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Pros y contras de la educación emocional

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En los últimos años se ha producido una proliferación de libros sobre cuestiones como la educación de las emociones y la inteligencia emocional. Como cualquier tendencia psicopedagógica, la educación emocional cuenta con sus defensores y detractores. La clave está en mantener un medido equilibrio entre los avances que eran necesarios y los sistemas tradicionales de educación que han demostrado con creces su valía.

Ventajas y desventajas de la educación emocional

1.   Las emociones cuentan. ¿Pero cuánto cuentan? En los modelos educativos tradicionales, basados en buena medida en el autoritarismo de los padres, el objetivo que se perseguía es que los niños interiorizaran por repetición patrones de comportamiento de los adultos. El fin último de la tarea era considerado tan primordial que pocas familias dedicaban esfuerzos a comprobar cómo se sentían los hijos ante diferentes realidades. La educación no era individualizada sino colectiva, compartida por igual entre un número elevado de hermanos sin tener en cuenta las características peculiares de cada uno.

La educación emocional ha venido a solventar buena parte de estos problemas pero plantea otros como un excesivo emotivismo que lleva a considerar que solo hay que hacer aquello que se siente que hay que hacer, sin que se desarrolle el sentido del deber. Dar demasiada importancia a las emociones puede convertir a los niños en excesivamente caprichosos.

La educación emocional: pros y contras

2.   Convencer más que vencer. ¿Y cuando no hemos convencido? Uno de los paradigmas de la educación emocional radica en conseguir que sea la motivación la que propicie la actividad de los niños. Se trata de buscar las vías para que los niños participen ilusionados en las propuestas que se les hagan. El principio pretende acabar con esa educación impuesta de generaciones anteriores en la que el miedo al castigo se convertía en el principal acicate. Sin embargo, se corre el riesgo de convertir la educación en un juego en detrimento de la calidad.

El profesor Alberto Royo, autor de Contra la nueva educación (Plataforma editorial), explica a Hacer Familia que se percibe la tendencia de convertir todo lo que los niños tienen que hacer en lúdico. El problema surge cuando empiezan a enfrentarse a retos académicos mayores que exigen un esfuerzo por su parte. Ahí, dice Royo, surgen las críticas a los deberes y los exámenes, pero si los niños no se habitúan desde pequeños al esfuerzo, al sacrificio, a la disciplina, al tesón, valores denostados hoy, no estarán preparados cuando se pinche esa burbuja al llegar a la etapa adulta.

3.   Diálogo frente a imposición. ¿Y el establecimiento de límites? Para educar en las emociones es importante tratar de convencer a nuestros hijos para que actúen en función de criterios racionales que ellos mismos han hecho propios, han aceptado como suyas. Este sistema es mejor que la imposición, pero los padres no pueden perder de vista que hay límites que no se pueden traspasar, que no entran dentro del apartado de «lo dialogable» y que no podemos consentir que se incumplan porque no se han entendido o no se sienten como propios.



4.   El derecho a sentir. ¿Y si caemos en el victimismo? Cualquier realidad de la vida provoca en nosotros un sentimiento, positivo o negativo. En la educación tradicional no se permitía que esos sentimientos florecieran. En la moderna educación en los afectos el objetivo perseguido es que se vivan con naturalidad. Pero si el proceso acaba ahí, corremos el riesgo de que pese más el valor de los sentimientos que el dictado de la razón, de la consideración moral o de la obligación. Sin embargo, como el sentimiento sigue existiendo, corremos el riesgo de tratar de justificar nuestras actuaciones posteriores y ese sentimiento negativo en función de las actuaciones de otros. Ese proceso de victimización es extremadamente negativo porque impide una visión clara de la realidad.

María Solano

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