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Protege el medio ambiente: la pedagogía del cuidado de la ‘casa común’

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La «casa común» es la tierra que habitamos. La solidaridad, que propone la mejor de las tradiciones culturales para el cuidado de la «casa común», quedó expresada ya antiguamente en el idioma hebreo mediante el paralelismo entre Adam (el hombre) y adamah (la tierra).

La reflexión conjunta acerca del cuidado de la «casa común» interesa a todos. Cualquier persona de buena voluntad, desea saber de las cosas de este mundo y hacerlo en su conjunto. Y, entre otras certezas, valorará que el mundo tiene un orden y una belleza que es preciso respetar, que esta tierra, este mundo, es la «casa de todos» y que por tanto hemos de cuidarlo para que sea un lugar acogedor.

La pedagogía de la ‘casa común’

¿Por qué urge la pedagogía del cuidado de la «casa común» en el momento presente? Algunos datos objetivos que se ofrecen ante nosotros -entre otros que podrían ofrecerse- avalan dicha propuesta didáctica: «la escasez de agua, la contaminación hidrográfica y de los mares, y el derecho de todos al agua potable y suficiente para todos; la pérdida progresiva de parte de la biodiversidad; la degeneración de la calidad de vida y el deterioro de la justicia social y del sentido de pertenencia; la distribución desigual del desarrollo global en las naciones y en las regiones de la tierra; la debilidad de la reacción nacional e internacional a este desafío global; los juicios globales contradictorios entre una fijación estricta sobre la fe en el progreso, según la cual todos los problemas se deberían resolver con la ciencia (experimental) y la tecnología», etc. 

Cualquier ser humano propondría una pedagogía del cuidado de la «casa común» al contemplar la evolución maravillosa que se ha producido desde aquel momento original que desencadenó un mar de energía y de materia que, aun sin tener intencionalidad, pareciese estar -el proceso evolutivo- intencionado por el maravilloso espectáculo que nos ofrece el firmamento en una noche estrellada de luz y de belleza.

No parece una crítica excesiva decir «que el hombre moderno no ha estado suficientemente preparado para cultivar técnicamente el jardín de la «casa común» sin dañarlo, ni tampoco parece que la propuesta posmoderna tenga hoy la actitud necesaria para utilizar el extraordinario poder técnico que tiene actualmente la humanidad en sus manos, ya que parece que los humanos no estuviesen sometidos hoy a norma reguladora alguna de la libertad, que no estuviese referida a criterios de utilidad técnica y de la seguridad propia.

Cuidemos la tierra que habitamos

El cuidado de la «casa común» nos convoca a todos, desde diversos ámbitos y disciplinas. En este sentido, «un grito paternal de amor es la Laudato si, o, si se prefiere, una sacudida a las conciencias de todos los que vivimos en la «casa común», con la finalidad de despertarnos del sueño tecnológico, individualista, y abrir al mismo tiempo un horizonte futuro de esperanza al proyecto personal y comunitario».

El mundo que nos ha sido dado al hombre es un don. Pero no es un regalo que después de hacerse, dejase de interesar al que lo hizo. Por eso, la pedagogía advierte que los hombres y las mujeres deben trabajar y cuidar el jardín de la «casa común» con esmero y no de forma despótica.

Emilio López-Barajas Zayas. Catedrático Emérito de Universidad en Fundamentos de Metodología Científica

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