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¿Por qué la prohibición deja de tener sentido cuando hablamos de pantallas?

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La presencia de la tecnología en nuestra vida cotidiana se ha multiplicado de forma exponencial en los últimos años, especialmente a raíz de la pandemia. Es lógico, por tanto, que en el ámbito educativo y familiar haya surgido un debate sobre el papel que desempeña la tecnología en la vida de los más jóvenes, para quienes las herramientas digitales se han convertido en un elemento imprescindible en el día a día. El lenguaje digital para ellos es algo natural, pero no es sinónimo de saber hacer un uso responsable de la tecnología.

Por todo ello, es necesario abandonar viejos prejuicios y afrontar la cuestión de frente. Soluciones como la prohibición dejan de tener sentido para las nuevas generaciones que, con total seguridad, tendrán que desenvolverse en un entorno laboral y educativo altamente tecnificado y en el que quienes no desarrollen determinantes aptitudes podrán verse descolgados. De hecho, según un estudio publicado en 2013 por Benedikt Frey y Michael Osborne, profesores de la Universidad de Oxford, el 65% de los escolares trabajará en empleos que aún no existen y estarán ampliamente digitalizados.

La educación, por tanto, no debe basarse en rehuir de la tecnología, sino en aprender a utilizarla. Más aún si tenemos en cuenta que, según datos de Stadista de 2020, casi el 70% de los menores entre 10 y 15 años de nuestro país tiene un móvil con acceso libre a internet.

Rodeados de pantallas

La pandemia, durante el último año y medio, ha precipitado el uso de la tecnología en las aulas. De hecho, durante el último trimestre del curso pasado, prácticamente la totalidad de los colegios españoles tuvo que adaptarse a un modelo de educación 100% telemático. Y aunque la implementación pedagógica de la tecnología va más allá de la mera sustitución del libro en papel por un dispositivo móvil. En esta transformación juega un papel importante la formación del profesorado.

«Vivimos y viviremos rodeados de pantallas, por lo que lo más lógico es aprender a hacer un uso razonable de ellas. Esto implica, necesariamente, que aprendamos a ser espectadores. Debemos aprender a mirar las pantallas, y razonar los contenidos que de ellas extraemos de una forma crítica, sabiendo que hay contenidos que pretenden formarnos, otros que, simplemente, pretenden entretenernos sin ser modelos de comportamiento y otros que deben aprender a descartar directamente. Pero, por encima de todo, debemos educar para ser actores y audiencias activas de estas pantallas, que su uso tenga un propósito constructivo y que los jóvenes sean plenamente conscientes de ello», explica Lucía García, responsable del Método Brains y Apple Distinguished Educator.

Experiencias de aprendizaje con pantallas

Claves para la inclusión de las nuevas tecnologías, que debe ir acompañada de una educación sobre ellas mismas

– Uso de pantallas para actividades transformadoras 
– Prevalencia de actividades de creación frente a actividades de consumo
– Uso limitado y controlado de exposición a pantallas 
– Predominio de actividades en papel y manipulativas

«Las pantallas no son un sustito de los libros. Son una nueva herramienta, con funcionalidades totalmente diferentes, que nos permite acceder a actividades en las que el alumnado puede interactuar de forma directa con los contenidos. Por todo ello, debemos prepararles para hacer un uso correcto de las mismas y saber extraer de ellas lo máximo posible», concluye Lucía García, responsable del Método Brains y Apple Distinguished Educator.

Marina Berrio

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