Actualizado 02/09/2024 09:12

Pocos límites y bastante libertad: las clave de la autonomía y autocontrol

Archivo - Los límites influyen en la autonomía y control- Istock
Archivo - Los límites influyen en la autonomía y control- Istock - JACOBLUND - Archivo

Hay un difícil equilibrio entre dar libertad a los hijos y establecer los límites que no pueden trasvasar. No hay recetas milagro y cada caso es diferente. Pero, como norma general, límites: pocos y claros. Con el resto, dar libertad, confiar en su criterio y, de vez en cuando, mirar para otro lado.

Los límites son imprescindibles en la educación porque es la única manera que tienen los niños y adolescentes de conocer cuáles son las reglas de juego a las que tienen que atenerse. Además, esos límites son los que les ayudan a dibujar el mapa de lo correcto y lo incorrecto que marcará su comportamiento ético no sólo en la infancia y adolescencia, sino el resto de su vida. Y, aunque tiendan a protestar los límites en un natural intento de obtener siempre más cotas de libertad, lo cierto es que los agradecen porque son señal inequívoca de que son importantes para su familia, de que se preocupan por ellos. Los menores que no tienen límites sienten menos apego con sus familias.

Pero los límites no son la única vía para crecer. De hecho, el proceso de maduración requiere un complejo equilibrio entre esos márgenes definidos claramente con reglas sólidas que se cumplen siempre y algunos espacios de libertad que implican mayor autonomía y también, en paralelo, más oportunidad de tropezar y caer. La buena educación requiere de ambos escenarios porque si los niños y adolescentes no trabajan su autonomía mediante el adecuado uso de su libertad, no generan capacidad de autogestión y autocontrol, destrezas indispensables para desenvolverse en el mundo adulto. Los menores que no han dispuesto de espacios propios de decisión suelen tener más problemas para gestionar adecuadamente su libertad cuando alcanzan su vida adulta.

El control que ejercen los límites es exógeno, externo al menor. Sabe que si traspasa determinado límite, tendrá que atenerse a unas consecuencias conocidas e impuestas de antemano. Tiene que "cumplir" pero no necesita pensar ni en si debe o no cumplir ni tampoco en por qué cumple. De hecho, si preguntamos a nuestros hijos por qué cumplen normas básicas muy repetitivas, como saludar al entrar en casa, lavarse las manos antes de comer o recoger su ropa antes de dormir, nos sorprenderá comprobar que, en muchos casos, aunque cumplan la norma a la perfección, no saben por qué la cumplen.

El verdadero autocontrol está en el momento en el que no hay límites y lo que nuestros hijos han aprendido en las circunstancias en las que sí tuvieron límites les tiene que servir para tomar una decisión rápida sobre lo que tienen que hacer ahora, cuando no tienen muy claras las reglas de juego. Es en esa circunstancia donde se va a producir un mayor crecimiento en autonomía, muchas veces con la elección correcta, otras a través del modelo ensayo-error que supone un extra de confianza de los padres, conscientes de que van a tropezarse y caer pero de que se levantarán más fuertes, sabios y preparados para la próxima vez.

 

Contador