Los niños al nacer necesitan todo tipo de atenciones las 24 horas del día, necesitan que estemos con ellos y que les protejamos. Proteger a los hijos es algo natural e instintivo, pero llega un momento en el que hay que poner ciertos límites a esta conducta, pues el exceso de atención y protección a tu hijo puede convertirse en un factor negativo para el desarrollo de su personalidad.
Antiguamente, eran más frecuentes las familias numerosas, en las que no se atendía tanto a la sobreprotección de los hijos. En estos días, el ritmo de vida de los padres y la evolución de la concepción de la familia motiva que el número de hijos por familia sea menor, siendo habitual en las parejas no tener más de dos. Para muchos padres, los hijos se convierten en un proyecto de vida muy planificado, y es esto lo que lleva a limitar la autonomía e independencia de los niños convirtiéndolos en personas sobreprotegidas.
Normalmente, la sobreprotección es fruto de la propia personalidad de los padres o por concurrir alguna circunstancia especial como ser un hijo muy deseado y buscado, por la falta de alguno de los progenitores o por que el niño padezca una enfermedad grave o crónica. La constante presencia de Internet y de las redes sociales en la vida de nuestros hijos hace que los padres se pongan nerviosos por saber en qué dedica el tiempo su hijo cuando viaja por la red y se preocupen más por su supervisión y control.
Consecuencias de la sobreprotección infantil
Estudios realizados por los especialistas demuestran que los niños protegidos y cuidados en exceso no desarrollan adecuadamente sus capacidades ni asumen sus correspondientes responsabilidades por la presencia constante de sus padres. La sobreprotección infantil desarrolla en los niños una serie de síntomas que se prolongan a lo largo de su vida restándoles la posibilidad de desarrollar estrategias y soluciones a los problemas que se les presentan. Otras de las consecuencias más comunes de sobreproteger a los hijos son las siguientes:
1. Los niños sobreprotegidos generan un sentimiento de inutilidad y dependencia. Les cuesta emprender proyectos por sí solos y tienen miedo a lo desconocido.
2. Carecen de iniciativa propia, de creatividad y de autoestima para realizar sus propias competencias.
3. No muestran interés por conocer sus propios talentos ni por las necesidades de las personas que le rodean, en definitiva, se convierten en personas egocéntricas.
4. Tienen poca tolerancia a la frustración y por lo general muestran insatisfacción por sus propios logros.
5. Suelen ser niños poco empáticos, miedosos y con dificultades para relacionarse con los demás.
Límites a la protección paterna
Para tratar de resolver esta situación, es importante que los padres conozcan los límites de su actuación, qué acciones son normales y cuáles necesitan de la atención de los progenitores. Es bueno dejar que tus hijos experimenten por sí solos, que se equivoquen y que aprendan de sus errores. Puedes ayudarle a reflexionar sobre la solución a un determinado problema, pero es bueno que ellos solos vean cuáles son las distintas posibilidades y aprendan a barajarlas y a elegir, acarreando con las consecuencias.
Deja que tu hijo se relacione libremente con sus compañeros, que juege con otros niños y que disfrute. Que haga actividades de las que él se sienta capaz, siendo conveniente ni prohibir que las lleve a cabo ni tampoco obligarle a ello, que sea él quien decida.
Es importante fomentar su autonomía y responsabilidad dejando que hagan por sí mismos tareas que son propias de su edad, como hacer la cama, poner la mesasiendo importante la ayuda y la presencia de los padres para encaminarles a que lo hagan de la manera adecuada, pero sin que esto se convierta en un exceso.
Ana Vázquez Recio
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