«¿Me está diciendo que mi hijo tiene problemas? Lo que sucede es que usted no le conoce». «No pasa nada. Yo era igual de pequeño y mire usted donde he llegado». Es muy posible que a profesores, orientadores, médicos y psicólogos, comentarios como este les resulten sobradamente familiares. Desgraciadamente, cuando nos hablan de nuestros hijos no somos tan racionales como nos creemos.
Esta realidad tiene más trascendencia de lo que parece. En nuestro país hay muchos niños con problemas, algunos de ellos graves, que no reciben tratamiento adecuado debido a la dificultad de sus padres para aceptar la realidad. Y sin su aceptación, las opciones para la atención temprana se ven reducidas de manera considerable.
Es un asunto importante. ¿Por qué cuesta tanto ver las dificultades de los hijos? ¿Por qué padres brillantes profesionalmente, líderes eficaces y pragmáticos, cuando deben afrontar los problemas de estos, a vecespierden la sensatez que les caracteriza y se vuelven tan ciegos?
Fuente: El Confidencial