que permite desligar la felicidad de la posesión de bienes materiales y mantener un sano equilibrio aunque tengamos poco.
‘Apretarnos el cinturón’, claves en positivo
La austeridad permite el ejercicio de la verdadera libertad. La pregunta clave, por tanto, es cómo hacer de la necesidad de ‘apretarse el cinturón’ una oportunidad para crecer en felicidad y libertad. Aquí van algunas observaciones que pueden ser útiles:
1. Ver la crisis como una oportunidad para tener experiencias de vida que de otra forma no serían posibles.
2. Hacer partícipes a los niños de la oportunidad de ‘apretarse ellos también el cinturón’, siempre de acuerdo a su capacidad de comprensión y adaptación. La crisis es un modo privilegiado de fomentar la unidad familiar, que se refuerza al compartir dificultades y renuncias juntos, pues fomenta la solidaridad y la responsabilidad.
3. Explicar a nuestros hijos los cambios que la familia tendrá que afrontar para ajustarse a la nueva realidad económica, haciéndoles ver los aspectos más positivos de la experiencia sin ignorar completamente los negativos.
4. Solidarizarnos en familia con los que tienen aún menos. Es una excelente oportunidad para fomentar la virtud de la gratitud, que surge al caer en la cuenta de que todo lo que tenemos es un don, que crece al compartirse.
5. Apreciar con más intensidad el momento presente, que es el único que realmente poseemos y del cual depende nuestra felicidad y la de quienes nos rodean.
Ideas para aprovechar la crisis económica para educar
El ahorro es la clave del buen funcionamiento de cualquier hogar, y debe convertirse en una prioridad en contra de la mala praxis de vivir por encima de nuestras posibilidades. Enseñar a ahorrar a los niños es una forma de educar en positivo y se puede hacer siguiendo estas pautas:
– Creatividad. La ausencia relativa de bienes materiales fomenta la creatividad, que nos permite hacer regalos a nuestros hijos de bajo coste pero de gran impacto afectivo. La creatividad también nos permite redescubrir una gran cantidad de juegos que, con bajo o nulo coste, fomentan lazos de amistad muy fuertes entre los miembros de la familia (juegos de cartas, de mesa, cocinar, pasear, etc.). No menos importante, nos ayuda a examinar muy bien el verdadero sentido de muchos gastos que quizás antes realizábamos sin demasiada reflexión previa.
– La frugalidad en el comer, renunciando a caprichos o a productos de lujo (por ejemplo comprando la marca blanca en los supermercados más económicos), incrementa nuestra sensibilidad por los más desfavorecidos de la sociedad y nos solidariza con los que sufren.
– La comunicación, que se fomenta enormemente durante las comidas en casa, fortalece el cariño y fortifica a la familia ante la crisis.
– La delicadeza con los bienes materiales, que se refuerza mediante el respeto a los materiales escolares, y que permite reutilizar y reciclar para reducir costes.» La delicadeza con el medio ambiente, el cual se beneficiará de un consumo más reducido de electricidad, calefacción y agua caliente, así como de un menor uso del coche a favor del transporte público.
– La delicadeza con el dinero, que puede fomentarse reduciendo o incluso eliminando la paga semanal o el contrato del teléfono móvil, si es que nuestros hijos gozan de estos privilegios.
– La austeridad en el vestir, que se fomenta cuando se prescinde de marcas caras o cuando se renuncia a la última moda en favor de prendas más intemporales, que por otra parte deben de llevarse siempre en las mejores condiciones posibles. También se fomenta el cuidado con las cosas cuando se incentiva la transmisión de la ropa de los hermanos mayores a los hermanos pequeños, primos o amigos.
– Las habilidades manuales, pues la crisis puede requerir la involucración de padres e hijos en el mantenimiento de la casa.
En definitiva, las crisis económicas pueden convertirse, si se saben vivir bien, en una ocasión excelente para ganar mayor conciencia sobre el inmenso don que representa la vida y para aprender a dar valor, individualmente y como familia, a lo realmente importante. Es una ocasión privilegiada para liberarse siquiera parcialmente de la esclavitud del poseer para profundizar en la libertad del ser.
Paloma de Cendra. Psicóloga y Terapeuta de Pareja y Familia
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