¿Existe una edad óptima para aprender a leer? ¿Qué conocimientos y habilidades debe alcanzar el niño para tener garantía de éxito? Estas preguntas han sido, en los últimos años, ampliamente planteadas por padres, educadores y profesionales del lenguaje, dando lugar a numerosas investigaciones y a todo tipo de respuestas.
A los 4 años, el niño está capacitado para aprender a leer
Algunos expertos afirman que a los cuatro años los niños ya están capacitados para leer adecuadamente, mientras que otros piensan que es preferible retrasar el aprendizaje de la lectura hasta los siete u ocho años. Una teoría bastante extendida es la hipótesis de que la capacidad de un niño para leer correctamente no depende de su edad, sino de la madurez para la lectura.
Como explica Carmen Lomas Pastor en su libro Cómo hacer hijos lectores, «en esta madurez intervendrían variables como la lateralidad, la estructuración espacial y el esquema corporal. Este concepto de madurez lectora, que desarrollará la comprensión lectora, fue propuesto por analogía con la adquisición de otras destrezas tales como hablar o caminar, entendiendo que del mismo modo que caminar requiere un cierto grado de maduración de músculos, huesos y nervios de las piernas, leer requeriría cierta maduración del sistema nervioso».
Sin embargo, ha sido rebatido por los expertos llamando la atención sobre el hecho de que este paralelismo es en sí mismo erróneo, ya que la lectura no es una destreza natural del ser humano que se desarrolle de forma espontánea y biológicamente determinada; sino que es una habilidad adquirida que necesita de una enseñanza sistemática. Entonces, algunos ejercicios propuestos para mejorar la madurez ante la lectura, tales como la estimulación de psicomotricidad gruesa (gatear, adoptar ciertas posturas, etc.) no necesariamente van a ayudar en este aspecto.
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Qué necesita un niño para aprender a leer
No obstante, aunque para empezar a leer no sea necesario tener adquiridas las habilidades psicomotrices, el aprendizaje lector sí se verá favorecido por el hecho de tener desarrollados ciertos aspectos fonológicos, lingüísticos y cognitivos, tales como:
1. Habilidad para la segmentación fonológica. Se ha demostrado científicamente que el proceso de mayor importancia para la lectura es el reconocimiento de palabras, para el cual es esencial el mecanismo de conversión grafema a fonema. Una vez que el niño consigue aislar los sonidos que componen las palabras, ya puede entender que cada letra representa un sonido. Esta habilidad se denomina conciencia fonológica, y es una tarea sumamente compleja para los niños: pese a que desde edad muy temprana pueden separar sin dificultad sílabas y palabras, es más difícil para ellos separar fonemas, ya que requiere considerar como iguales sonidos bastante diferentes entre sí (por ejemplo, el sonido /t/ no se percibe igual en «tarta» que en «tren» o en «timbre», sin embargo se trata del mismo fonema). Por otro lado, hay varias formas de conciencia fonológica, algunas de las cuales se adquieren antes de leer, es decir, son causa de la lectura; y otras se perfeccionan después, es decir, son su consecuencia.
Teniendo en cuenta esto, para la preparación a la lectura será importante que los niños desarrollen al menos las formas más simples de conciencia fonológica, a través de la segmentación de sílabas (mediante canciones, juegos…), trabajando el ritmo (mediante poesías, adivinanzas…) y finalmente, la separación de los fonemas, empezando por los colocados en las posiciones inicial y final, y teniendo en cuenta que no todos los fonemas tienen la misma dificultad, por lo que será necesario secuenciar en el tiempo desde las vocales hasta las oclusivas.
2. Desarrollo del lenguaje oral. Al comprender conversaciones llevamos a cabo operaciones que básicamente son similares a las que realizamos durante la lectura. Ello implica que el niño acostumbrado a entender mensajes orales tendrá mayor facilidad para describir los escritos. Sin embargo, en las conversaciones cotidianas se emplean en general oraciones esquemáticas, poco sofisticadas, que continuamente hacen referencia al contexto. En cambio, al leer un texto se deben captar una serie de descripciones que nos permiten seguir el hilo narrativo.
Marisol Nuevo Espín
Más información en el libro:
Cómo hacer hijos lectores. Carmen lomas Pastor. Ed. Palabra.
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