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El orden y su importancia en la educación infantil

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El orden no es un fin, sino punto de partida para ordenar sus ideas y su tiempo. Cuando hablamos de la virtud del orden lo podemos hacer desde varios puntos de vista: orden de ideas, esto es, sabemos qué queremos y por qué lo queremos; orden de actividades, es decir, priorizamos unos asuntos frente a otros, lo que también implica un orden en el tiempo. Pero no nacemos siendo ordenados y, como todo aprendizaje, tiene un momento adecuado para su adquisición.

La importancia del orden en la educación de los niños

El orden es el fundamento de todas las virtudes, hace posible la virtud. Además, es el primer hábito que un niño puede adquirir, pues su período sensitivo se vive entre los 2 y los 6 años, siendo la base sobre la que se asientan todos los demás hábitos. Desde pequeños debemos hacer ver a nuestros hijos que vivimos en un mundo ordenado: existen horarios, normas y leyes que hacen la vida más sencilla. Pero el orden no es un fin en sí mismo, nuestra meta no es que el niño sea ordenado, pues caeríamos en el perfeccionismo excesivo.

Cómo y cuándo se educa en el orden a los niños

Lo primero que debe aprender un niño es el orden material de las cosas; luego, este hábito le permitirá saber organizar su tiempo y ser por ello más eficaz; y, por último, estos hábitos de orden probablemente contribuirán a que su vida sea más fecunda y feliz.

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Respecto al cómo, es bueno recordar que los niños aprenden por imitación y que es mucho más sencillo imitar el desorden que el orden, pues no implica ningún tipo de esfuerzo.

1. El orden entra por los ojos, por lo que es bueno que comparen su cuarto antes y después de haberlo ordenado, para que ellos mismos palpen la diferencia y constaten que compensa ser ordenado, aunque cueste un poco.

Es normal que un niño piense: «luego mamá o papá recogerá todo esto y ordenará mi habitación». Lo malo de esta frase es que sea cierta, pues preferimos hacer nosotros las cosas antes que enfrentarnos a la costosa tarea de educar. Pero la sobreprotección, que les priva del esfuerzo, no les ayuda en absoluto a mejorar como personas, pues es imposible educar sin exigir.

2. Es importante motivar en positivo, con cariño y paciencia. El orden exige un mínimo de flexibilidad, pues no podemos vivir para el orden. Tenemos que ilusionar y motivar a nuestros hijos para que quieran ser ordenados, haciéndoles participar en las tareas de ordenar los juguetes, los cuentos o su ropa, elogiándoles o achuchándoles cada vez que nos ayuden. Así, vuestro hijo experimentará la íntima conexión que existe entre el esfuerzo, el bien y la consecuente alegría que éste conlleva.

Nunca debemos pedírselo a gritos, con reproches del tipo «¡Eres un desastre!», «¡Nunca ordenas nada!», «¡Estoy  harto de tener que recogerlo todo yo!»; o, con amenazas: «Como no recojas ahora mismo, te quedas sin ver los dibujos». Hay de procurar que nuestros hijos, poco a poco, vayan haciendo suyos estos hábitos de orden, de modo que terminen por hacer las cosas ellos solos. No podemos pretender que nuestro hijo de tres años consiga adquirir en una semana ese hábito. En su consecución a veces tendrá avances y retrocesos, y ello es algo con lo que a priori debemos contar y no desanimarnos si así sucediera.

Consejos para educar en el orden a los niños

– Regular los horarios de sueño, desde que son pequeños, de manera que el niño asocie a éste una serie de actos rutinarios. Por ejemplo: ponerse el pijama, rezar, leer un cuento, un beso y apagar las luces. Y, sobre todo, que tenga claro que en ese momento toca dormir y no jugar.

– Un sitio para cada ocasión. Para lograr el orden material acostumbra a tu hijo a sentarse en el mismo sitio para comer o para ver dibujos animados, a usar la misma servilleta y el mismo vaso para el agua, etc. Que deje sus zapatos o sus juguetes en el mismo lugar, o la ropa sucia en la lavadora.

– Deben acabar los juegos: si ha empezado un puzzle, que lo acabe; si ha empezado un dibujo, que no lo deje a medias y se pase a otra cosa. Este tipo de comportamientos favorecen la dispersión y la inconstancia del niño, y denotan poco o nulo esfuerzo de la voluntad.

Una prueba sencilla y excelente, que podríamos hacer para comprobar si en nuestra casa hay una preocupación real por el orden y el cuidado de las cosas consiste en dejar tirado, en el suelo del salón o de algún lugar de paso obligado y frecuente, alguna cosa de modo bastante visible, por ejemplo, un pañuelo de papel ya usado. Luego tan sólo hay que esperar para ver cuánto tiempo permanece en el suelo, sin que nadie lo recoja. Si a ninguna persona de nuestra casa le llama la atención que en el suelo haya un pañuelo de papel tirado, ¡empecemos a preocuparnos!

Ana Aznar
Asesoramiento: Inmaculada Núñez Lagos. Profesora del Centro Universitario Villanueva.

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