En el colegio y más concretamente durante las clases, los niños están sujetos a una serie de normas de comportamiento que deben cumplir: estar en silencio, prestar atención, no hacer ruido con el material escolar, evitar distraer a los compañeros…
Para algunos esto es fácil, pero para otros resulta algo más complicado cuando su temperamento es más extrovertido, movido o impulsivo. Sin embargo, si los profesores conocen el temperamento de sus alumnos podrán ayudarles a mejorar su rendimiento escolar.
¿Saben los profesores tratar a cada alumno según su temperamento?
En ocasiones, se ha visto que algunos profesores etiquetan a los niños. Esto sucede cuando ven problemas en lugar de virtudes en un tipo determinado de conducta y esperan que el niño cambie o se adapte a la forma personal de impartir la clase. En este sentido, Bárbara K. Keogh, afirma en su libro Temperamento y rendimiento escolar (Editorial Narcea), que «la enseñanza no solo consiste en impartir información, sino en modificar la estrategia didáctica para atrapar la atención de sus alumnos».
Los profesores tienen, además, la responsabilidad de tomar decisiones sobre los niños. El hecho de tomar conciencia de las diferencias individuales, es decir, de cómo tratar a cada alumno según su temperamento, puede prevenir a los profesores de las posibles conductas problemáticas, además de dar con la forma más positiva de llevar las riendas de la clase.
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Grupos de niños en el colegio
Para educar en clase, muchos profesores dividen grupos de niños que muestran patrones temperamentales similares. Así, agrupan a los inhibidos, desinhibidos, seguros de sí, emotivos, impulsivos o reticentes. Thomas y Chess, basándose en su experiencia clínica, describieron tres tipologías primarias de características temperamentales similares:
– Fácil: los niños fáciles se caracterizan por la regularidad, la adaptabilidad al cambio, la respuesta positiva a la novedad, estado de ánimo positivo e intensidad emocional moderada. Son niños amables, sociables y extrovertidos. No se frustran ni se enfadan con facilidad. Los maestros y compañeros se encuentran a gusto con ellos.
– Difícil: se caracterizan por su irregularidad, estado de ánimo negativo, poca adaptabilidad al cambio, intensidad de reacción y respuesta negativa a la novedad. Muestran reacciones exageradas y se frustran cuando las cosas no se desarrollan a su gusto. A menudo, los maestros les encuentran irritables, pues no se adaptan con facilidad a las reglas de clase; pueden tener problemas con sus compañeros.
– De reacción lenta: predominan respuestas ligeramente negativas a la novedad y una lenta adaptabilidad al cambio. A menudo, estos niños a los que les cuesta entrar en acción, necesitan un apoyo y una paciencia especial porque tienden a retraerse en vez de participar.
Actitudes de los profesores en clase
Unido a los distintos temperamentos de los alumnos, también influye enormemente en el rendimiento escolar, las actitudes que tengan los profesores hacia éstos. Los investigadores señalan cuatro clases de relación maestro-alumno: apego, preocupación, rechazo e indiferencia.
Algunos profesores valoran a los niños llenos de energía, activos y entusiastas. Para otros, estos mismos niños les resultan difíciles de enseñar y trabajan mejor con alumnos callados, tímidos y retraídos.
Cada maestro tiene el deber de descubrir el carácter de cada alumno y conocer el suyo propio, de tal manera que la interacción entre ambos y la que se produce entre compañeros sea positiva y contribuya a un mayor rendimiento. Algunas vías para conocer los perfiles temperamentales, son las entrevistas personales con los padres y con los alumnos; la observación sistemática de las respuestas en clase y los test o cuestionarios específicos.
Cómo tratar a cada alumno según su temperamento
1. Niños tranquilos. A Javier le resulta abrumadora una clase muy activa. Es un niño tranquilo y de reacción lenta. Le gusta el orden, la rutina y necesita tiempo para adaptarse a algo nuevo. Su respuesta a las muchas actividades de la clase consiste en apartarse y trabajar con diligencia en algunas tareas concretas. El profesor, conociendo el temperamento activo general de la clase, no pretende modificar radicalmente el carácter más tranquilo de Javier; por lo tanto, le ha nombrado árbitro de las múltiples actividades de los demás.
2. Niños presionados y reprimidos. El maestro de lengua trabaja bien con alumnos como Ramón, que se sienta en silencio y presta una actitud diligente. En cambio, el profesor de matemáticas, que es animado y divertido, le resulta desconcertante Ramón. Prefiere a alumnos como Luis, que participa en clase. Aunque tanto Ramón como Luis son alumnos brillantes, Ramón se siente presionado en la clase de matemáticas, mientras que Luis se siente reprimido en la de lengua. Los padres de ambos alumnos han hablado con el coordinador de Primaria para exponerle las frustraciones de sus hijos y llegar a puntos de mayor flexibilidad en clase.
3. Niños callados y tímidos. Una extravertida y popular maestra de Educación Infantil, tenía dificultades para trabajar con Paloma, que era excepcionalmente callada. Al no estar muy segura de si la conducta de la niña era un signo de algo grave, decidió observarla cuidadosamente durante varios días. Tomó notas y se las entregó a la psicóloga escolar, quien encargó a ella y a los padres de Paloma, que cumplimentaran unos test, con el fin de descubrir el modo de ayudarla a adaptarse al programa escolar. La psicóloga del centro también trabajó con la profesora para equilibrar las diferencias temperamentales entre ella y la niña.
4. NIños que se sobreexcitan con facilidad. Teresa se sobreexcita con facilidad cuando ocurre algo poco habitual en clase. En una visita al zoo, la maestra le sentó a su lado en el autobús y le tranquilizó en los primeros indicios de nerviosismo, dándole su apoyo. El hecho de conocer su temperamento, le ayudó a prepararla para situaciones estresantes y redujo la aparición de conductas problemáticas.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Bárbara K. Keogh. Psicóloga clínica. Universidad de California (USA)
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