Actualmente, la desmotivación escolar ha llevado a los alumnos a pasar de tener una mente activa a una mente pasiva. Es decir, cada día dedican menos tiempo a pensar y más tiempo a que piensen por ellos, sin ni quiera ser conscientes de este retroceso del pensamiento. Por eso, enseñar a pensar, el pensamiento crítico de los niños en la escuela y en casa se ha convertido en la única manera de combatirlo.
El filósofo Robert Swartz, director de The National Center for Teaching Thinking, de Estados Unidos, graduado por la Universidad de Harvard, profesor emérito en la Universidad de Massachusetts en Boston, y autor de numerosas obras y artículos sobre el pensamiento crítico, es una referencia mundial a la hora de proponer un cambio radical en los planteamientos de la educación desde los niveles de infantil.
Este profesor propone, además de motivar a los niños a pensar desde edades tempranas, despertar su mente cuando abandonen la etapa de Preescolar. Tras unos años en los que sus mentes han iniciado el proceso de aprendizaje de manera progresiva, la habilidad natural del niño para pensar comienza a adormecerse y empieza a verse limitada por todo aquello que rodea al niño, aquello que le dice lo que debe pensar y cómo debe hacerlo.
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Aprender a pensar desde pequeños
Por eso, el aprendizaje en la etapa de Educación Infantil es realmente importante y diferente al resto. La clave para alcanzar altos niveles de aprendizaje en las etapas posteriores reside, precisamente, en que el aprendizaje que los niños hayan hecho desde pequeños haya sido una correcta preparación para la etapa de Primaria. Para ello, es necesario trabajar con los niños ciertas destrezas y motivarles a que comiencen a pensar.
Sin embargo, enseñarles a pensar no va a ser necesario. En realidad, los niños, al igual que respiran de manera natural, empiezan a pensar de manera natural. ¿Cuál es entonces el papel de los padres y los profesores en todo esto? La respuesta de este experto se basa en dos tareas: motivar al niño a seguir pensando y que lo haga con un pensamiento crítico.
Los continuos estímulos a los que los niños se enfrentan en la actual Sociedad de la Información, en la que la publicidad y el entretenimiento televisivo les llevan muchas veces a recibir estímulos, pero al mismo tiempo a dejar de construir respuestas, les hacen sustituir el pensamiento pasivo por el pensamiento activo.
El aula, el lugar para desarrollar el pensamiento crítico
El aula es, además de la familia, el lugar donde el niño comenzará a desarrollar su pensamiento poco a poco, superando niveles progresivamente hasta alcanzar el pensamiento abstracto. Sin embargo, las escuelas se han ido quedando obsoletas en cuanto al modo de enseñar a pensar y son muchos los expertos que señalan la necesidad de un cambio en su hoja de ruta.
Las iniciativas que se han puesto sobre la mesa en los últimos años en cuanto a la forma en que se enseña a los niños los conocimientos y el pensamiento, han intentado cambiar desde la metodología del aula hasta la organización de los cursos y los alumnos. Mientras algunos apuestan por fusionar los contenidos en las aulas en lugar de organizar cursos aislados, otros animan a dejar de lado la metodología puramente memorística (de repetición) para sustituirla por un aprendizaje por competencias, incidiendo en que el error no está en los contenidos sino en la manera que hasta ahora los profesores han tenido de impartirlos.
La formación en competencias, clave en la escuela
El sistema educativo español, puesto a prueba en las calificaciones PISA, ha obtenido bajos resultados que le han colocado en los últimos puestos del ránking. Así, el modelo, ya obsoleto, basado exclusivamente en el aprendizaje de contenidos, está siendo necesariamente reemplazado por la formación en competencias, el impulso de la creatividad y el pensamiento crítico de los alumnos.
La escuela es, por tanto, el escenario perfecto para iniciar ese cambio en la educación que permita el desarrollo de niños autónomos, capaces de crear, innovar y, sobre todo, pensar por sí mismos y hacerlo de manera constructiva y crítica. Para ello, utilizando la escuela como vehículo de aprendizaje, se antoja esencial comenzar con esta estimulación del pensamiento desde edades tempranas, ya que, cuando los niños traspasan cierta edad ya están formados y resulta complicado motivarle a pensar si no lo ha hecho antes anteriormente.
Por último, si a esto le sumamos una educación en valores, no solo se contribuirá a formar académicamente buenos alumnos, sino que se formarán buenas personas, que, con un pensamiento crítico y fundamentado en grandes valores, serán capaces de componer la sociedad del futuro, un relevo generacional de garantías en lo profesional y en lo personal. Para ello, padres y profesores trabajando en una misma dirección, deberán comprometerse a educar en conocimientos y valores a los más pequeños, siempre de una manera crítica y creativa, con el fin de alcanzar la formación integral del niño.
Patricia Núñez de Arenas
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