Hay niños «picajosos», susceptibles o protestones. Las causas de este comportamiento son variadas, desde los tímidos que disimulan su malestar con enfados, hasta los que se dejan llevar por sus impulsos por falta de dominio de sí mismos. ¿Por qué se comportan así? Descubre cómo canalizar las protestas de los niños que no paran de quejarse.
El primer paso para solucionar este tipo de problemas será buscar entre todos el origen de dicha actitud: protesta porque ¿quiere llamar nuestra atención, es especialmente pesimista, es incapaz de esforzarse porque no ha desarrollado este hábito, es muy tímido y es su modo de reaccionar, o es su impaciencia lo que le conduce a quejarse sin parar todo el día? Si es consciente de por qué actúa de una determinada manera le resultará más sencillo intentar poner fin a su comportamiento.
Por ejemplo, si las protestas de nuestro hijo no son más que un síntoma de su incapacidad de valorar todo lo bueno que existe a su alrededor, nos esforzaremos para que aprenda a disfrutar de las pequeñas cosas buenas de cada día. Así, si no le gustan las lentejas y se queja desaforadamente por ello, le haremos ver que por lo menos él tiene la grandísima suerte de tener un plato de comida todos los días en la mesa y además se las hemos preparado con cariño y… sin quejarnos por tener que cocinarlas para todos. Lentamente debe ir aprendiendo, por lo tanto, a ser feliz con lo que tiene, a aceptar las cosas tal y como son, así como a valorar el esfuerzo por hacerle la vida más agradable por parte de quienes le rodean.
Cada picajoso tiene su propia causa
Puede que el problema de nuestro hijo sea que necesita más atención. Precisamente por ello, quizá sea bueno poner en marcha un «plan de choque» gracias al cual pasemos un poco más de tiempo con él cada día. Y todo ello, con un único fin: transmitirle lo mucho que le queremos y lo orgullosos que estamos de él.
Sin embargo, en bastantes ocasiones las continuas protestas de los niños no son más que una «estratagema» para conseguir todo lo que se les antoja. En este caso, lo primero que tendremos que hacer es ignorar su conducta. Así, si su continua protesta es una manera de «engatusarnos», podrá comprobar que no consigue nada y se cansará de adoptar este tipo de posturas. Otra medida adecuada es hacerle ver que su cara larga y sus malas contestaciones pueden llevarnos a un enfado de verdad. Y en ese caso, ¿le merecería realmente la pena pasarse el día protestando?
Pero también los hay que reaccionan airados ante cualquier comentario precisamente por una timidez extrema. En este caso tendremos que reforzar su autoestima, enseñarle a «reírse de sí mismo», a saber bromear sin acabar enfadado y ayudarle a descubrir su potencial.
Por el contario, el picajoso puede comportarse como tal por una absoluta falta de domino de sí mismo. Niños caprichosos que funcionan a razón de «eso quiero, eso tengo». Para ayudarle tendremos que motivarle para que se obligue en pequeñas cosas como: no comer entre comidas -sólo dentro del horario establecido en casa-, ducharse cuando lo dice mamá, ponerse un horario para sentarse a estudiar, hablar con los abuelos cuando llamen -aunque no tenga ganas-, aguantarse una mala contestación cuando se enfade con un hermano, etc.
Claves para educar a un niño susceptible
– Aprovecha para presentarle un modelo a imitar como la figura del protagonista de la última película que vio en el cine, si es un personaje entusiasta, alegre, para que se contagie con su ejemplo y termine por cambiar en lo posible su actitud un tanto cascarrabias.
– Si es impaciente, ayúdale a tener paciencia retrasando unos minutos sus deseos o peticiones. Sólo así podrá aprender a no quejarse cada vez que las cosas no salgan como él deseaba y en el instante que él quería.
– Intenta no prestar atención a las quejas, autorreproches y lamentos. Por el contrario, debes alentar y reforzar los comportamientos más animosos y desenfadados de vuestro hijo.
– Cada vez que proteste hazle ver por qué su queja carece de fundamento, así como la suerte que tiene de tener algo por lo que quejarse. Seguro que estos comentarios no caen en saco roto, si se dicen con firmeza y cariño al mismo tiempo.
– Procura que la conducta del «picajosa» no le resulte rentable, es decir, que jamás obtenga atenciones, sentimientos de compasión, ni tan siquiera reproches. Por el contrario, manifestad indiferencia y evitad que consiga su propósito empleando sus quejas como señuelo para llamar vuestra atención.
– Hazle comprender que aprender a controlarse no es un mero capricho vuestro. De su capacidad para superar esta actitud de hoy dependerá que sea un adulto feliz el día de mañana.
Si lo peor que lleva vuestro hijo son las tareas de casa puede que sea un buen momento para reforzar sus encargos exigiéndole que se haga cargo de ellos sin protestar. De este modo, a la vez que aprende a no ser tan quejica podrá comenzar a valorar el esfuerzo real que supone cada día hacer la comida, tener la casa ordenada…
Teresa Artola. Doctora en Psicología y Orientadora Familiar
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