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Cómo educar en la valentía: un mundo para valientes

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Educar en la valentía: un mundo para valientes
Foto: ISTOCK Ampliar foto

Ante una agresión o un peligro lo normal es tener miedo. Para algunos, los fantasmas pueden suscitar auténtico terror; para otros, un ruido nocturno cuando se está solo en casa puede despertar muchos temores; y, para algunos, determinados bichos como los murciélagos, con esa cara de vampiro, o las arañas, tan peludas, pueden llegar a paralizarles… Entonces, ¿cómo educar en la valentía?

Tener miedo es una condición básica de la naturaleza humana y, por lo tanto, normal. De hecho, tal y como ha puesto de manifiesto el filósofo José Antonio Marina, el miedo pertenece al sistema defensivo de la naturaleza y es algo que compartimos con muchos animales.

En estos tiempos modernos, el miedo generalizado se ha convertido en la rutina de la vida cotidiana. Vivimos en un mundo para valientes: la falta de seguridad ciudadana, los abusos y atracos, la amenaza terrorista… Un telediario puede servir como catálogo de los peligros «posibles» que pueden acabar en nerviosismo, en angustia y en una amplia variedad de preocupaciones (por no hablar de los casos patológicos, como los ataques de pánico, las fobias o los trastornos obsesivo-compulsivos).

El valor como contraposición al miedo

Si acudimos al Diccionario de la Real Academia Española, podemos leer que la palabra «valor», en su cuarta acepción, se define como «cualidad del ánimo que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros». La adolescencia, siempre se ha dicho, es una época de grandes ideales, pero también de grandes miedos… Miedo a quedar mal, miedo a no ser popular, miedo a no tener amigos, miedos a los granos, miedo a ser excluido, miedo a no crecer, miedo a crecer demasiado, miedo a los cambios, miedo a los padres, miedo a los suspensos, etc.

¿Cómo educar en la valentía? 8 claves para educar



Para educar en la valentía hay que poner en juego una serie de destrezas, habilidades y virtudes como las que se detallan a continuación. No se trata de un catálogo completo, pero pueden servir de gran ayuda en la tarea de educar hijos valientes:

1.  Saber identificar los propios miedos. Muchos de ellos, inconscientes o adquiridos en etapas previas. Pero si nos cuesta hablar en público o mirar a los ojos de la gente, mejor es conocerlo que frustrarnos cuando nos sacan en clase o si nos presentan a alguien del otro sexo. Ser valiente es conocerse, con las virtudes y con los defectos; además, solo así se les puede poner atajo.

2.  Enfrentarse a los propios temores. A veces, llega el momento de superar un miedo tonto. Esa coliflor gratinada que nos hace devolver de solo olerla y que nos sirven en casa de nuestro mejor amigo, puede convertirse en una auténtica batalla de Lepanto. Si la ganamos, habremos crecido como personas al comprobar que ese miedo era irracional.

3.  Entrenarse en soportar las contradicciones. La valentía supone fortaleza; pretender alcanzar el valor sin que cueste, es pretender tocar la guitarra eléctrica sin practicar horas y horas. Los caprichos por sistema debilitan nuestra capacidad de esfuerzo; los retos, fortalecen la voluntad.

4. Seguridad en sí mismo. Cuando los anclajes son seguros (en la familia, en los amigos, en Dios) es muy difícil tenerle miedo a nada. Ni a ese profesor que nos ha cogido manía (¿qué es lo máximo que puede pasar, que nos suspenda?) ni a esa final del campeonato de tenis del instituto (¿se acaba el mundo por perder un partido?). Ayuda mucho saber dar a cada cosa la importancia que se merece.

5.  Los chicos: ¡valientes! En determinados ambientes intelectuales y culturales, subsiste una idea, nacida en los ambientes feministas, de que hay que intentar feminizar al niño, en el sentido de hacerle perder lo malo que tiene el ser varón (agresividad, paternalismo, etc.). Son teorías que no tienen en cuenta la naturaleza de la persona y las diferencias entre chicos y chicas. Que un chico intente ser más afectivo y social, que tenga más en cuenta su apariencia personal, no significa que no muestre valentía, que no sea protector, atrevido, curioso, etc.

6.  ¿Las chicas? También. Todo lo dicho en el punto anterior puede decirse de las chicas. La valentía no entiende de sexos.

7.  Prudencia. La prudencia es la virtud que nos ayuda a decidir la mejor opción entre varias posibles. Es una virtud que lleva a la acción. Ante un perro rabioso que se interpone en nuestro camino, surgen las opciones: «Me subo al contenedor», «uso la mochila como arma», «salgo corriendo»* Una persona prudente, no es la que se queda parada esperando a que la situación se arregle por sí sola.

8.  Principios claros. Se tiene miedo, pero se actúa como se deba actuar y así, se defiende a aquel amigo al que le están pegando aunque suponga llevarse un ojo morado a casa.

La valentia, ideas para reflexionar

1.  Una gran muestra de valentía es saber ir contracorriente, cuando el ambiente que hay alrededor no casa con las propias convicciones. El decir «no» a los porros o a las pastis, aprobar estudiando en vez de con la ley del mínimo esfuerzo, ser leal a los amigos*, son comportamientos que muestran una gran valentía.

2.  Hay veces que se ve la valentía como una virtud más masculina y se exige al chico que no sea cobarde, etc., mientras que se mima a las chicas e incluso hacen gracia algunos miedos más femeninos. Respetando las diferencias, la valentía es una virtud de igual valor para los chicos como las chicas.

3.  Muchos adolescentes ven en el alcohol y en los puntillos de fin de semana, una escapatoria a esa inseguridad propia de la edad; con el alcohol todo va mejor, se atreven a hablar con esa chica o con ese chico, se olvidan los miedos… Pero es una manera artificial de alterar la personalidad que tiene muchos efectos negativos.

4.  Cuidado con la imaginación. Hace que nos inventemos miedos, porque precisamente su función es la de inventar. Hay que saber controlarla para que esté a nuestro servicio, en concreto, no dando a las situaciones más vueltas que las necesarias.

5.  Atajar los miedos llamados patológicos, quizá sea tarea para un psicólogo, pero los miedos normales que todos desarrollamos, sí somos capaces de vencerlos con nuestra fuerza de voluntad, con una personalidad equilibrada y con la ayuda de las personas que nos quieren.

Como para que haya victoria ha de haber lucha, y para esto es necesario un contrincante, quizá sea buena idea hacer una lista de nuestros mayores miedos, calificándolos de más o menos importantes. El miedo a las arañas puede ser muy llamativo, pero quizá no tenga tanta importancia. El miedo a dar nuestra opinión, sin embargo, es algo que puede lastrar nuestra personalidad. También sería positivo pedir a un buen amigo que nos diga cuál cree que son nuestros miedos.

Ricardo Regidor

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