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Los mimos en los niños: mimos sí, mimar no

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Las expresiones de cariño son una necesidad vital para él, de la que dependerá en parte su desarrollo afectivo. Sin embargo, los padres debemos evitar que se habitúe a ver satisfechas todas sus peticiones y exigencias, pues tan sólo conseguiremos que el niño se calle por un rato, pero no le haremos ningún bien.

¿Quién no ha repetido mil veces la frase «Mi mamá me mima» cuando aprendía a leer? Desde los primeros días es importante que demos mucho cariño, besos y achuchones a nuestros hijos, pero sin convertirnos en padres débiles que hagan de los más pequeños de la casa unos niños malcriados.

Mimar y consentir no es querer bien, porque es maleducar, impedir que el niño aprenda a aceptar las contrariedades de la vida. Mimar es obstaculizar su aprendizaje a la hora de dar sentido a los tropiezos. Mimar a un niño es, en definitiva, ponerle trabas a su felicidad.

Mimos sí, mimar no: el arte de ofrecer mimos a los niños

Pero ¡ojo! Que una cosa es mimar y otra bien distinta los mimos. ¿Qué es lo que necesita realmente un niño?

Mimar y consentir a un hijo es maleducarlo, pero darle mimos es sencillamente responder a su necesidad de sentirse querido.

Tanto si tiene dos meses como si ya ha pasado su primer año de vida, el niño necesita que sus padres lo abracen, le acaricien y le den besos a menudo. Las expresiones de cariño son una necesidad vital para él, de la que dependerá en parte su desarrollo afectivo y psicológico… y no tiene nada que ver con el hecho de mimarlo y consentirlo.

Aceptar los noes desde pequeños

No está de más que un domingo le compremos al niño unas chuches o que en su cumpleaños reciba como regalo el juguete que más le gusta, pues no mimarlo no significa matar sus ilusiones. Pero los padres debemos evitar que se habitúe a ver satisfechas todas sus peticiones y exigencias, pues tan sólo conseguiremos que el niño se calle por un rato, pero no le haremos ningún bien.

La felicidad de nuestro hijo no la compraremos con un armario de juguetes, ni un saco de caramelos, sino con mucho cariño y empleando nuestra autoridad sobre él para guiarle, enseñarle a valorar las cosas y a confiar en nuestro criterio.

Con cariño el puchero acabará por olvidar que debe terminar en llanto y se acostumbrará a aceptar desde chiquitito los «noes». Probablemente tendrá una rabieta, llorará y pataleará si no le dais lo que quiere, pero si le abrazáis, le consoláis y le acompañáis a jugar con algo de lo que tiene… tened la seguridad de que lo estáis haciendo bien.

El esfuerzo de negarles sus caprichos

Evitar no malcriar a los niños desde sus primeros meses de vida es empezar a educarlos desde la sobriedad. El simple detalle de enseñarle a respetar el horario de comidas cuando aún depende del biberón, o empeñarnos en que se duerma sin que lo cojamos en brazos, es ya un primer e importante paso en esta labor.

Luego, cuando empiece a entender nuestro lenguaje y a pedir por su boquita… aún tendremos que hacer de tripas corazón para no gastarnos cada día unos cuantos euros en el palote que tanto le gusta. Para educar es necesario exigir; aunque proteste y a nosotros mismos nos resulte más difícil decir «no» que ceder, debemos tener claro que educar en la sobriedad no es tiranizar, sino enseñar a valorar las cosas, disfrutar con lo que se tiene y cuidarlo.

Aunque nos cueste, no podemos permitir que acaben siendo unos caprichosos infelices. Quizá sea preferible que nuestro hijo vacile al escribir en sus Cuadernos de Rubio lo de «Mi mamá me mima» y escriba en cambio «Mi mamá no me mima, pero me da mimos». Más difícil todavía, sin duda, pero más provechoso para él.

Consejos para dar mimos sin mimar a los niños

– No le neguéis las cosas de malos modos, porque entonces no atenderá a ninguna razón, aunque con dos añitos tenga edad para ello.

– No esperéis a que se acostumbre a pedir para decirle que no podéis complacerle. Es mejor que si quiere «pocholate» (chocolate) le expliquéis que «Mamá ha comprado chocolate para el domingo. Si hoy te tomas toda la cena, el domingo te daré un trozo grandote».

– No le digáis un día a todo que sí y al otro día a todo que no. Alternad los «noes» y los «síes» coherentemente y explicándole siempre las razones conforme a su edad.

– Cuando accedáis a algún capricho -no hay padres que se libren de ello- aprovechad vuestra «debilidad» para recordarle con esa chuchería que os puso muy contentos ver que hoy no protestó al ir al colegio.

– Si hay varios hermanos tendréis que ser muy justos en el tema de los caprichos. No por ser el pequeño de la casa debéis concederle todo lo que pida, mientras con el resto sois más estrictos.

– Procurad que no triunfe el cansancio sobre la «resistencia» ante los caprichos del niño y que tampoco lo haga su picardía. Antes de decidir si le dais el caramelo que se le ha antojado, acostumbraos a preguntarle si se lo ha pedido ya a papá o a mamá, para evitar que se habitúe a jugar a dos bandas.

Natalia Hurtado. Profesora del Colegio Santa María la Blanca

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