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Principios de neuroeducación para desarrollar en familia

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La neuroestimulación es una gran aliada en la educación de los niños.
La neuroestimulación es una gran aliada en la educación de los niños. – ISTOCK

En los últimos años la neurociencia ha aportado una perspectiva muy interesante a la educación. Al comprobar cómo se construye y cómo aprende el cerebro, se pueden construir mecanismos eficientes para favorecer el desarrollo, a nivel intelectual de los más pequeños. Desde luego todavía queda mucho por estudiar para que esta rama pueda aportar estructuras concretas.

Sin embargo, a día de hoy, ya existen datos ara que tanto familia como centro escolar puedan trabajar en las decisiones educativas. De esta forma se podrá favorecer el desarrollo cognitivo de las nuevas generaciones, teniendo en cuenta cómo aprende el cerebro. Un ejemplo son los cinco principios de neuroeducación que ofrecen David Bueno y Ana Forés en la Revista Iberoamericana de Educación. Pasos que a familia puede poner en marcha.

Los 5 principios de la neuroeducación

Estos son los principios que, según estos especialistas, las familias deberían conocer y poner en práctica:

Somos seres únicos e irrepetibles. El cerebro es el órgano más complejo de nuestro cuerpo. Es el encargado de dirigir toda la actividad, patrones y comportamientos. Las conexiones de cada neurona es la que proporciona una mayor plasticidad a la hora de enfrentarse a nuevas conexiones.

La mejora en las conexiones neuronales puede conseguirse a través de actividades diarias. Un proceso de retroalimentación en el que dichas rutinas favorecen el desarrollo de esta red cerebral y ese incremento facilita el aprendizaje de nuevos hábitos.

Influencia sin determinar. Los padres deben recordar que cada persona es única e irrepetible. Lo que a ellos les sirvió en su etapa infantil puede no tener el mismo resultado en sus hijos. De hecho, es posible que incluso el resultado sea distinto. Por ello, hay que analizar el resultado de estas influencias, a partir de la propia experiencia, antes de tomarlas como rutina.

Incluso, aunque la genética pueda dar lugar a estructuras cerebrales parecidas, solo es la punta del iceberg. Cada cerebro se forma de distinta manera debido a otros muchos factores.

El cerebro antes de nacer. El bebé en el vientre de su madre va desarrollando el cerebro a partir de células que se convierten en neuronas que ya en esta etapa empiezan a realizar conexiones entre ellas. Y es aquí en donde el estilo de vida de la madre puede influir mucho en este mapa cerebral.

Las madres que practican deporte moderado durante el embarazo dan lugar a hijos con mayor predisposición a la actividad física. Otro claro ejemplo es la presencia de tabaco en la gestación, que incrementa en un 78% la posibilidad de que se termine por sufrir un trastorno mental.

Tras el parto, las conexiones se multiplican. Una vez que el niño ha llegado al mundo, la red neuronal se sigue formando. En torno a los tres o cuatro años los hijos ya contarán con todas las neuronas que precisan, es el momento en el que hay que trabajar en las conexiones entre estas células.

Es el momento de mayor plasticidad en la vida de las personas, una cualidad que es importante en cualquier proceso de aprendizaje. Un momento en el que lo vivido tendrá una gran influencia en los comportamientos futuros. La estimulación a través de distintas actividades intelectuales es muy importante en esta etapa de sus vidas.

Pero, hay que tener en cuenta que hay que estimular no sobreestimular ya que en estos momentos podrían surgir problemas como el estrés crónico, un gran enemigo del cerebro.

Las tres grandes etapas del niño por edades

Como ya se ha dicho, el cerebro es una esponja que absorbe todo lo que le rodea. Por ello es importante aprovechar estos momentos en donde la plasticidad es mayor. Los padres deben trabajar en un buen ambiente para los hijos y tener en cuenta las tres grandes etapas desde el nacimiento hasta la vida adulta, en donde estos especialistas proponen algunas rutinas:

  • 0-3 años. Una etapa esencial en donde se imprime el carácter y el temperamento. Los padres deben ofrecer un feedback de todo lo que va aprendiendo del mundo y de la percepción de sus experiencias. Es de vital importancia crear un vínculo seguro con sus los progenitores.
  • 4-11 años. Es la etapa más significativa para las tareas instrumentales y académicas (en especial para el razonamiento, la interrelación y la memoria). Aquí se descubren las emociones, lo que se puede aprovechar para que de cada experiencia nazca un aprendizaje. El cerebro percibe como máxima utilidad aquellas destrezas que sirven para integrarse en la sociedad. El papel de los padres debe ser el de reconocer su esfuerzo.
  • Adolescencia. En esta etapa el cerebro busca situarse en el mundo y los padres deben ofrecer elementos que sirvan de reflexión. Los ejercicios de control emocional deben contraponerse al deseo de rebeldía y de ruptura de los límites a estas edades. Por ello, es importante haber inculcado previamente una serie de normas que indiquen las fronteras.

Damián Montero

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