La hora del patio es el momento más esperado de las largas jornadas entre lección y lección. El recreo es el único rato que tienen los niños para que les dé un poco el aire, corran e imaginen libremente y se relacionen entre ellos; por lo que podríamos considerar el recreo como otro espacio a tener en cuenta para que crezcan y se desarrollen como personas.
Dentro de todas las cuestiones que se analizan para posibles mejoras en educación, una más es la hora del patio que, tras numerosos estudios, ha demostrado lo importante es en el desarrollo integral del niño.
¡Todos al patio!
Así empezaba, con esta sencilla frase del profesor/a, la salida de clase hacia el recreo. Muy rápido, para no ser el último y no perder ni un minuto, recogías todo y salías fuera, al aire libre. Respirabas aire limpio y en invierno hasta podías llegar a inhalar el frío, pero eso no importaba. Comías deprisa el bocadillo del recreo mientras decidías a lo que jugar y, en cuanto terminabas, comenzabas a correr con tus amigos siguiendo un balón, evitando ser atrapado, o buscando la mejor esquina en la que no os molestaran para representar vuestra mejor obra…
El recreo era uno de los momentos más felices y, según oías las palmadas o el timbre para volver a clase, ya estabas planeando y deseando que llegara el patio de después de comer, porque ese siempre era más largo y daba tiempo a jugar a muchas más cosas.
Supongo que varios os sentiréis identificados con estos recuerdos. Y es que, muchas veces, para intentar entender el mundo de los niños como un niño, debemos intentar pensar como ellos sin dejarnos llevar por los prejuicios de la madurez.
El recreo, ocio al aire libre
En algunos países se ha propuesto la idea de abolir las horas de patio del colegio. ¿Pero somos conscientes, realmente, de lo que estamos pidiendo? El recreo o patio es considerado como la hora en que los niños se distraen o descansan entre clase y clase. Siendo así, podríamos llegar a plantearnos establecer estas horas en la misma aula en la que trabajan o una diferente donde pudieran tener algún juego de mesa o libros para leer.
Pero no deberíamos quedarnos solo con esa percepción, porque el patio es mucho más. La hora de recreo y la zona de patio están institucionalizadas en todo el mundo como un tiempo entre clases que va desde el cuarto de hora hasta la media hora o cuarenta y cinco minutos, depende de lo rápido que seas para comer, y se lleva a cabo en espacios abiertos y al aire libre.
Cada país o zona organiza sus patios de la mejor forma que puede, dándole a este también una característica cultural en su aspecto.
James Mollinson, en su proyecto Playground, nos muestra mediante fotografías cómo juegan los niños en los patios alrededor del mundo. Mientras que en Nairobi, lo hacen atropelladamente en un suelo arenoso, rodeado de las aulas con tejados de zinc; en Tokio utilizan el último piso, la azotea, para poder tener más espacio y, en Noruega, es un lugar totalmente abierto, con árboles por los que trepar o rocas que saltar.
La razón de que el patio sea un espacio abierto y al aire libre radica en la necesidad que tienen los niños para moverse libremente en cualquier sitio, que les permita correr o saltar si hiciera falta o hasta lanzar el balón. Se entiende que, en un espacio más reducido, como el de una clase, no tendrían esta opción. Además, los niños deberían tener la posibilidad de cambiar de juego cuando quisieran o, incluso, abstraerse de cualquiera y alejarse de los demás niños si lo necesitaran. En un espacio más pequeño, esto es claramente más difícil, pues no hay lugares para aislarse, ni comenzar juegos que no estén ya creados.
La importancia social del recreo para los niños
El recreo es la hora en la que ellos eligen a qué y cómo jugar, con quién estar y dónde. Deben pensar en múltiples variantes que les ayudarán a desarrollar la destreza de reflexión e imaginación. Sin que nadie les diga nada han de aprender a gestionarse, enfrentándose de esta forma, a una micro sociedad de una manera autónoma.
Esto también les ayuda y favorece su imaginación. No tienen ningún profesor que les diga qué pasos dar ni qué reglas seguir, por lo que pueden crear o amoldar juegos ya existentes, teniendo en cuenta sus deseos. Pero esto no es tan fácil porque, a la hora de escoger el juego o los pasos que seguirán, tienen que ponerse de acuerdo con los demás compañeros. Así favorecen, también, el trabajo cooperativo.
Crean sus normas sociales -y a veces son muy estrictos en el deber de su cumplimiento- y establecen roles o tareas, al igual que ocurre en la gran sociedad. Esto les supone un reto que deben aprender a superar ellos mismos; contando, cuando fuese necesario, con el profesor o cuidador del patio, que les va entrenando, in situ, en la tarea de resolución de conflictos con los compañeros.
No podemos negar que, aunque en esta hora prima la libertad de los alumnos, la presencia del adulto es de máxima importancia.
Es él el encargado de que los niños ejerzan un juego seguro físicamente y siempre desde el respeto a sus iguales y el entorno. Con la ayuda del profesor vigilante, y una mínima, pero suficiente intervención, aprenderán qué significa el respeto a los demás y la empatía.
Es una de las mejores formas para aprender a conocerse a sí mismos y, de igual modo, ayuda a los docentes a conocer más profundamente cómo es cada uno de los alumnos; ya que, el observarles en un ámbito mucho más libre les posibilita descubrir infinidad de aspectos sobre una persona que en un aula o área de juego más pequeña, podrían pasar inadvertidas.
Además de todo lo expuesto, no podemos olvidar que, con el juego libre en un espacio amplio y al aire libre, los niños estarán practicando, a su vez, ejercicio físico. Esto les ayudará a cuidar su salud, a mejorar su coordinación y equilibrio y a crearse una mejor percepción de su imagen corporal.
Eider Alonso. Educadora de NClic School
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