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3 opciones ante los problemas de tus hijos como estudiantes

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Para que tu hijo sea mejor estudiante tienes que mostrar con los hechos que para ti es más importante trabajar bien que sacar buenas notas. En teoría, esto lo firman todos los padres, pero en la práctica es muy difícil; vivimos en la sociedad de las apariencias y lo que aparenta son las notas.

Si enseñas a tu hijo con los hechos que lo que te importa realmente son las notas, él tratará de conseguir las mejores notas con el mínimo de esfuerzo. Y el mínimo de esfuerzo suele estar reñido con el trabajo bien hecho.

Los éxitos cosechados en los últimos años en diversos programa de mejoramiento en el estudio me han llevado a escribir estas experiencias con el objeto de que muchas más familias se vean beneficiadas por nuestra propuesta. Luis Manuel Martínez. Doctor en Pedagogía y Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, y autor de libro Y ahora… ¿los deberes? (Teconté), te propone que trates de personalizar las sugerencias y transformes los ejemplos en tu caso particular.

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3 opciones ante los problemas con los estudios

Ante los problemas de tu hijo como estudiante sólo existen tres opciones: cambiar la situación, cambiar a tu hijo o cambiar tú.

Cambiar la situación

Si no te gusta la situación puedes intentar cambiar de colegio, culpar a los profesores o hacer que a tu hijo se le preste una atención especial. Este afán por huir de las situaciones problemáticas ha llevado a los expertos a acuñar el término de padres proteccionistas o sobreprotectores. Los padres que allanan el camino a sus hijos piensan que la vida será más agradable, pero no es exactamente así. Lo que esos padres pensaban que iba ser felicidad se convertirá para el hijo en una prolongada inadaptación ante situaciones de lo más comunes, y los padres no podrán librarse de sus sentimientos de culpabilidad y vergüenza, de su sensación de fracaso.

Saben que deben abordar la vida académica de sus hijos de manera distinta pero necesitan apoyo. Unos padres me contaron una vez como habían estado cambiando de colegio a uno de sus hijos, en un intento de hallar una situación adecuada.

Casi todas las antiguas frustraciones volvían a presentarse, disfrazadas de otra manera. Al final, se les ocurrió pensar que los causantes del problema eran ellos, no los colegios. ¿Significa esto que hay que excluir el cambio de colegio, o de situaciones académicas, como medio de resolver el fracaso escolar? No. Los padres tienen que decidir que es lo que más le conviene a su hijo. Huir podría ser la respuesta más fácil pero no la mejor.

Si de verdad consideran que el actual colegio, o una determinada situación, está mermando las posibilidades de su hijo y tienen opción de cambiar a otro colegio mejor o modificar la situación, adelante pero deben saber que esa medida debe ir acompañada de otros cambios.

Cambiar a tu hijo

La mayoría de los padres quieren que sus hijos sean mejores estudiantes de lo que son y sufren, en mayor o menor medida, una decepción cuando no sucede así.Según los casos, son comunes frases como: «convendría que le cantaran las cuarenta»,»deben apretarle más en el colegio», «ya no se como decirle que se ponga a estudiar», «aunque aprueba no quiero que se conforme porque puede dar más», o el clásico: «Puede dar más, lo que pasa es que no se pone», «Con las buenas notas que saca no se que argumentos darle para que se ponga ha estudiar».. Ante estas observaciones, se oyen mensajes como: Déjate de historias y métele en cintura. O también aquellos otros que van de positivos y tranquilizadores: son cosas de la edad; ten paciencia ya madurará.

Para la mayoría de los padres la única solución estriba en conseguir que los hijos cambien.

Yo antes también lo creía. He pasado muchos años tratando de que este método me diera resultado con mis alumnos en mis clases y en los distintos programas de estudio que he impartido. Y a veces, lo sigo haciendo porque es más cómodo, pero generalmente no sirve.

Me he pasado cursos enteros tratando de cambiar a los alumnos. Casi todos cambian un poco. O se limitan simplemente a realizar los requerimientos que les solicito algo mejor durante un breve periodo de tiempo. Después, vuelven de nuevo a sus antiguos hábitos. O me consuelan estudiando como yo quiero cuando estoy con ellos en el aula o en la sala de estudio. Pero sólo entonces. Lejos de mí, aflojan y estudian como más les apetece (como más cómodo les resulta). La conclusión a la que he llegado es que no puedo hacerles cambiar si no cambio yo primero, o al menos a la vez que cambian ellos.

Cambio en la actitud de los padres

Fijándome en las familias de mis alumnos, también he podido observar como el cambio de los padres hace cambiar a los hijos, llevándome a concluir que si quieres que tus hijos cambien en relación con sus estudios, empieza a cambiar tú en relación con sus estudios. Y me dirás, «no es justo que tenga que cambiar yo para que mis hijos sean mejores estudiantes. Tal vez no sea justo, pero la relación paterno-filial no se basa en los deberes de justicia sino en el amor. Sólo puedo decirte que llegarás más lejos y con mayor rapidez si empiezas tú cambiando primero.

Luis Manuel Martínez. Doctor en Pedagogía y Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, y autor de libro Y ahora… ¿los deberes? (Teconté)

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