Enseñar a los niños a prestar sus cosas no es el único gesto de generosidad que pueden aprender. También han de saber darse a los demás, ofrecer su sonrisa y tener ganas de ser agradable. Aunque esto no se asimila de un día para otro, el niño acabará entendiendo que a la hora de educar en valores, la generosidad, a pesar de que a veces puede costar, da muy buenos frutos.
Enseñar a los niños a compartir: cómo ser generosos
Igual que tratamos que nuestro hijo asimile un cierto horario, que se porte bien y no coja rabietas… debemos intentar inculcarle la importancia de compartir desde un principio aunque le cueste. En la tarea de educar en valores, la generosidad será un aprendizaje lento y trabajoso, pero también resultará útil para el futuro.
Si no le enseñamos hoy a compartir, puede que el día de mañana también le cueste querer a los demás y, lo que es mucho más importante, darse a quienes le rodean. No enseñarle a ser generoso podría implicar estar alimentando un egoísmo futuro que más tarde tendrá más difícil solución.
A partir de los tres años, los niños distinguen perfectamente el mío-tuyo y les gusta dejar clara la diferencia. Desde esta edad hay que fomentar el hábito de dar, más como costumbre que como virtud, relacionando el dar con la alegría y el querer a los demás. Es conveniente hacerles ver que «dar algo» constituye una muestra de cariño.
No es la cantidad que se da lo que mide el valor de la generosidad, sino el esfuerzo realizado por la persona y las intenciones que le han movido a llevarlo a cabo.
Para que un acto sea generoso hay, por lo tanto, dos partes importantes y bien diferenciadas:
– Dar algo de uno mismo con esfuerzo.
– Tener como objetivo cubrir una necesidad de otra persona para su bien.
Generosidad: el valor de dar y entregar para los niños
Durante sus primeros años de vida, los pequeños suelen valorar más a los sujetos que a los objetos que les rodean, por lo que tendremos que aprovechar este rasgo de su carácter para iniciarles en la generosidad, precisamente a través de las personas. Es decir, debemos hacerles ver que dar es una forma de amar y que la generosidad se encuentra estrechamente ligada a la alegría de hacer que los demás sean un poquito más felices.
Para conseguirlo podemos invitarle a que relacione, ya desde bien pequeño y con nuestra ayuda, los conceptos dar-amor-alegría-bueno.
Para ganar esta batalla también serán fundamentales los ejemplos concretos. Nuestro hijo no comprenderá nunca lo bueno que es compartir y lo que se puede disfrutar haciéndolo si no experimenta por sí mismo algunos actos de generosidad que le afecten directamente. Su hermano mayor le da su balón si lo pide. Y él presta sus cuentos a su hermana para que se pueda entretener. Y todo ello, claro está, como manifestación de cariño y amor hacia los demás. Y es bueno que le expliquemos estos gestos de generosidad para que vaya aprendiendo a pensar en los demás: «Como no queda más que una onza de chocolate y a papá le encanta… hoy merendaremos galletas y le dejaremos a él el dulce».
Cómo regalar una sonrisa
La simpatía o la antipatía empiezan a formar parte del carácter del niño desde los primeros años. A veces no nos damos cuenta de lo rentable que es la amabilidad y la simpatía, pero todos estamos de acuerdo en que es muy agradable vivir rodeado de sonrisas. Aunque es cierto que cada uno tiene su carácter y hay personas por naturaleza más serias. Respetemos ese modo de ser y a la vez estimulemos su sonrisa. Ayudémosle a sonreír por pequeñas cosas que nos hacen felices. Sonreír es el mayor regalo que podemos dar a quienes nos rodean. Porque sonreír cuando uno está cansado, o se encuentra mal, es señal de persona generosa y de fortaleza de espíritu y esto a un niño se lo enseñan sus padres.
Apoyo y felicitaciones a los niños
Nuestro apoyo y constante felicitación se constituirán en el eje fundamental durante estos años. No olvidemos que lo que más motiva a los hijos es que sus padres valoren cada pequeño esfuerzo que ellos realizan. Por ello, no estará de más que nos mostremos especialmente prestos a alegrarnos expresivamente por su buena conducta e, incluso, tengamos algún detalle de vez en cuando para premiar su incipiente generosidad: «Como hoy has compartido tu camión con tu hermano, te voy a dar dos caramelos de los que tanto te gustan para que los compartáis».
Los chicos y chicas que han aprendido a ser amables y generosos serán más optimistas, tendrán más facilidad para ganar nuevos amigos y les resultará más fácil mantenerlos… ¿Por qué? Porque son capaces de gastar tiempo con ellos y se encuentran en sintonía con sus necesidades: en vez de querer todo para sí… son capaces de esperar y ofrecer. ¿Y a quién no le gustaría un amigo así?
Conchita Requero
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