Uno de los aspectos más difíciles de la paternidad y maternidad es dejar libertad a los niños y niñas, y asumir que pueden equivocarse y que pueden sufrir, y qué tal vez sea necesario para su sano desarrollo. Es normal que los padres, gracias a su experiencia vital, sean conscientes de las consecuencias negativas que una mala decisión puede tener y el malestar que puede generar cometer errores. Pero, controlar la vida de los hijos en exceso puede tener ciertos riesgos, que conviene evitar.
Cuando los padres y madres ven sufrir o equivocarse a sus hijos e hijas, aparece una preocupación y un sufrimiento, mezcla de impotencia, tristeza, enfado, e incluso rabia, que puede generar respuestas, por parte de los padres y madres, que aunque con la mejor intención, no sean las más favorables para sus hijos e hijas. Entre estas respuestas, aparece con mucha frecuencia el control excesivo, en un intento de evitar errores considerados «innecesarios» y el malestar que conlleva.
El miedo y el control excesivo de los padres
El control de los hijos e hijas por parte de los progenitores es cada vez más frecuente y excesivo. Pero ¿por qué aparece este excesivo control? En cierto modo el control es algo natural y lógico. Todos los padres y madres quieren lo mejor para sus hijos e hijas, lo difícil es saber que es lo mejor.
Tendemos a pensar que lo mejor para su felicidad es evitarles problemas, evitarles sufrimientos y protegerles, por lo tanto, de cualquier tipo de malestar o frustración. Como personas adultas que somos, tenemos una experiencia más amplia y somos conscientes de que a veces una mala decisión nos ha llevado a un error, nos ha hecho sufrir o nos ha generado algún tipo de malestar. Y pretendemos, en un inefectivo e inútil intento, ofrecer una aparente cobertura a nuestros hijos e hijas y protegerles de sus malas decisiones y de sus errores, a través del control. Se trata de tomar nosotros las decisiones, de hacer las cosas por ellos para evitar errores, frustraciones y malestar que desde nuestro punto de vista consideramos innecesario y perjudicial.
Sin embargo, nos olvidamos de algo muy importante. Si sabemos todo eso, si sabemos protegernos a nosotros mismos de nuestros errores, ha sido gracias a nuestra experiencia, y sobre todo a los errores que hemos cometido a lo largo de nuestra experiencia. Al controlar a los niños y niñas por miedo a que sufran les estamos privando de valiosas experiencias que suponen importantes aprendizajes y desarrollo.
Los peligros del excesivo control paterno y materno
El excesivo control, puede parecer la mejor opción para evitarles problemas a los niños y niñas. Pensamos que todavía son muy pequeños y que ya tendrán tiempo para enfrentarse a dificultades, frustraciones y sufrimiento cuando sean mayores, y este pensamiento y el excesivo control que genera tiene muchos peligros.
1. Si les evitamos las frustraciones, problemas y malestar cuando sean adultos, no tendrán desarrolladas ni estrategias, ni fortalezas para enfrentarse a los mismos.
2. Estamos minando su autoestima, confianza y seguridad. Los niños y niñas necesitan enfrentarse solos a ciertas cosas, a veces, solo para demostrarse que son capaces de hacerlo.
3. Les estamos convirtiendo en personas dependientes, incapaces de resolver sus problemas, o hacer las cosas solas.
4. Serán inseguros y necesitarán la aprobación de otros para tomar decisiones.
5. Cuando les controlamos demasiado, evitamos que se enfrenten a la frustración y como consecuencia serán incapaces de tolerar la frustración o el sufrimiento y ante cualquier complicación o problema es más probable que desarrollen trastornos del estado de ánimo como depresión o ansiedad.
Claves para evitar un excesivo control por parte de los padres
1. Evitar un excesivo control no es lo mismo que darles permisividad absoluta. Debemos encontrar el equilibrio que permita el desarrollo de su autonomía y que nos permita vigilarles.
2. Intenta supervisarles, pero deja que ellos solos hagan las cosas.
3. No importa si alguna vez se equivocan o sufren. En lugar de evitarlo, lo que puedes hacer es enseñarles con tu actitud a enfrentarse a los errores, frustraciones o sufrimiento. Enséñales a verlo como algo natural y como parte de la vida y a tomar una actitud positiva. Para ello no dramatices ni con sus problemas ni con los tuyos; cambia los lamentos por un «vamos a ver qué podemos hacer ahora, *.»Deja que expresen sus miedos, frustraciones, tristezas..
4. Puedes ayudarles a tomar decisiones, aconsejarles o enseñarles a valorar las opciones, pero nunca decidir por ellos o manipularles para que decidan lo que tú quieras. Recuerda también que lo que a ti te hace feliz, no tiene por qué coincidir son lo que a ellos les hace felices.
Celia Rodríguez Ruiz. Psicóloga clínica sanitaria. Especialista en Pedagogía y Psicología infantojuvenil. Directora de Educa y Aprende. Autora de la colección Estimular los Procesos de lectura y escritura.
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