Llega el verano y, con él, la tregua que cada año nos concedemos para recuperar el cuerpo y el espíritu. Disponemos de más tiempo libre y podemos retomar algunas actividades que la asfixiante realidad cotidiana dejó en un segundo o tercer plano. Una de ellas es leer en verano. Pero no cualquier lectura.
El verano es una oportunidad para recuperar la lectura pausada, sin tener que repetir el consumo acelerado de titulares con los que alimentamos la obsesión por estar informados y al día. La lectura veraniega es para disfrutar y serenar el alma; para «viajar» a lugares reales o imaginarios; para conocer otras gentes y otras épocas; para vivir otras vidas y para vivir la nuestra de otras maneras.
Debemos, por tanto, recuperar el papel y abandonar las pantallas, aunque solo sea durante unas horas al día; junto al mar o en la piscina, a la sombra de un árbol o en la terraza de un chiringuito; en un sillón en el porche o acurrucados junto a la ventanilla del tren; solos o en familia.
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Razones para meter un libro en la maleta
Actualmente, contamos con una abundante oferta literaria, de una estupenda calidad y a un precio asequible. Además, contamos con una extensa red de bibliotecas públicas, algunas instaladas a pie de playa, sobre la misma arena, que nos permite disfrutar de los grandes clásicos o de las últimas novedades editoriales de forma gratuita.
No tenemos excusa: hay que meter algún libro en la maleta cuando nos vamos de vacaciones en familia. Para elegirlo, podemos acudir a lo que nos ofrecen las distintas editoriales en sus boletines veraniegos o a alguna de las muchas páginas de Internet en las que se reseñan y clasifican obras siguiendo los más diversos criterios: edades, temáticas, autores, estilos, etc.
La razón más importante por la que debemos leer es porque animará a nuestros hijos a hacerlo. La lectura es una de las mejores aficiones que podemos transmitirles.
Cada vez leemos menos
Dicen los expertos que nuestros hijos cada vez leen menos. Quizá descifren más texto que nunca (descifrar al pie de la letra, porque los mensajes electrónicos que se envían suelen estar verdaderamente cifrados), pero han disminuido la lectura por placer. Cada vez dedican más tiempo a los medios digitales y menos al papel.
Las redes sociales on-line a las que están «enganchados» les han aportado algunas ventajas (y bastantes inconvenientes), pero les han restado la lectura; así lo apuntan los autores del estudio Menores y Redes Sociales: «la lectura libre -textos no obligados por las tareas escolares- es una actividad claramente más frecuente entre los no usuarios de redes sociales». Aunque es una cuestión que se deberá investigar más a fondo en un futuro, parece claro que el uso de redes sociales incide en la actividad lectora como hobby.
La lectura por placer
Un informe publicado en los Estados Unidos y titulado Generación M descubrió que «la lectura por placer de cualquier tipo se relaciona más estrechamente con el nivel de un estudiante que cualquier otro medio de comunicación». En definitiva, la ventaja que podemos proporcionar a nuestros hijos si les hacemos lectores es enorme; porque como resume José Antonio Millán: «la lectura es la llave del conocimiento en la sociedad de la información».
El verano es un buen momento para «contagiar» a nuestros hijos con el «virus de la lectura», para transmitirles el «vicio» de sostener entre las manos un libro, acariciando sus lomos, pellizcando con los dedos las esquinas de sus hojas para pasar página. Una vez contagiados ya no podrán resistir la tentación de leer y esto les hará más cultos, más capaces, más profundos, más reflexivos. En resumen: más humanos.
Fernando García Fernández. Profesor y escritor
Más informaición:
– Cómo hacer hijos lectores. Carmen lomas Pastor. Ed. Palabra.
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