Los tratamientos médicos y científicos para la comprensión de la dislexia han avanzado en los últimos 5 años, pero aún queda mucho trabajo por hacer para comprender plenamente las causas de la dislexia, y poder mejorar las vidas de los niños que luchan por aprender a leer, según un seminario publicado en ‘The Lancet’.
De hecho, la mayoría de los niños son diagnosticados con dislexia, después de haber tropezado con graves dificultades en la escuela, en un momento en el que es mucho más difícil para ellos dominar nuevas habilidades.
«Los profesionales no deben esperar a que los niños sean diagnosticados formalmente con dislexia, ya que el remedio es menos eficaz que la intervención temprana», explican Robin Peterson y Bruce Pennington, de la Universidad de Denver, en los EE.UU.
Aproximadamente, el 7 por ciento de la población es disléxica, y los niños tienen el doble de probabilidades de tener dislexia que las niñas. Se creía que la dislexia involucraba problemas con el procesamiento visual, pero la creciente evidencia sugiere que el déficit subyacente consiste en la dificultad de discernir sonidos del lenguaje, asignarles letras (deterioro fonológico).
«Al igual que todos los trastornos definidos conductualmente, la causa de la dislexia es multifactorial, y se asocia con múltiples genes y factores ambientales de riesgo», explican los autores. A pesar de la reciente identificación de los seis genes que contribuyen a la enfermedad, se sabe muy poco acerca de cómo estos, y otros posibles determinantes genéticos, pueden contribuir a la dislexia.
Por tanto, se necesitan más investigaciones para revelar los genes no descubiertos aún que pueden contribuir a la dislexia, para identificar qué ubicaciones de genes son compartidas y no compartidas con los trastornos comórbidos -como trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)-, y para examinar los efectos de los factores de riesgo ambientales.
«Todavía tenemos que aprender más sobre la naturaleza del déficit fonológico, y cómo este problema interactúa con otros factores de riesgo lingüísticos y no lingüísticos», explican Peterson y Pennington.
Los investigadores añaden que queda mucho por hacer para abordar las cuestiones de tratamiento, y afirman que «los estudios de imagenología cerebral han demostrado que una intervención eficaz parece promover la normalización de la actividad en la red de lectura y lenguaje del hemisferio izquierdo».
Aunque el diagnóstico suele retrasarse hasta la edad escolar, las condiciones comunes de coexistencia, como el TDAH, el trastorno del lenguaje, y el trastorno del habla, pueden ser evidentes mucho antes, y podrían ser utilizados para ayudar a predecir el riesgo de un niño de tener problemas posteriores con la lectura, según concluyen los autores.