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La educación estética: cómo desarrollar el refinamiento

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La educación estética ayuda en la formación integral del niño, ya que supone poner en juego la inteligencia, la memoria, la imaginación y los sentimientos. Una parte importante de la educación estética relacionada con el comportamiento es el refinamiento que nos orienta para detectar aquellas actitudes o acciones inapropiadas en una determinada situación.

Estas situaciones inapropiadas pueden resultar «feas» para los que nos ven, nos acompañan o para nosotros mismos. Es diferente a la cursilería o a la pedantería. En este aspecto sí que la familia va a suponer un elemento clave en la madurez de dicha capacidad. Los niños, en general, son descuidados, atolondrados y «poco protocolarios».

El refinamiento en el comportamiento infantil

Quién no ha vivido la experiencia de observar cómo su hijo de 5 años, al ver llegar su plato de comida a la mesa, se lanza y empieza a ingerir los macarrones con las manos. Y, una vez más le habremos preguntado «¿Para qué sirven los cubiertos?». Y ahora, a los 9 años, nuestra hija se sienta a la mesa y debemos insistir con frases como «cariño, siéntate recta, usa todos los cubiertos y también la servilleta». Este es el refinamiento del que hablamos, el de los modales en la mesa. Siempre se ha indicado que el momento de las comidas proporciona en las familias muchas oportunidades educativas. Y en la educación del buen gusto también.

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El refinamiento nos orienta para detectar aquellas actitudes o acciones inapropiadas en una determinada situación, o que pueden resultar «feas» para los que nos ven, nos acompañan o para nosotros mismos. Y así mismo, al educar aspectos tan externos del refinamiento de nuestros hijos vamos creando el hábito que fortalecerá la capacidad y ésta, a su vez, se pondrá en funcionamiento en cualquier otra circunstancia necesaria. El refinamiento nos ayudará a ir eligiendo de lo bueno a lo mejor.

El valor de ser correctos: cómo desarrollar el refinamiento

1.   La corrección. En el vestir, en el hablar y en el estar debemos educar siempre «la corrección». Precisamente hoy en día que parece que vivimos rodeados de chabacanería, que todo vale o todo da igual, hemos de trasmitir a nuestros hijos el valor de ser correctos. Ese buen gusto por emplear el vocabulario adecuado, por vestir de la forma apropiada, por permanecer con la actitud correcta en un concierto, en una ceremonia, en una conversación, lo aprenderán de y con nosotros. La corrección en nuestro pensar y actuar facilita la convivencia y nos ayuda a resolver posibles conflictos con los demás. ¡A cuántos de nosotros nos han dicho alguna vez, «tienes razón, pero la has perdido por las formas!»

2.   La proporción. En esta cualidad del buen gusto haremos hincapié en la expresión de nuestros sentimientos. No nos referimos a represión de los mismos, pero sí a saber manifestarlos en el momento y con la persona adecuada. Nuestros hijos en estas edades no saben en muchos casos cuál es la forma adecuada de actuar. A los que son muy desinhibidos habrá que orientarlos para que aprendan a refrenar sus expresiones de alegría, de afecto, de tristeza. Aquellos que son menos emotivos habrá que ayudarles a exteriorizar sus sentimientos y a valorar positivamente y con agrado las expresiones de los demás hacia él. En este sentido, la profesora Pérez Alonso-Geta afirma que «la persona que posee el sentido del gusto consigue autoridad e influencia y toma decisiones justas, que aseguran la obtención de un conocimiento adecuado. Esta excelencia del gusto no sólo supone cultura, sino la cultura aplicada adecuadamente. La falta de gusto tiene su origen inevitablemente en la negligencia y el falso gusto en la cultura inadecuada».

La educación estética

Debemos enseñar a nuestros hijos que una persona imprudente, que llama la atención constantemente, que habla más de la cuenta, que eleva el tono de voz por encima de lo deseado o que cuenta anécdotas fuera de lugar, se hace incómoda y molesta para quienes le rodean; ahora sus amigos, sus compañeros de clase o para el profesor, pero en el futuro para sus compañeros de trabajo o vecinos. Del mismo modo, aunque posiblemente menos llamativo, le ocurrirá al niño excesivamente callado o a quien le molesta cualquier alteración del ambiente en el que se encuentre. Por eso, educar en la prudencia hace que nos acerquemos al justo término, donde se halla la virtud.

5 consejos para la aplicación de la educación estética

1.   Aprovechar cada oportunidad de la vida cotidiana. Que observen la belleza de colores del cielo, un día con una luna especialmente bonita, unas montañas nevadas, etc.

2.   Educar el buen gusto da un tono diferenciador a las familias, pero es importante hacer ver a los hijos que no todos tenemos esta suerte, ni las mismas oportunidades.

3.   Autocontrol de formas y modales. La familia debe ser el lugar donde podamos manifestarnos tal cual somos, pero no debemos confundir esto con «perder las formas y los modales» con los nuestros.

4.   La belleza, el buen gusto, la sensibilidad hacia lo armónico comienza desde casa. Por eso, podemos dedicar algún tiempo a la decoración.

5.   Organizar planes culturales. Y para que el placer sea doble podemos investigar previamente sobre lo que vamos a ver. Cuanto más se conoce, más se aprecia la belleza que tenemos ante nosotros.

Mª Jesús Sancho. Psicóloga. Máster en Matrimonio y Familia. Profesora del Colegio María Inmaculada de Alfafar (Valencia)

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